martes, 19 de mayo de 2015

UNA SEMANA POR ASTURIAS

Día 1. 3 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Tras un viaje medianamente largo (9 horas), llego a Belmonte de Miranda, ya en tierras asturianas, donde pasaré las tres siguientes noches. Sé lo que muchos estaréis diciendo: “Joe, vaya atasco que te pilló”. Pues no. El motivo de mi larga estancia en los caminos de asfalto a lomos de mi caballo de hierro es que me pillaba de paso y fui a ver unas amistades que tenía en Valencia. No me ha pillado nada de atasco y lo he hecho todo del tirón, con sus respectivas paradas para echar gasolina, avituallamiento y necesidades propias de la vejiga. Salí de día con un calor bochornoso y he llegado de noche con frío, lluvia y niebla. No se tratan de tres personajes de los X-Men, son tres fenómenos atmosféricos. Ah, y también venía sueño, pero sin problema, de vez en cuando me echaba un par de horitas en el asiento de atrás y me despejaba, mientras mi caballo de hierro avanzaba. La verdad es que con tal cambio de las condiciones meteorológicas me sentía como si estuviera yendo a Mordor. En un momento dado en vez de ver a la chica de la curva vi a Gandalf. Llegué media hora antes de lo que marcaba el navegador, lo cual me produjo una gran satisfacción y puse a tope la música: “La barbacoa, la barbacoa…” Una vez en la puerta del hotel allí no había nadie, estaba cerrado y eso que la dije a Nieves, la recepcionista, no un fenómeno atmosférico: “Cuando las dos agujas se superpongan una encima de la otra marcando la medianoche mira hacia el noreste”. Ella se quedó en silencio y me dijo: “Llámame al móvil”. Así lo hice. Aparece una chica de entre unos 40-60 años y me dice: “¿De dónde vienes? ¿De muy lejos?”. Yo la respondo: “De la Comarca…digo, de Valencia”. “Claro, por eso llegas tan tarde”. “Estoy eslomao, déjate de gaitas asturianas y dame la llave de la habitación”. “Toma, la 105”. “Trae pa acá que no tengo ganas ni de hacerte la rima”. Me he quitado la ropa he abierto la cama y para adentro que me he metido. Cuando no llevaba ni 30 segundos en la cama oigo un ruido en la habitación. Rápidamente enciendo la luz, y allí estaba: “Mi tesoro...mi tesoro”. ¡¡Era Gollum!! Ya le he dicho: “Mañana te compro un anillo y unos pendientes, ahora déjame dormir”.


Día 2. 4 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Tras dormir como un angelito me he levantado a las 12. Cuando he entrado a desayunar al salón me ha salido una camarera: “¿Va a comer, señor?”. He tenido que disimular: “No, no…esto…¿la salida?” Mi caballo de hierro se había convertido ya en un coche y lo he cogido para ir a ver cómo era el Parque Natural de Somiedo a 20 kilómetros. A medida que avanzaba las montañas iban creciendo y creciendo y yo cada vez me hacía más pequeño. No tenía un destino fijo. Iba yo solo por la  carretera y podía ir despacio disfrutando del paisaje. He parado en un pueblo llamado Caunedo y allí me he tomado una cerveza en la terraza de La Casona de Lolo y las vistas eran espectaculares. El camarero me ha dicho que un poco más adelante había un pueblo llamado La Peral en el que había un mirador desde el cual podía mirar. Hacia allá que me he ido. Al pueblo no se podía entrar con el coche, había un cartel que lo indicaba: “Prohibido el paso (excepto vecinos)”.
La Peral
 Yo he aparcado y me he adentrado andando en busca del mirador donde mirar. Cuál es mi sorpresa cuando estoy callejeando por la única calle del pueblo oigo motores. Me giro y dos coche aparcando…¡dentro del pueblo! En cuanto uno de los ocupantes ponen el pie fuera del coche desde una casa sale una voz de una señora de avanzada edad: “¡¡Ahí no se puede aparcar!!”. El buen hombre de uno de los coches en son de paz le contesta: “Ya, es que en el aparcamiento no hay sitio”. Dicho esto la anciana saca un bastón radiosónico y le desintegra. Yo continúo mi camino hacia el mirador sin mirar hacia atrás. Llego al mirador, llamado el Mirador del Príncipe. Que muchos como yo os estaréis preguntando, ¿qué Príncipe, ni qué ocho cuartos? Yo saco mi navaja multiusos y borro la palabra Príncipe y lo dejo de la siguiente manera “MIRADOR DE REY FELIPE VI O DE LA PRINCESA LEONOR”. Y allí que he echado toda la mañana. Si desde el coche las vistas eran espectaculares, desde el mirador son…
Mirador del Príncipe

 Estaba yo solo. Así que me he sentado y me he quedado disfrutando de la vista y de la paz. Hasta que… ”¡¡¡¡¡mamá, mamá, una vaca!!!!!” Sí. Una pequeña monstruito gritando todo lo que veía. Aviso a navegantes: lo de vaca no iba por mí. Una vaca, una flor, una piedra, una montaña…Todo lo que veía lo gritaba y la madre lo confirmaba: “Sí, una vaca. Sí, una flor. Sí una piedra” En un descuido de los padres, la niña se ha acercado a mí y sin querer la he dado con la planta de mi pie en su pequeña espalda y ha caído mirador abajo. Lo que os decía…el silencio, la paz, la tranquilidad… A la vuelta, y tras esquivar a una niña que agitaba las manos diciendo que se había caído de un mirador o no sé qué, he parado a comer en La Casona de Lolo. Media ensalada mixta, escalopines de ternera con salsa de cabrales y una tarta de queso de llorar. Todo con las mismas vistas que hace un rato os he dicho. He vuelto a Belmonte con el brazo por la ventanilla y cantando el “Viviendo deprisa” de  Alejandro Sanz a 50 por hora. Realmente emocionante. Aprovecho para hacer un llamamiento a la Ministra de Fomento para que haga más anchas las carreteras. Tanto a la ida como a la vuelta del Parque de Somiedo la carretera era minúscula. Estrecha. Pequeña. Diminuta. En un determinado momento me he cruzado con un coche y el conductor me ha tocado un pecho. Me ha gustado, pero no sé…me ha parecido excesivo. Una vez llegado a Belmonte de Miranda he estado dando una vuelta y viendo los rincones del pueblo más pintorescos y con encanto. El río, el bar y el supermercado. He comprado agua en el Supermercado Félix. Y esto es lo que ha dado de sí el día. Os contaría lo que voy hacer mañana pero ni yo lo sé. Ahora veré si hay algo de teletienda hasta que me entre el sueño.

Día 3. 5 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Última noche en Belmonte. Esta mañana he madrugado en condiciones. Me puse el despertador a las 10:00. ¡Cómo un campeón! De repente cuando estoy retozando en la cama, esos minutos que ya conocéis todos, he oído que se abría la puerta. La de la limpieza a las 10:30. Yo me he hecho el dormido. Ella ha debido ver mi pie colgando y ha vuelto a cerrar. ¡Irresponsable! ¿Y si no estoy durmiendo? ¿Y si estoy inconsciente porque me han violado? ¿Y si dos sádicas asturianas me tienen amordazado y abusando de mí? Por esta vez acertó y estaba vivo y haciéndome el dormido. Primera cosa que no había visto en ninguno de mis múltiples viajes: el desayuno del Hotel Las Cruces. No hay nadie. Pero al decir nadie no me refiero a huéspedes, no. Me refiero a nadie, ni de huéspedes, ni camareros, ni personal de hotel…NADIE. El día que entré me dijo Nieves: “Para el desayuno no hay hora. Tú te sirves lo que quieras es buffet” Pero claro es como si tuvieras en tu cocina dos cafeteras industriales, una cámara frigorífica, y toda la bollería industrial posible. O sea yo a las 10:30 de la mañana. Sólo en el salón. Poniéndome cafés como loco, cola caos, tés…etc. Me he bebido todos los zumos que había, naranja, piña, melocotón, pera, manzana, melón, sandía, chocolate, vainilla, arándanos, huevos pasados por agua. No había control. Era lo único que faltaba: condones. En la noche de ayer antes de dormí me hice un crocanti de lo que iba a ser el día  de hoy: Cudillero, Tapia de Casariego, Taramundi, Playa de las Catedrales y Playa del Silencio. Y así lo he hecho. Cudillero ya lo había visto pero no me canso de verlo. Sigo pensando que es uno de los pueblos más bonitos que he visto después de Benidorm. Cervecita rápida y a Tapia. Un pueblo coqueto costero, con un pequeño puerto marítimo rodeado de restaurantes y bares. 
Tapia de Casariego

Antes de comer me he dado un vuelta por el litoral que iba desde el puerto hasta las playas. He pasado por unas piscinas de agua salada. Sí, sí, no me miréis así. Están entre las rocas y lo han acondicionado de tal manera que la gente pueda disfrutar y relajarse en las saladas aguas del Mar Cantábrico. De hecho allí lo ponía en una placa que lo había hecho en el 2002 el Ministerio de Medio Ambiente y Aguas Saladas del gobierno que por entonces presidía D. José María Aznar. 
Piscina de agua salada. Tapia de Casariego.

Un poco más adelante había otra placa diciendo que el alicatado y barandillas de madera para que los niños pesados no volarán piedras abajo, las había hecho el Ministerio de Barandillas y Alicatados del gobierno de D. José Luis Rodríguez. De regreso hacía el puerto para comer, porque este cuerpo aunque lo parezca no se alimenta solo de aire licuado, he ido pasando por delante de pequeños chalets y la mayoría tenían la puerta abierta y de muchos de ellos salía un agradable olor a comida. Pues allá que me he metido en uno de ellos: “¡Qué bien huele Jacinta!, ¿qué está haciendo?” “Pues mira hijo, un pulpo encebollado, y unos cachopos” “Pues me quedo a comer si no le importa” Costa, vacaciones, morro, jeta y todo lo que le queramos echar. Hoy en Callejeros Viajeros: Comer por la cara en Asturias. Evidentemente he comido en un restaurante, no me he atrevido a entrar en casa de Jacinta. Siguiente parada: Taramundi. Árboles, árboles y más árboles y de repente…¡zas!, el pueblo. A mí me ha parecido más bonito el paisaje que el pueblo en sí. El pueblo es un conglomerado de casas de pizarra y tiendas de navajas, que supongo que será por si los del pueblo de al lado les declara la guerra. Porque no pueden vender tantas y tantas navajas sinceramente. Después de visitar 64 tiendas de navajas, vi un cartel que ponía “Mazonovo. Museo del Molino” Y entre paréntesis decía que andando eran 400 metros, así que no me lo pensé dos veces y me fui a por el coche. Mazonovo me ha gustado mucho. 
Mazonovo

Es un museo donde como bien dice el cartel es del molino. La entrada cuesta la friolera de 3,90 € (sin copa), e incluye un video explicativo de cómo ha evolucionado el molino en la historia desde los molinos del antiguo Egipto, que eran manuales, hasta los molinillos de café actuales, pasando por los molinos de Don Quijote y la familia Molina. 

Mazonovo

Después del video explicativo pasas a ver dos tipos de molinos: el brasileño y el asiático. Os los explicaría pero lo vais a ver mucho mejor en Google o en la Wikipedia o en molinos.com. La visita merece la pena y os la recomiendo. 

Mazonovo

Mazonovo. Estaba petado de niños, no digo más. ¡¡Las 17:30!! La marea baja en la Playa de las Catedrales es a las 18:11. 

Playa de las Catedrales

Mi corcel negro cabalga hacia la playa. No sé  si llego a la Playa de las Catedrales o a una manifestación del 1 de mayo. Había 5.343.382 personas en la playa en ese momento. Aparco el  coche de lado sobre dos ruedas y salgo por el radiador. Hubiera preferido ir cuando hubiera marea alta porque seguro que hubiera estado más cómodo. Pero bueno, es lo que había y las figuras realizadas por la erosión del agua eran realmente espectaculares. Termino mi periplo por la playa y cuando me encamino a subir al parking, me encuentro lo nunca visto, tengo que hacer cola para salir. Menos mal que aún quedaba tiempo para la marea alta, porque no quiero imaginarme lo que debe ser eso cuando llegue la marea alta. El tsunami de Japón es un escupitajo comparado con eso. Ahí cada día tiene que morir gente y nadie se entera, estoy seguro. 
Playa de las Catedrales

Se los traga el mar y no deja ni rastro, seguro. Me pongo a salvo y con el sol cayendo me dirijo hacia la Playa del Silencio. Hay que llegar a un pueblo llamado Castañeras y una vez aparcado hay que bajar andando a la playa…. Una pendiente que se baja como si nada porque es muy inclinada (luego a la subida os lo digo). La playa es una pasada. 
Playa del Silencio

Poquísima gente (luego os lo diré también), un grupo de franceses, una pareja de gays, un fotógrafo, un pescador, una pareja con un dálmata y yo. Allí me quedo mirando el horizonte hipnotizado y porque tenía una paliza en el cuerpo que no podía hacer otra cosa. ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué…”¡¡¡¡Mamá, una ola, una piedra, una concha…!!!” ….  ….. ……… Lo dicho: ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué…”perdona, ¿has visto una niña pequeña por aquí?” “¿Una niña que iba gritando todo lo que veía?” “Sí, sí, ¿la has visto?” “Sí, sí. Hará cosa de un minuto iba andando con una piedra de 30 kilos atada al pie y se dirigía hacia el horizonte. Donde se junta el cielo y el mar. De nada”. El sol ya estaba diciendo adiós, junto con la niña. Yo miré hacia arriba y solo veía escaleras. Al único que no entendí que hacía allí abajo era al pescador. No hay ríos, mares y playas a ras del suelo para pescar que te tienes que venir al sótano -5 de Asturias. 

Playa del Silencio

Acabo de llegar a Belmonte. Es de noche. Me he encontrado la factura encima de la cama y luego a la recepcionista donde he ido a cenar: “Víctor, te he dejado la factura en la cama”. Así que mañana me llevo todos los zumos para mi próximo hotel.

Día 4. 6 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Cambio de residencia. Una última cosa antes de dejar atrás  Belmonte. Se me olvidaba hablaros de las toallas. Yo no sé si por falta de transporte o porque le pilla mejor otro  hotel, pero el caso es que el señor Mimosín no ha tenido a bien a pasar unos días por el Hotel Las Cruces. El ducharme o lavarme o cualquier otro acto que conlleve secarse después es como un tacto rectal. Es algo que sabes que es necesario pero que no va a ser agradable. Sabía que tenía que ducharme y lavarme. Pero pensar que después me tenía que secar…se me saltaban las lágrimas. Las toallas eran blancas como los dientes de Baute, pero raspaban como la barba de Isabel Pantoja. Y ya no os quiero contar si tenía que secarme alguna parte donde me había dado un poquito el sol y lo tenía quemado… He robado una y la llevo a modo de arma debajo del asiento. Aunque lo mismo me lo pueden considerar arma química. Seguramente que el gas mostaza sea betadine comparado con lo que te produce las toallas. He recogido las cosas y he salido de Belmonte. Adiós Belmonte. Antes de ir a mi nueva residencia he parado en un pueblo llamado Tazones. 
Tazones

Un pueblo pesquero con casitas de colores y una pequeña playa. He estado poquito tiempo, pero muy bonito. Y ya que estamos, os contaré la breve historia de Tazones. Carlos V en 1517 venía de uno de sus innumerables cruceros de singles por los mares. Antiguamente no había GPS y se guiaban un poco pues por lo que iban viendo por la costa, por alguna piedra, algún alga o alguna botella de plástico que había en el mar. Pero un día tras una noche de farra en uno de sus galeones, pues con el resacón que llevaban se perdieron  y el barco fue un poco a su bola o a la deriva que dicen los marineros. Con tan buena suerte que fueron a dar a una calita con tres o cuatro casas de colores. Y claro, los naturales del lugar no estaban acostumbrados a que galeones de singles llegaran a sus costas. Cuando Carlos V  sus secuaces tomaron tierra pues empezaron a pedir pensando que era otra parada más del crucero. Que si cerveza, que si ron, que sin whisky, que si calimocho, que si poleo menta (?). Y el alguacil que estaba echando una partida con el boticario y el sargento de la guardia civil les dijo que lo único que tenían era leche.  Y Carlos V dijo: “Pues vale”. Entonces los oriundos les dijeron: “Allí tienen las vacas. Aprieten las ubres y saldrá la leche”. Y Carlos V les dijo: “No hombre, no, ¿no tienen algo donde darnos la leche?” Y el boticario dijo: “Sí, unos tazones” “Pues que rulen”. Y de ahí vino el nombre de tazones. Luego hay leyendas que dicen que si fue por los cortes de pelo que llevaban a tazón pero no es muy creible. Es que luego por la tarde no he ido a ningún pueblo, he venido directamente al hostal y no he salido. Me he echado una siesta de 89 minutos y 32 segundos, me he quedado como tonto viendo las montañas, he cenado y a roncar. Por eso la historia de Tazones, para ocupar hueco.
P.D. Por cierto la historia no es del todo cierta pero algo de verdad hay. Echad un vistazo a la Wikipedia.

Día 5. 7 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

El día de hoy es parecido o semejante al de ayer, no he hecho mucha cosa. Como estas tierras son vastas y amplias pues viene mucha gente conocida y desconocida. Hoy mi caso ha sido el primero y he quedado con unos amigos en Potes. 
Potes

Sí, ya sé que Potes es provincia de Cantabria, pero no me apetece abrir un Diario de Cantabria. Porque sé lo que pasa, que abro uno de Cantabria y vendría el típico toca-narices: “¿Y por qué no abres uno de cada pueblo?” “Podrías abrir uno de cada bar que vas” “Podrías escribir una historia de cada paisano que te encuentras”. No. He ido a desayunar y le he pedido un café con leche al camarero y tenía pensado acompañarlo de algo de bollería que tuviera por la barra, pero se me ha adelantado y me ha dicho: “¡¿Y unas tostaditas?!” Yo me he asustado y le he dicho muy crecido: “¡Venga coño!” Pues bien, dicho lo dicho, esta mañana he encaminado mis cuatro ruedas a Potes. Que lo tengo relativamente cerca pero cuando he visto lo que tardaba en el navegador se me ha alisado el pelo de la espalda. Pero la verdad es que ha merecido la pena por el paisaje del viaje. Eso sí, todo por carreteras en las que los conductores te tocaban los pechos, te cambiaban de canción en la radio y se encendía un cigarro con tu mechero. Pueblo con casitas de piedra y muy bonito para patear. Como mañana voy a realizar la Ruta del Cares he decidido que hoy debería tener unas comidas ligeras, así que cuando los demás pedían manjares 100% colesterol y 100% grasa, yo me he decantado por un cocido lebaniego, con su carne, con su chorizo, con su morcilla, y con sus costillitas. De postre un flan de queso y para rebajar un té verde, con sacarina por supuesto. El sitio se llamaba El Cenador del Capitán, era como una especie de despensa de las casas antiguas y con aperos de antiguamente colgados en el techo. Lo recomiendo. Y ya para acabar el día hemos ido a ver una iglesia de estilo mozárabe, hecha por mozos árabes de la época: Santa María de Lebaña. Incrustada en medio de la montaña, os aseguro que yo no iba a ser de los que iban a rezar el rosario allí todos los días. Como diría el chiste, allí no va ni Dios, a no ser que le lleven en coche. Una pequeña iglesia que nos cobran 1,50 € la entrada con una breve explicación de una mujer que se veía que se la sabía de memoria y la soltaba de carrerilla. En un momento dado de la explicación alguien ha hecho una pregunta, la mujer le ha mirado raro, los ojos se le han puesto en blanco y ha empezado a echar chispas por la espalda produciéndole un cortocircuito. La mujer ponía buena intención pero el humor y ella estaban reñidos. Y ya, cada uno nos hemos ido a nuestra residencia y yo hoy a dormir prontito que mañana me espera la temida Ruta del Cares.
Nota: Os habréis dado cuenta de que no he hecho ninguna broma con Potes. Pero podría haber potado el cocido.

Día 6. 8 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Hoy he dedicado el día a la Ruta del Cares. Me acosté con muchas nubes y por la noche las nubes no defraudaron. A mitad de la noche empezó a tronar. Me desperté pensando que pudiera ser algún efecto del cocido lebaniego del día anterior, pero no, era una tormenta que se había desatado en los mismísimos Picos de Europa. Me gustan las tormentas pero entre tanta montaña y piedra impone un rato. Había puesto el despertador a las 8 de la mañana para no pillar mucho calor. Y el móvil muy obediente sonó a las 8 en punto. Subí la persiana y no veía el pico que tenía enfrente del hostal y lo de descubrir la Ruta del Cares empezaba a sonar a misión imposible pero sin Tom Cruise. Así que bajé la persiana me volví a arropar y a dormir otro rato. Pero algo o alguien me dio una colleja, me quitó las sábanas y me puso la mochila. Y a las 9:57 estaba desayunando, mirando al cielo y preguntando al camarero si creía que iba a llover. Mirando al cielo muy circunspecto me dijo: “Hoy daban agua”. Pues como daban agua le pedí dos botellas y arranqué. Nublado. No asomaba el sol por ningún lado. 12 kilómetros ida. 12 kilómetros vuelta. Aproximadamente 4 horas ida. 4 horas vuelta. Y nublado. Los dos primeros kilómetros me animan a pensar que va a llover seguro. Yo no veía el final. Pero al poco rato encuentro un cartel de señalización: “Tiempo para llegar arriba: No hay”. 
Ruta del Cares

Lo que me imaginé, aquello era una trampa y lo peor de todo…no había vuelta atrás. Empieza el desfile de senderistas, bien porque me adelantaban, bien porque hacían el trayecto inverso o bien porque los adelantaba, estos últimos los que más ya que las velocidades que podía alcanzar eran de escalofrío, y más cuando tropezaba y caía rodando por las cuestas. Y cuando digo el desfile, lo digo porque aquello era una pasarela. A los 20 metros de poner un pie en la ruta me encuentra a una pareja que le dice a su perro miniatura: “¿Estás cansado?” El perro lógicamente no habla pero le mira como diciendo: “No te he entendido”. La dueña le coge y le mete en el bolso con la cabeza por fuera. Y yo me decía: “A ver si hubieras tenido narices de hacerle la misma pregunta si el perro es un dogo alemán”. Ya me habían advertido que los dos primeros kilómetros eran los más duros pero que luego era todo llano. Y los 48 foros que había leído anteriormente ninguno se había equivocado, excepto uno que ponía que era el primer kilómetro y medio y que fue el que me animó a hacer la ruta. Siguiente actor de reparto en la ruta, mejor dicho, actores. Padre e hijo. Padre de unos 50 años y niño de unos 10-12 años. De los pocos que me adelantaron. Ambos sin camiseta y con pantalón corto rojo. Miro si sus zapatillas llevan ruedines, motor o algo por el estilo. También observo que no llevan bombonas de oxígeno adheridas al cuerpo. Padre e hijo hablando entre ellos como si tal cosa, comentando el peso del perro de la primera chica: “Ese perro quizá pese más que tú, hijo. Ja, ja, ja” Todo esto dicho con una vez parecida a la de Constantino Romero y a una  velocidad que levantaba polvo a su paso. Y como padre responsable que era iba delante y el niño detrás por si acaso el niño cayera el padre pudiera verlo con el ojo del culo y socorrerle. Estos últimos iban andando, pero ¡ay amigos!, llega el momento que a lo lejos veo a algo parecido a una persona que viene corriendo. Y sí, no es algo parecido, es una persona. Una persona adulta. Una persona adulta que sabe que si da una mala pisada o tropieza corriendo seguramente se va a hartar de comer piedras, hierbas, cabras, cacas de cabras, encinas, pequeña fauna que no se vea desde arriba y por último, si tiene la suerte de caer con la boca abierta, echar un trago de agua en el río Cares. 

Ruta del Cares

Yo a medida que se va acercando yo me pongo nervioso buscando un sitio donde resguardarme y que no me vea. Porque si ese señor tropieza justo en el momento que se cruza conmigo, en las centésimas de segundo que se eleva del suelo camino del precipicio, intentará buscar algo a lo que agarrarse, y mi mochila Puma es de un color naranja fuerte y la llevo asida a mi espalda por mis hombros. Y si ese señor agarra con la uña de su dedo meñique mi mochila, sin querer o queriendo, eso es lo de menos, Víctor iría a un banquete al cual no ha querido ser invitado de piedras, hierbas, etc. Conseguí mimetizarme con un árbol y el hombre pasó corriendo y yo por si acaso, salvé mi vida. Como podéis suponer el camino es muy estrecho, en torno a los dos metros o menos en algunas partes. Llego a una pequeña zona de piedras donde se encuentran las habituales del camino: las cabras. Allí se encuentran sabiendo de sobra que la gente que pase les va a  dar de comer se van hacer selfies con ellas y les van a azuzar a los perros. Las cabras si ven que abres una bolsa, mochila o algo parecido van a embestirte. A veces aciertan pero a veces, como es mi caso, en el que saqué un agua no. Lo siento cabra, pero solo tengo una tableta de chocolate (aparte de la de mi abdomen) por si me flaquean las fuerzas y no te la puedo dar. Pero es que en el caso de que fuera un superhéroe y no me flaquearan las fuerzas en 20 días, no te voy a dar una tableta de chocolate y que me  chuperretees la mano. No soy tan imbécil como el resto de senderistas, que dan su comida, se hacen la foto y ya. ¿Qué tiene eso de gracioso? Así pasa luego que hay obesidad caprina por culpa de estos insensatos, y las cabras no pueden con su culo, se despeñan por el peso y se matan. No estamos cargando las cabras del Cares. No digo más. Después de esta reflexión sobre las cabras, vamos a lo que realmente importa que es el paisaje. Podréis ver mil fotos y mil videos pero jamás os podréis hacer una idea de cómo es el desfiladero. A cada paso que demos miremos a donde miremos vemos un paisaje más sorprendente al anterior. Verde, montaña, el río…es un espectáculo. Capítulo aparte merecen los valientes que se hacen la ruta en chanclas, un aplauso para ellos. Y aunque menor pero también merecen un aplauso los que lo hacen en vaqueros. Hoy no ha hecho mucho calor la verdad y el sol ha aparecido poco. Pero no me quiero imaginar yo esos vaqueros con 30 grados y 8 horas de trayecto…Cuando se los quiten tienen que andar solos y bailar el Coyote Dax, la Macarena y el reggaetón. Otra cosa curiosa que no es la primera vez que me pasa es el tema del saludo. ¿Por qué nos saludamos con la gente con la que nos cruzamos? “Hola” “hola”. Hace tiempo mi hermano me comentó algo al respecto después de venir de la Sierra de Gredos y haber subido a la laguna. “¿Por qué tengo que saludar a alguien que no conozco y seguramente no le voy a volver a ver en mi vida y si le veo no me voy a acordar de él?” Y es cierto. Además de que hay gente que los saludas y no te responden. Así que yo decidí saludar a 4 sí y 2 no.  Y si te cruzas con una familia…¿a quién saludas? ¿al primero de la familia? ¿a todos? Si llevan perro ¿le tienes que hacer una caricia al perro? Ahí lo dejo. Una vez que estamos llegando al final el camino pasa por unos túneles excavados en la tierra y en los cuales he tenido que ir agachado gran parte porque los habitantes del lugar antiguamente eran de estatura media y no de una raza como la mía, rubios, altos y musculosos…bueno, que no eran muy altos vamos. Y claro para los niños era una atracción, como el pasaje del terror: “Uuuuhhh, que miedo” “Aaaah, mamá que oscuro” ……  Y retumbaba en las paredes y producía eco, y era bastante molesto, no solo para mí. La Ruta del Cares se hizo con el fin de transportar el agua a través de un canal  hasta la central eléctrica Camarmeña que está al lado del hostal donde me alojo. Para ocuparse del mantenimiento del canal construyeron la Ruta. Hay gente que únicamente hace un trayecto de la Ruta y luego cogen un coche, taxi o bus para volver al lugar de origen. De hacerse de esta manera se tiene que dar un rodeo bastante considerable ya que estaríamos hablando de 100 kilómetros aproximadamente. Terminado el trayecto de ida llego a Caín, un pueblo a los pies del río y que es donde toda la gente toma su bocadillo, su tentempié o se fuman un porro, eso ya  a gusto de cada uno. Yo me hice una tortilla de langosta y carabineros con reducción de Pedro Ximénez. Mientras comía metí los pies en el río. Al lado mío tenía dos osos polares con bufanda y un pingüino con una batamanta. Esa agua era hielo puro. Una vez terminé la comida los pies eran dos cubitos de hielo. Pero como dice el dicho: pies fríos, corazón caliente. Me los puse en el pecho y cogí el trayecto de vuelta. Al poco de ponerme en marcha entre los macizos y demás oigo un brrrruummmm. O estaban haciendo la Ruta una batukada o era un trueno. Así que me enfrenté al cielo y le dije: “no pienso correr”. Un segundo trueno no me hizo correr pero si andar como si estuviera meándome. Al tercer trueno ya acompañado con gotas, salí corriendo tirando a varias personas y cabras por los precipicios. 
Ruta del Cares

Cuando me faltaban los dos últimos kilómetros, cuesta abajo esta vez, me crucé con un señor que más bien parecía francés, alemán o danés, y me dijo: “ya queda poco, de verdad”. Yo le miré y le dije: “Será a ti porque yo hasta el día 1 de septiembre no curro”. Por la noche en la cama me di cuenta que se refería al camino. Y cuando ya parecía que nadie me iba a quitar la gloria, cuando empezaron a sonar las fanfarrias y la gente me aclamaba a los lados del camino…cuarto trueno y la lluvia aprieta un poquito. 
Ruta del Cares

Ya no podía andar como si me fuera meando porque directamente me lo hice cuando empezaron a caer más de 3 litros por segundo y a mojar la piedra por donde mis pies de bailarín iban pisando. Al final pisé carretera. La misma carretera que me llevaría al hostal, al hostal donde tengo mi habitación, a la habitación donde tengo la ducha…y así sucesivamente. Cuando me asomé por la ventana de mi habitación pude ver que el cielo se había esperado a que estuviera a buen recaudo para soltar el agua. Llovió, llovió y llovió hasta que curiosamente dejó de llover. Y le dije al camarero: “Era verdad. Hoy daban agua. A mí dame una coca-cola de momento.”

Día 7. 9 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Penúltimo día en Asturias. Después de la paliza de ayer preveo un día tranquilo. Llanes, la bufones de Pria, la Playa de Gulyupiri o Gulpiyiri o Gupilyiri…la playa esa que se mete dentro de la tierra. Mi café con leche, con mis tostadas, mi bollito relleno de chocolate y mis galletas. Todo ello mientras leo el periódico. La Nueva España. Leo en la sección de Asturias que encuentran a varios niños en las orillas del río Cares a su paso por la Ruta. Rápidamente recorto el retrato robot del presunto infanticida, que sospechosamente es parecido a mí. Me pongo mis gafas de sol y me monto en el coche camino de Llanes. Por el camino recibo la llamada de una amiga: “Víctor, estamos en Arriondas. Hoy es el Descenso del Sella. Vente”. Bueno, pues mira, una nueva etapa, veo tranquilamente la salida de las piraguas y tomo una cerveza con mis amigas. Llego a la glorieta que  conduce a Arriondas y la Guardia Civil me dice que hasta las 2 de las tarde no estará abierta. Así se lo hago saber a mis amigas y marcho a Llanes para verlo mientras. De camino a Llanes veo una pancarta “San Roque del Acebal. Mercau Tradicioneu. 9 de agosto.” ¡Es hoy! Giro las ruedus de mi Fordu Fiestu y voy pa alleu. A la llegada al parking un rapaz se abalanza a mi ventanilla. Yo asustado le grito: “¡No. Yo no fui. Esos niños se cayeron solos!” “¿Perdón?” Me di cuenta de que no era guardia civil y que no venía a arrestarme. “¿Qué deseas majo?” “Vendo números para la rifa de un televisor de 32 pulgadas” “Así me gustan. Emprendedores. Con gente como tú acabamos con el paro”. El mercado ocupaba 23 metros, 6 puestos, de los cuales 5 eran de productos típicos y uno de navajas para cortar el chorizo y el queso que comprabas en los 5 anteriores. Todo ello amenizado por una gaitera y una tamborilera que recorrían el mercado de arriba abajo, o sea que en media hora que pude estar me hice amigo de la gaitera y le di mi teléfono, y la tamborilera me hacía ojitos. Después de comprar nada volvía a Arriondas a ver si habían abierto ya la glorieta. Según iba llegando a Arriondas aquello me recordaba a Walking Dead. Cientos de personas andaban por los arcenes de la carretera yendo y viniendo, o mejor dicho deambulando con diferentes vestuarios de los más variopintos. A la entrada del pueblo una explanada llena de coches y caravanas, y es cuando empiezo a pensar que mis amigas no están en una terraza tranquilamente tomando una cerveza. Le pido a mi amiga que me mande ubicación. De camino a la ubicación recibida, un hombre con sombrero de paja y un mini de algo en la mano se acerca a mí abriéndose paso entre la gente con cara de pocos amigos. Se me acerca al oído me dice: “Me gusta tu camiseta”, seguido de una carcajada. Su camiseta era igual que la mía. Nos dimos un abrazo y seguí mi búsqueda. La ubicación era la calle del desparrame, esquina con la borrachera en el barrio Viva la Virgen. Allí estaban mis tres amigas con unas gafas con un molino de viento en cada ojo. Abrazos, balbuceos y demás las delatan: van medio ebrias. Cuando me quise dar cuenta tenía unas gafas de colorines, una botella de sidra en una mano, un vaso en la otra y otra botella en mis entrañas. A medida que pasa el tiempo el desmadre sube niveles de dos en dos. La gente no traía botellines, traía cajas. Y no se las bebían se las echaban por encima. Delante de mis narices una chica echaba la mitad de un tercio de cerveza encima de la cabeza de un tío y la otra mitad se lo echaba por donde la espalda pierde se nombre. La “gracia” se extendía cual ébola por la plazuela de 3x7 metros y era difícil que no le tocara al servidor. Por suerte no me tocó, aunque lo estaba deseando la verdad, porque entonces pongo el modo “sin filtro” y empiezo a romper botellines en la cabeza de más de uno. La gente caía al suelo y se levantaban como un resorte, y no porque estuviera resbaladizo precisamente. Un hombre desnudo dentro de un tonel. Una despedida de soltero con el novio vestido de mujer pechugona. Uno con un tridente. Cuatro o cinco negros (de verdad) vendiendo gafas y sombreros. Era como un programa de José Luis Moreno pero con gente normal. Solo faltaba un colaborador del “Sálvame” y la mujer barbuda…bueno no, esta última estaba, y muy borracha por cierto. En un momento de lucidez, una de mis amigas dijo: “Vamos a comer algo”. Entonces la línea ascendente de sidra y demás excesos se paró y aproveché para meter mi cuña publicitaria: “Yo creo que me voy a retirar, si os acerco a algún lado…” Se les abrió el cielo y vieron a San Pedro reencarnado en mí. “Pues sí, llévanos a Cangas”. Dicho y hecho. Las dejé en Cangas y regresé a mi idílico hostalito en Poncebos. De camino al hostal seguía en mi papel de San Pedro y recogí a una danesa y una alemana que iban haciendo dedo. Solo fueron un par de kilómetros lo que las llevé a lomos de mi corcel negro, así que no les dio tiempo a aprovecharse de mí. Ingenuas. Sin quitarme la etiqueta de San Pedro llegué al hostal a tiempo para mi última cena. Con las manos oliéndome aún a sidra. Me duché y las manos seguían oliéndome a sidra. Y juro por lo que más queráis que mi gel no era de sidra. Ya no sabía que cenar porque el menú del hostal era bastante limitado, sólo tenían huevos y patatas fritas, acompañado con lo que más rabia te diera. Lomo, ternera, picadillo, trucha, etc. Pero en el último momento vi al final de la carta “Ensalada Poncebos”.  Y eso es lo que necesitaba mi cuerpo, una ensalada. Así que le dije al señor Poncebos: “Ponme una” “Es granduca ¿eh?” “Da igual, vengo de Arriondas, he llegado a Asturias atravesando cimas de nieve, lluvia, y niebla, he hecho la Ruta del Cares, he lidiado con cabras y niños gritones. ¿Y tú me vienes ahora a decir: “Es granduca”? Ponme dos.” Al final me he tomado una y la otra la he dejado, yo soy muy chulo.


Día 8. 10 de agosto de 2014
Pajares de Adaja (Ávila)

Último día de mi travesía por tierras astures. Se ha levantado un día soleado y el paisaje ganaba mucho con las montañas en todo su esplendor. Me despedí del personal del Hostal Poncebos y me regalaron un llavero. El último día como podéis imaginar no ha dado para mucho. Llanes y Cangas de Onís, y poco porque a mitad de la mañana los duendes del cielo han aparecido y han vuelto a descargar su ira en forma de lluvia y nubes negras. Fotos de rigor en Llanes a los Cubos de la Memoria que son unos cubos que hay en un espigón y están grafiteados pero con clase. 
Llanes



Llanes

Compra de regalos y a Cangas. 
Cangas de Onís

Y en Cangas la lluvia ha arreciado pero no lo suficiente como para impedirme una foto al típico puente románico con la cruz colgando. Dos últimos regalos. Cerveza con mis amigas “amigas de la sidra” y a Pajares de Adaja.
Y aquí estoy. Terminé el viaje. Con toda mi documentación en regla. Me quito media espinita del viaje de la Provenza que algunos recordareis que no acabé por los motivos que ya sabéis. Me he propuesto terminarlo el año que viene ambas cosas, el viaje y el diario. Recomiendo Asturias a todo el mundo. Por sus montañas, por sus costas y sus gentes, que han sido maravillosas. En otra semana o en otro puente o un fin de semana, pero volveré a Asturias porque tiene mucho que ver y a muchos a quien ver. Gracias a todos los que me habéis mandado algún mensaje a lo largo de mi viaje, habéis hecho que fuera un poco más acompañado. Y espero que os haya gustado el diario y os haya conseguido sacar una sonrisa porque a mí mismo me ha conseguido sacar muchas, así soy de simple, jejeje.
Un saludo.

P.D. Ningún niño ha sufrido daño alguno en el transcurso de mi viaje por mi culpa. 
Cangas de Onís