miércoles, 3 de febrero de 2010

LANZAROTE EN ENERO

LANZAROTE (27-31/01/2010)


845,93 Km2. 139.506 habitantes. Capital: Arrecife.

Día 1.


Tres parejas, tres ibamos a Lanzarote y una personita. De avanzadilla, desde Valladolid, y para que fueran conociendo el terreno mandamos a José Luis y María, afortunados ganadores de un viaje a las Islas Afortunadas. Desde Valencia se unieron Sergio y Sonsoles con Pau. Y desde Madrid, Mar y un servidor. Los valencianos y nosotros pagando, los vallisoletanos no, que quede claro. Como decía José Luis y María fueron un domingo y el resto nos unimos el miércoles. Hasta dicho miércoles José Luis y María se dedicaron a ver lo más "feo" de la isla para después con nosotros ver lo más bonito. Pongo "feo" entrecomillado ya que en Lanzarote es raro encontrar algo feo. Quizá un camarero que nos atendió el sábado en el restaurante donde comimos. Aterrizamos el miércoles en Aterrice, digo en Arrecife. El aeropuerto de Arrecife un poco más grande que el patio de mi casa. Según va descendiendo el avión te preguntas cuatro o cinco veces dónde está la pista hasta que la ves (en el caso de María se lo puede preguntar unas mil quinientas o dos mil veces). NOTA DEL AUTOR: para los que estén pensando: "¿lo va a contar todo?" les responderé que contaré lo que me salga del lanzarote, luego ya habrá tiempo para que me denuncieis. Una vez recogidos los equipajes tuvimos el primer contacto con el exterior donde nos esperaban la Mari y el Joso (es que María y José Luis es muy largo) con un super monovolumen en el cual obramos el milagro y metimos los dos megamaletones, una maleta pequeña, infinidad de bolsas, mochilas y bolsos, una cámara de fotos, cinco personas adultas de peso normal, el Pau y yo, que estoy con un virus y por eso estoy por debajo de mi peso normal. El alojamiento consistía en unos apartahoteles de 3 *** sito en el Puerto del Carmen. Apartahotel Costa Mar. Tropecientos mil apartamentos y todos distintos. Unos reformados y otros no. Los no reformados eran un clásico de finales de los 70-finales de los 80, en cualquier momento te podía aparecer por la puerta José Luis López Vázquez o Paco Martínez Soria. En el que estábamos Mar y yo era reformado y tenía ya un aspecto un poco más de los 90. En este podía aparecer por la puerta las Mama Chicho o José Luis Moreno. La temperatura de la isla no estaba mal, rondaría los 20 grados. Los hombres en manga corta aguantábamos, y las chicas con una chaquetilla seguían teniendo frío. Una de las primeras cosas en las que te fijas en la isla son los paisajes de tierra negra salpicada con algo de vegetación o alguna de las pequeñas casas blancas, que no levantan más de dos alturas (genial idea del arquitecto, escultor, pintor, futbolista, piloto, tornero y saltador de pértiga, César Manrique, no confundir con el de las coplas de su padre,ese es Jorge)






Una vez dejamos las maletas en el G-42 y en el I-27, nuestros apartamentos, no las cumbres de jefes de estado, nos subimos en la mono y nos dirijimos a Teguise, ¡qué mejor sitio para comer!. Comimos en uno de los "feos" sitios que habían estado el Joso y la Mari, "La Cantina". Un lugar el cual anunciaba "Comidas del mundo", y así fue: rollitos vietnamitas, albondigas saharahuis, no sé qué tailandés. Todo ello regado con Malvasía, vino de la tierra. Los dueños debían ser de más allá de Andorra o por lo menos el acento de la dueña así lo delataba. Dicha dueña enamoró moralmente a la Mari, la cual en su afán de agradarla pidió una cantidad ingente de comida que, claro, nos tuvimos que comer en contra de nuestra voluntad. Acabamos de comer a la hora de cenar y se nos echó la noche encima. Fuimos hasta El Mirador del Río y únicamente pudimos adivinar que desde allí había unas vistas preciosas y que habían cerrado ya.




Dejamos pasar unos minutos para hacer la digestión y nos dispusimos a cenar. Y aquí es donde viene quizá el mayor descubrimiento del viaje: el SPAR . Fue como un alien para nosotros, el octavo pasajero . Allí fue el segundo sitio donde pasamos más tiempo después de delante de una mesa comiendo. Tras una comedida cena comprada en el mencionado SPAR, en el G-42, nos fuimos a dormir los que quedabamos en pie, es decir todos menos Pau y Mar que ya llevaban un buen rato planchando la oreja.


Día 2.



Amanece en Lanzarote que hay que desayunar, que para eso lo hemos pagado. Los valencianos y los madrileños recordemos, a los vallisoletanos les ha tocado el viaje, por lo tanto no han pagado ni un euro. Desayuno típico europeo: bacon, embutido, huevos fritos...en fin guarrerías varias para afrontar el largo día que nos espera. Día nublado pero con buena temperatura. Encaminamos el monovolumen hacia el Parque Nacional de Timanfaya. Antes de llegar a las puertas del parque nos detenemos donde organizan las excursiones en los mal llamados camellos, ya que son dromedarios. Siempre es curioso ver a un montón de animales de línea cuando a lo que estamos acostumbrados es a ver coches.








Allí estaban los animalitos con cara de cabreados, aunque por una parte es normal. ¿Cómo nos sentaría a cualquiera de nosotros si nos pusieran un bozal, un sofá en la chepa, y encima a un matrimonio de recolorados alemanes que no paran de reirse por el vaivén que llevan? Pues mal, nos sentaría muy mal. La mayoría los llevan con resignación, pero algunos en cuanto ven la oportunidad de revelarse lo hacen. Así pasó con la Mari que se arrimó para hacerse la foto de rigor y uno de los jorobados quiso convertir su trasero en almuerzo. Dejamos para después de la visita al Timanfaya la excursión en dromedario o camello arábigo. Hay que sacar las entradas para entrar al Parque, 8 euros. En una argucia comercial, Sergio está a punto de conseguir hacer pasar a Mar por una menor de 12 años, pero ante la posibilidad de que la Guardia Nacional de Lanzarote la descubra y la exporte a la Península Ibérica, decide ser sincero y decir que tiene 16 años para evitar problemas a la expedición. Una vez dentro empiezan a caer las primeras gotas justo antes de subir al autobús que nos adentrará en los confines del Parque. El día nublado y las gotas de agua que caen deslucen un poco la vista, pero no lo suficiente para comprobar el impresionante paisaje volcánico




Bajamos del autobús entre "que bonitos, que preciosos, que pasadas" y el personal del Parque nos indica la siguiente parada en la visita que es la demostración del agua. Al llegar al recinto un "simpático" señor vestido de verde nos invita a que tendamos la mano para echarnos tierra sobre ella: "Cuidado que quema un poquito mi niño". ¡Cabrón! pues échatela tú por la espalda. Yo no he pagado 8 euros para que llegue un hombre que no conozco de nada y me haga ampollas en la mano. Llega el momento de la demostración consistente en echar agua por un tubo introducido 10 metros tierra abajo la cual al llegar abajo se evapora y produce una especie de geiser tras el cual la gente exclama: "Ooohhhh, que pasada", eso si eres español, si eres inglés:"Ooohhh, it´s a wonderful" y si eres aleman dices: "Ooohhen".








En resumen el lugar merece muy muy mucho la pena, es impresionante el paisaje que hay y el contraste de las distintas tierras, las rocas volcanicas y la poca vegetación que le da un toque de color. De nuevo a la Zafira y a comer que ya es hora, y aunque no fuera hora da igual. Por encima de las visitas a lugares turísticos y pintorescos está el comer hasta reventar. Así de este modo, de camino a Los Jameos del Agua, paramos en un pueblecito de la costa llamado Arrieta, no era el pueblo más bonito del mundo, pero con que tuviera restaurantes y una buena vista nos valía. Y así fue, había un restaurante y tenía vistas al mar.


Una vez le dejamos a la mujer del restaurante la despensa como si hubieran pasado Carpanta y Paquirrín tras dos días sin comer, intentamos mover nuestros cuerpos y bajar un poco el Chicken Empanado y las Sardinen Plancha que comimos (copiado textualmente del menú del restaurante en su apartado de inglés y alemán) No sé a donde pretendíamos bajarla pero fuimos a hacer una visita al maravilloso Museo del Aloe Vera. Tras una amplia visita por el museo entorno al minuto y medio, concluimos que ya habíamos bajado la comida y que era hora de ir a Los Jameos del Agua. Sin duda alguna es de las cosas más bonitas que se pueden ver en Lanzarote. A la belleza natural del lugar hay que añadirle la belleza artificial obra de César Manrique.



Llaman la atención también los pequeños cangrejos albinos que viven bajo la cueva. Cangrejos únicos en el mundo.


Tras una visita por todas las instalaciones de Los Jameos del Agua, creimos conveniente retirarnos a nuestros aposentos a descansar, que en estos días parece que no haces nada pero acabas destrozado. No sin antes hacer una visita al Puerto del Carmen, el Benidorm de Lanzarote pero menos garrulo.Realmente no recuerdo cual fue el proposito de nuestra visita al Puerto del Carmen, pero si recuerdo cual acabo siendo: entrar en una perfumería-óptica-estanco-droguería-mercería cual familia de rumanos, con niño incluido, distribuirnos por toda la tienda dejando a las dependientas más mosqueadas que un pavo en nochebuena. Y aunque les pagamos un dineral yo creo que todavía piensan que nos llevamos algo, y viniendo con nosotros la Mari...que la encanta...

Bueno que la cena del día anterior nos gustos y decidimos que por qué no repetirla en el G-42, pero antes pasando, como no, por nuestro querido SPAR, en el cual el hilo musical no existía y el único disco que tenían perennemente las 24 horas del día era el de Luis Miguel. Así que durante cuatro días entramos en un bucle que parecía no tener fin, SPAR, Luis Miguel, cena, etc. Eso sí, en las cenas nos cuidabamos mucho, lechuguita, quesito fresco, quesito curado, fuet, salmoncito, esparraguitos, mantequillita, salsitas, mejilloncitos...en fin, como podeis ver todos eran productos itas/os excepto el fuet porque no tenían fuetito. Osea que mucho no podían engordar, si acaso un poquITO.




Día 3.


¡ A la Cueva de los Verdes!. Más adelante os explicaré el porqué del nombre de la cueva. Nos ponemos en marcha tras otro de nuestro ligeros desayunos en los maravillosos Apartahotel Costa Mar, Playa de los Pocillos s/n, Puerto del Carmen, Lanzarote, muy cerca del aeropuerto, ¡TIENES QUE VENIR! Ven a Costa Mar....VEN!!!. Tras esta breve cuña publicitaria nuestra visita a la Cueva de los Verdes.







Nos dividimos en dos grupos. Uno el grupo de los flojos, María, Mar y Pau, y otro el grupo de los valientes, Sergio, Joso, Sonsoles y yo. María no quiso entrar por su miedo a las tinieblas. Y Mar porque era ya la sexta o la octava vez que iba a Lanzarote. Así que las dos se quedaron cuidando (??) a Pau. La visita de la cueva es curiosa, como todo lo de la isla es de origen volcánico y por lo tanto no es como otras cuevas en las que la temperatura baja notablemente a causa de la humedad. Esta al ser de origen volcánico hace una temperatura agradable. He de decir que yo ya lo sabía, pero otros no, porque antes de entrar no paraban de decirme: "ponte la chaqueta que ahí abajo hace frío, pontela", y yo pensando: "si es de origen volcánico, como va hacer frío, ni hay humedad". Y efectivamente, el guía de la cueva, los cuales llevan un uniforme más de peluquería de Marco Aldany que otra cosa, nos lo dijo: "la cueva es de origen volcánico por eso no hace frío". Vale, lo reconozco yo me enteré cuando me lo dijo el guía, pero sabía que con todo lo que habíamos comido no podía tener frío en la vida. Fue el guía más ameno que he tenido de todos los que he conocido, no era muy redicho y hacía muy ágil la visita con bromas y chascarrillos a los visitantes: "tengan cuidado con su marido que a lo mejor la empuja para deshacerse de ustedes, jajaja" o "cuidado con los techos que son muy bajos" ¡Zasca!, el Víctor golpetazo en el melón con un pico que salía del techo. Sé que los listos estarán diciendo: "estalactitas", pues no, ¿por qué? porque al ser de origen volcánico son estafilitos. Es lo bueno de escuchar al peluquero, digo al guía, que aprendes un montón. Pues eso, me di un leve coscorrón con un estafilito. El mío fue leve pero el de la pobre turista anglosajona que iba delante nuestro fue una hostia de llorar. Regó la cueva de sangre. Estuvieron a punto de cambiar el nombre por el de la Cueva de la Roja. Que por cierto el origen del nombre viene porque al parecer las tierras en donde se encuentra enclavada dicha cueva era de la familia de los Verdes.












A la salida de la cueva ya nos volvimos a reagrupar todos. A Pau le habían dado una sobredosis de somníferos entre Mar y María y le tenía dormidito al pobre. Era media mañana, nos sobraba tiempo y estábamos deseosos de ver cosas. Próxima estación: El Mirador del Río.







Que ni está en un río ni se ve ningún río. Eso sí, es un MIRADOR. Lo pongo con mayúsculas porque es un señor mirador. Está metido dentro de la montaña y su nombre debe el nombre a la lengua de agua que separa Lanzarote de la Isla Graciosa. Hay un mirador acristalado y otro en la parte de arriba al aire libre, y entre medias un restaurante, y una tienda de imanes, cds, bisuteria de roca volcánica, etc, etc. lo que vulgarmente conocemos como souvenirs.

Las vistas desde el mirador en un día despejado son increibles. Desde él se pueden divisar la Isla Graciosa (yo le cambiaría el nombre por el de Maja, porque Graciosa lo que es Graciosa....),Montaña Clara y Roque del Infierno.




Aquí en Lanzarote con la tontería de los volcanes, el fuego, etc, es todo infernal. Tiene a diablillos como símbolos, fuego, etc. Todo lo que sea caliente vamos. Todo esto lo he leído, no es que lo supiera. Me refiero a lo de las islas, no a lo del fuego, lo del fuego lo he aprendido yendo allí. El Mirador del Río, al igual que el 99,99 % de todo lo de la isla fue diseñado, pintado y fregado por el genial César Manrique. ¡Vaya losa que les cayó encima a aquellos que estudiaran arquitectura, escultura, pintura y todas aquellas materias relacionadas con las bellas artes, en la época de César Manrique. Una auténtica putada. El tiempo que vivió César Manrique esta gente estaba amargada, lo único que podían hacer eran construcciones con el Lego y casitas de muñecas, el resto de construcciones las hacía César Manrique. Este tío era Dios en la isla. Y ay de aquel que no le hiciera caso o se atreviera a llevarle la contraria. Le despellejaba y con sus restos hacía una escultura para una glorieta. Bueno, terminada la visita al mirador teníamos que reponer fuerzas, que las del desayuno se habían acabado y había que meterse al cuerpo un tentenpie consistente en una parrillada de pescados para unos, calamares para otros y solomillo para mí, y luego de postre, la tarta de la abuela. Un ligero postre compuesto por unas capas de chocolate, galletas y crema, el cual era tan empalagoso que podía romper un adoquín si se te caía al suelo, estaba bueno. Todo ello lo comimos en el pueblecito de Haría (¿qué me haría?), en el restaurante Dos Hermanos, Two Brothers o Zwei Bruder. No es un alarde de mi conocimiento de idiomas, solo que en la fachada del restaurante estaba puesto en los tres idiomas. Situado en una amplia calle peatonal, en la cual nos comentó uno de los camarero, que los domingos había un mercadillo muy bonito, artesanal, artesanal, "aquí no se ponen negros, no", es artesanal. Ahí dejo el comentario.

Ante tal paliza que llevamos en nuestro cuerpo, paliza y manjares de la tierra canaria, creíamos conveniente echarnos una siesta. Joso y María que ya eran casi expertos en la isla, nos guiaron por las serpeantes carreteras y negros paisajes, pero solo los paisajes era negros, no los artesanos del mercadillo de Haría. Como decía nos guiaron hasta la Caleta de Famara, una bonita playa de 6 kilometros de longitud, ideal para surfistas y dar largos paseos. De hecho Mar y yo nos quedamos tumbados en una de las dunas hechas para resguardarse del viento mientras el resto se iban a recorrer la playa.

Según comentan los viejos del lugar la Caleta de Famara no existía y fue el genial César Manrique el que con un par de excavadoras y un camión logro llenar de arena un paraje en el que solo existían rocas y grandes acantilados. A su vez coloco dos grandes turbinas debajo del agua para crear las olas que atrajeran a los surferos. Hacía de todo.





Una vez recuperadas las fuerzas la noche se cernía sobre nosotros y era hora de volver a Costa Mar, para comprar en el SPAR, escuchar a Luis Miguel y cenar.


Día 4.



Hay que ver lo que nos queda, que no es mucho. El charquillo verde, playa Papagayo y volver al SPAR. A estas alturas del viaje ya ibamos más relajados-cansados y no teníamos prisa ni quien nos la metiera, la prisa claro. El tiempo había mejorado bastante y la temperatura rondaba los 25 grados centígrados, en Farenheit no sabría deciros, pero por ahí debe andar. Primera parada, tras el desayuno Special de Kellogs del Costa Mar, el Charco de los Clicos.





Un charco de color verde al lado de una playa de arena negra preciosa que si estuviera en otro lado diríamos: "Joder, que cerda es la gente", pero como está en Lanzarote pues es muy bonito. Y seguro que César Manrique echó un gargajo un día que pasaba por allí y le dió el color justo para que fuera bonito bonito. Una vez contemplado el verde charco nos acercamos a la playa de arena negra a sentarnos un poco y inmortalizarnos con un par de fotos.








¿Qué nos quedaba por ver? ¿qué?. Playa Papagayo. Camino de la playa nos encontramos unas salinas, que hasta eso es bonito en Lanzarote.





Para llegar a la Papagayo Beach, había que salirse de la carretera asfaltada y entrar por unos caminos de tierra y un paisaje desértico, que no digo yo que el multinombrado Manrique llegara un día y dijera: "Aquí no se hace nada por mis narices", y como era la biblia de la isla pues... Desértico hasta que, como si se tratase de una cámara oculta sale de la nada un peaje para entrar al paraje donde se encuentra la playa. 3 euros. Joso aceleró haciendo un amago de fuga pero duró solo 2 ó 3 decimas de segundo y teniendo en cuenta que llevaba un bebe a bordo desistió de la idea, que si hubieramos ido solo adultos quizá ahora mismo estabamos en el cuartelillo de la guardia civil. Joder que bonita también la playa del Papagayo. Si no fuera por el acantilado cercano podríamos decir que se trata de una playa caribeña. Aguas turquesas, arena blanca, gente bañándose...Caribe total.


Había gente bañándose porque el tiempo invitaba. En cambio nosotros ibamos perpetrados con nuestros vaqueros excepto Joso que iba con sus bermudas y su manga corta. Y el polo opuesto Mar con su abrigo con borreguillo, que no te puedes fiar, que las islas son así, que te hace 25 grados y en un momento se te nubla y estamos a 3 bajo cero. En el chiringo desde donde está tomada la foto, tomamos una cerveza contemplando las vistas, el camarero no sabemos por qué intentó hacer un acercamiento y se nos puso hablar de Formula 1 una vez que se enteró que había valencianos, hablando de Montoya (colombiano) y Hamilton (inglés), vete a la mierda hombre. Seguidamente fuimos a echarnos una siesta burrera a otra playa cercana de la cual no me acuerdo el nombre, lo siento, pero si estaba cerca de la del Papagayo fácilemente podría ser la del Guacamayo o la del Loro de pecho azul. Y el que mejor aprovecho la siesta fue Pau, ¡qué envidia!, ahí en su carrito sin que le de el sol. Porque a un servidor aunque se dio crema el sol le toco la cara un poquito, pero bueno, lo justo para llegar al trabajo en enero y la gente te insulte: "¡Qué cabrón!, ¿dónde has estado?, vienes morenito". Y tú más ancho que alto claro, pero no porque te digan lo del moreno sino porque has comido una barbaridad. Una vez despierto toca comer que ya son las dos y media y desde las nueve y media con un desayunito....Paramos a comer en Casa Emiliano, en el pueblo de Femes. Un restaurante situado en un cerro con unas vistas preciosas.




Aquí en este restaurante como he comentado al principio, pudimos ver lo más feo de la isla. El camarero del restaurante, un tío muy feo. A este no le vio el César, si le llega a ver antes le lleva a Corporación Manriquestética y le deja nuevo. Yo me cegué y pedí una parrillada de carne, pero floja floja estaba. Me equivoqué. El resto pidió algo de pescado y al parecer acertaron. Igual me pasó con los postres, pedí un...atención...un Príncipe Alberto. Consitía en un helado como de chocolate pero empalagoso hasta decir basta. Pero Príncipe Alberto....yo le hubiera puesto ese nombre a otro plato, por ejemplo Trucha Príncipe Alberto. Pero bueno allá el camarero feo con su carta, que ponga lo que quiera.

Y como en todo paquete vacacional, la última tarde que ibamos a estar en la isla, fue la tarde libre. Las chicas se fueron de tiendas y los hombres a los karts. Casi por obligación porque había que comprar a Joso el regalo, que era el día de su cumpleaños y no habíamos comprado nada. Llegamos a los karts y tras unas vueltas salí victorioso. No porque ganara sino porque me seguía llamando Víctor, jajjaja, vomitona de tonterías, como dijo una amiga mía. Echamos dos carreras y ganó las dos Joso, bueno mejor dicho le dejamos ganar Sergio y yo, era su cumpleaños. Y bueno, tras los karts y las compras de las chicas, al Costa Mar a ponernos guapos para celebrar el cumpleaños de Joso. Desgraciadamente Joso en contra de nuestra voluntad nos llevó a un restaurante en vez de ir a comprar cena al SPAR. Pero bromas a parte, cenamos como marqueses en un restaurante de lujo La Tegala.






Un excelente colofón para un viaje extraordinario. Eso sí comimos en nuestra línea pero con mayor calidad. Muchas gracias Joso por la invitación. Caber resaltar a la mujer que nos atendió. Una mujer tiesa donde las haya, que te pedía permiso, perdón o te daba las gracias por todo. Pero la sonrisa...ese día falto a clase la mujer. Todo muy rico. Ah, y fue el único día que en nuestra mesa faltaron el mojo rojo y el mojo verde con sus papas arrugas. Y aquí terminan nuestras andanzas por tierras canarias. Un viaje que recomiendo con los ojos cerrados a todo el mundo. Y en el que yo he aprendido cantidad de cosas. Como que a María le encanta robar. Que a su marido Joso sus amigos no le dejaron ni un cubo de rubik que robar. Que Mar cada día que pasaba quitaba o ponía una visita más a Lanzarote. Que Pau ha disfrutado más que ninguno de nosotros y sin comer tanto. Que Mar no vino conmigo a ver a Fito y mucho menos que se tomó un mini de Ron. Que tras cuatro días de viajes no soy capaz de articular frases que tengan sentido y colocar las palabras en un orden que tengan significado de significar algo que quieras decir en un momento a María (yo creo que se ha entendido).


Nos vemos por ahí.