miércoles, 9 de septiembre de 2015

GALICIA. DE FIESTA Y COMIDA

Domingo. 19 de julio de 2015-Sangenjo (Pontevedra)

Buenas, amigos. Bienvenidos a un diario más de mis humildes viajes que a bien tengo contaros. Este año toca Galicia. Un viaje que me llevará por las verdes tierras del norte. A diferencia del año pasado en Asturias este viaje lo haré acompañado. No, no me he echado novia . Como os decía en este viaje me acompaña en un principio mi amigo Juanjo y más adelante se nos unirá Joaquín. No podían creer lo que en anteriores diarios habían leído y decidieron acompañarme para comprobarlo.
Salimos Juanjo y yo hoy de Madrid en coche. El porqué de salir un domingo es por varias razones: la gente está en misa y el atasco que podamos encontrar es menor. Dicha la tontería llegamos a nuestro primer destino que es Sangenjo o Sanxenxo o Saintgenjo o Sanchencho, dependiendo del idioma que utilicemos para referirnos a él. En el trayecto empleamos alrededor de 6 horas y media con una parada de rigor en Mombuey o Mombuey o Mombuey (en todos los idiomas se dice igual), pueblo de la provincia de Zamora para estirar las piernas y tomar una Pepsi, “no tengo Coca-Cola, majo”, y un bocadillo de lomo embuchado, “la cocina está cerrada, majo. Solo bocadillos fríos”. La temperatura baja radicalmente de los 35 grados de Madrid a los 24 del coche y finalmente a los 21 de la zona de Sangenjo.

Sangenjo

Hotel El Puente. Será nuestro alojamiento durante las tres primeras noches. Un hotel de 2 estrellas en primera línea de playa, pero por el otro lado, es decir que nuestra ventana da a la carretera. Si queremos tener vistas al mar, tenemos que aprovechar el momento que pasan a hacer las habitaciones, dejan la puerta abierta y asomarnos, cosa que de momento no ha ocurrido, pero os avisaré si llegara a pasar. Tras comprobar los colchones decidimos ir a dar una vuelta, ver los alrededores y cenar algo. Hacemos lo típico que se suele hacer en estos casos, que es preguntar a la recepcionista. Una chica correcta y educada pero a la que la sonrisa se le había ido de vacaciones. Lo típico es preguntar a la recepcionista, pero lo que no es típico es que la recepcionista además de ser una triste, era una pesada. Nos habló de cada negocio y comercio que había en el pueblo, horarios de apertura y cierre, especialidad, como se llamaban los camareros, cuánto pagaban de alquiler por el local, tiendas, bares de copas, zapaterías, maestros artesanos del roble… Sólo queríamos saber dónde tomar algo, no una master class de Sangenjo.
Con las “breves” indicaciones de la recepcionista nos encaminamos a la zona de taperías y echamos un vistazo para ver cuál puede saciar nuestros anhelos culinarios. Nos habían hablado bien del “Berberecho”. No había mesa así que nos quedamos en una mesa alta y nos tomamos un par de dobles de cerveza 1906 Estrella Damm, cada uno y cómo no, una de pulpo seguido de un revuelto de zamburiñas con queso de Cebreiro.  El trato exquisito y la comida exquisita. Recomendado 100%. El martes decidimos reservar mesa en condiciones para picar…”algo más”.
En un principio la idea era la de ir tomando una caña en cada tapería acompañada de su respectiva tapa, pero era el primer día y no tenemos 20 años, así que no convenía hacer muchos excesos por el bien de nuestra salud y la salud de los Sangenjeños. Así que decidimos tomarnos algo más e irnos a tomar una copa. Una de navajas, una de mejillones y unos pimientos del padrón, todo de la mar menos los pimientos y la cerveza. Los pimientos no estaban en el plan previsto pero al comenzar a llover no tuvimos más remedio. El postre lo perdonamos y nos fuimos a por la copa directamente. Nada más de llegar a la zona de marcha nos asalta un relaciones públicas con acento de la tierra diciéndonos que hay una fiesta árabe en su garito, el Buddha-Bar, copas a 5 euros, gente disfrazada, sorteos, bailes, etc. Nos dejamos engañar. Total solo va a ser una copa, veníamos muy cansados del viaje. El relaciones deja el recado de que nuestras copas son a 5 euros a una camarera vestida en plan danza del vientre pero con la falda 8 dedos por encima de la rodilla y 2 por debajo de la cintura, y un corpiño de moneditas que según iba poniendo las copas nos amenizaba la espera con el tintineo de las moneditas al chocar entre ellas…y luego también era agradable de ver. Al igual que las cuatro restantes camareras. Y un camarero de color, negro para más señas, que iba con un pañuelo estilo jeque a la cabeza, lo cual sumado a sus 2 metros y pico pues daba al servicio del Buddha-Bar un atractivo que no tenía por ejemplo la tapería “El Pulpo Travieso”, que no la vi pero tiene que existir. Los camareros no paraban de hacerse fotos con nosotros, ¿o era al revés?, bueno, nos tomamos una más y nos fuimos…al “Cany Bar”, que estaba cruzando la calle y había 7 personas más que en el Buddha-Bar, o sea 9 contándonos a nosotros. Nos tomamos un par de ellas más pero vimos que la fiesta se trasladaba al Buddha-Bar y las copas eran más caras en el Cany Bar, así que desandamos lo andado y volvimos con nuestro amigo Fall  que era el camarero y le convencimos de que nos cobrara una copa más a 5 euros. Le mentimos, fueron tres más. Pero como dijimos al salir no podíamos irnos muy tarde al hotel así que a las 5 a.m. estábamos ya arropaditos como buenos chicos. Por suerte no estaba Doña Entusiasmo en la recepción y no nos explicó el funcionamiento del ascensor y apertura de puerta de la habitación, y así pudimos dormir rápido.
  
Lunes. 20 de julio de 2015. Sangenjo (Pontevedra)

Debieron ser las navajas o los pimientos, pero algo no nos sentó bien la noche anterior, ya que, tanto Juanjo como yo no teníamos el cuerpo muy católico. Aun así decidimos visitar la playa de Silgar. 20 minutos aguanté al lado de Juanjo, de 14:00 a 14:20. Sentía por momentos que el astro rey se cebaba conmigo y mi piel, como siempre en estos casos, empezaba a coger un tono…como dicen aquí, vermelho. Me había echado crema, pero no sé si fue pastelera porque aquello no repelía los rayos UVA ni los rayos PERA, yo me estaba quemando. Es más en cuanto llegué al hotel saqué dos tiras de panceta y un huevo frito y me los hice sobre el codo.

Playa de Silgar (Sangenjo)

A eso de las 7 de la tarde decido ir a buscar a Juanjo que supongo que estará tomando algo en una terracita o dando una vuelta por el pueblo. No. Seguía en el mismo metro cuadrado de playa que le había dejado. Para los que no conozcáis a Juanjo es una persona que ya ha llegado a las vacaciones estas con un tono de piel marrón, tirando a un negro roto. Todos los planes de ir a ver cosas, es decir, Cambados, O Grove, Combarro, Sinbarro…se habían esfumado por nuestra indisposición alimenticia. Así que decidimos ir a Portonovo, que es el pueblo que está al lado y que se encuentra a 30 minutos paseando tranquilamente, tomarnos allí una cerveza o una Pepsi y cenar en un lugar llamado O’Buraco (El Burraco, creo), que conocía Juanjo de una anterior visita y que tenía fama de comerse bien.
Ya que íbamos con tiempo fuimos a comprar algo para el día siguiente que íbamos a ir a visitar las Islas Cíes que según habíamos leído en foros de distintas páginas viajeras y de arquitectura moderna, la comida en la isla era muy cara al igual que la bebida. Nos ocurrió algo curioso en el supermercado donde compramos, Supermercado Diego Lores, al pagar la cuenta que fueron 6 euros el cajero-dueño del supermercado nos dio el ticket de compra y le dijimos que no se preocupara que no nos hacía falta, a lo cual él nos contestó: “sí, para que hagáis números”…(¿?). 6 euros entre 2, tocamos a 3 euros, pero bueno.
Tras hacer la compra nos fuimos ya al O’Buraco. La cena del día anterior había sido dura y la noche también así que no quisimos abusar y pedimos un pulpo a la gallega, unos berberechos, unas almejas a la marinera, una caldeirada de raya, una fritura de jureles y sardinas y un flan de queso y una tarta de queso. 
Almejas a la marinera en O'Buraco (Portonovo)
Todo regado con un par de botellitas de agua y acompañado por un tío que tocó la guitarra durante toda la cena. Su repertorio se componía principalmente de canciones de cantautores tales como Loquillo, Miguel Ríos, Navajita Platea, Silvio Rodríguez, Antonio Flores, Antonio Vega, Los Panchos, etc. El concierto/tostón/murga fue de menos a mal. Un señor que no cantaba mal, fue cantando canciones que no estaban en su tono con lo que tenía que forzar como si estuviera falto de fibra en su dieta. No contento con eso cambiaba las letras y cantaba lo que quería. Todo esto ante la atenta mirada de la dueña del local que se emocionaba literalmente escuchando las canciones y cerraba los ojos y miraba al cielo cantando El Camaleón de King África o El reloj de Los Panchos. Y esta noche sí, no pecamos porque mañana hay que levantarse a las 7:15 para coger un barquito en Cangas do Morrazo que nos lleve a las Islas Cíes. Y nos fuimos a dormir con una de las melodías del cantante de la cena: “…me asomo a la ventana eres la chica y un buey…”

Martes. 21 de julio de 2015. Sangenjo (Pontevedra)

Última noche en Sangenjo. 7:15 suenan los despertadores con destino a Cangas do Morrazo donde un ferry nos llevará a las Islas Cíes. No tenemos sueño…tenemos lo siguiente. El día amanece con una niebla temerosa, apocalíptica, legendaria, gris…
Recogemos los billetes en las taquillas de la Naviera Marina de Ons, no confundir con Marina d’Or Ciudad de Vacaciones dígame, no.
El viaje transcurre en un mar en calma pero con una niebla como la cocina de una boda gitana. Tras tres cuartos de horas llegamos a la isla y curiosamente la niebla empieza a levantarse. Cuatro rutas de senderismo para hacer. ¿Cuál hacemos? ¿La de 1 hora ida y vuelta? ¿La de 2 horas? No. Ya que hemos ido en chanclas vamos hacer la de 3 horas y media. El principio del camino transcurre por un bello paraje la verdad, viendo la playa de Rodas, de arena blanca, preciosa. Y entre los pinos y los eucaliptos. Para los desconocedores del asunto diré que aparte de los eucaliptos como caramelos que te dejan la nariz despejada existe el árbol, el cual no recomiendo hacer el mismo uso, porque tanto si lo chupas como si te lo metes por cualquier parte de tu cuerpo no te va a despejar la nariz. Avisados estáis.
Como os iba diciendo, el sendero era bonito hasta que la caprichosa Madre Naturaleza hace desaparecer la vista de la playa, los árboles y cualquier climatología que ayude a avanzar. Aparecen las cuestas (hacia arriba), el calor y las piedras. Todo ello acompañado con un par de chanclas de última generación en las que introduces una tirilla de goma entre el dedo gordo y el dedo largo, mientras las piedras se clavan por debajo de la goma dejándote unas ampollas como patatas bravas. El final del trayecto es el Faro de las Cíes. Un faro situado en lo más alto de la isla y que ofrece unas vistas espectaculares de la isla de al lado, San Martiño, y de la misma isla donde estamos y del mar y de todo lo que se pueda ver en el caso de no haber niebla, que era el caso que nos ocupa en este mismo instante. Una niebla que no se veía ni el mar.
Faro de las Islas Cíes

 Así que nos llevamos ampollas, fotos de la niebla y cientos de gaviotas descojonándose de nosotros.
La bajada del faro no os penséis que es mejor, tenemos que ir frenando con las ampollas y viendo como la gente, a causa de la niebla, se despeñan por los acantilados entre gritos aterradores…como en Asturias el año pasado los niños, ¿recordáis? No teníamos fuerzas para llegar hasta la Playa de Rodas, que era la playa grande y tomamos el camino de la playa de Nosa Señora, una playa mucho más pequeña pero con el agua cristalina y la arena blanca, igual de bonita.

Playa de Nosa Señora (Islas Cíes)

Un amigo me dijo: “no tenéis lo que hay que tener para bañaros en las Cíes, el agua está helada”. No sé qué era lo que tenía que tener, pero yo tenía una ampolla del tamaño de Bogotá en mi pie, así que dejé las cosas y me zambullí en el agua…eso sí, poquito a poco. De repente me di cuenta de que lo que en un principio creímos gaviotas eran pingüinos. Las piernas se me empezaron a poner de color azul y mis labios morados. No probaba un agua tan fría desde aquel invierno del 87 en Ávila cuando se estropeó la caldera en plena ducha. Entonces me acordé del pobre Leonardo Di Caprio lo que tuvo que sufrir cuando la otra gorda no se bajó de la tabla en Titanic. Os digo yo que esa se viene conmigo a las profundidades.
El barco de vuelta salía a las 18:15 así que apagamos el fuego, recogimos las mantas y nos despedimos de Papá Noel. Ya que estábamos hartos de andar con chanclas, decidimos llegar hasta el muelle andando por la orilla de la playa de Rodas. La playa preciosa y llena de gente, pero la arena te absorbía hacía dentro y cada paso era una tortura. Así que el parte médico del día es una ampolla, agujetas en los gemelos y un michelín, al que no le di crema, quemado.

Playa de Rodas (Islas Cíes)

El ferry de vuelta iba muy animado ya que el capitán del barco nos puso regaeton a cascoporro para entrar en calor.
Llegamos a Sanxenxo. Una ducha, un ratitos tumbados en la cama y a por la cena, que hemos reservado mesa en Berberecho.
Nos reciben los camareros como siempre con una amabilidad desmesurada aunque entendible si alguien les dice el saque que tenemos. Pero esa noche no se lo íbamos a demostrar y pedimos la ración de pulpo diaria que nos recomendó nuestro médico de cabecera, hamburguesitas de buey, filloas rellenas de pollo a la plancha con verduritas, huevos revueltos con habas y lacón, banoffe (helado de plátano con caramelo) y tarta de queso. Todo ello regado con coca-cola, cerveza y agua.
¿Una copa? Bueno venga, pero solo una en…Buddha-Bar. En cuanto estuvimos a 20 metros del local el relaciones públicas del domingo salió cual hiena a por nosotros como si fuéramos el tío de América que le trae la herencia: “¡¡Hombre, mis amigos de Madrid!! Un abrazo aquí” Alfombra roja, gaiteros, etc, nos reciben como embajadores de la marcha de Sanxenxo. Nuestras expectativas del nivel al que llegó la fiesta del domingo se confirman cuando una camarera se nos acerca y nos dice: “La fiesta del domingo bien, ¿no?” Y tú la dedicas una tímida sonrisa y un: “Buf, sí, sí…” Y te quedas pensando: “Como me guiñe el ojo el negro estoy perdido”. Mañana a A Coruña.

Miércoles. 22 de julio de 2015-A2coles Coruña

Nos levantamos con un cuerpo más o menos decente ya que la noche anterior hicimos los deberes y nos comportamos como personas decentes.
 No teníamos ninguna prisa para llegar a A Coruña, así que hicimos una parada en la playa de A Lanzada.
Playa A Lanzada

2,5 kilómetros de playa según la Wikipedia, y como la Wikipedia es Dios pues no se discute. Se trata de una playa virgen, únicamente desvirgada por un par de chiringuitos a cada extremo de la playa, en uno de los cuales voy a quedarme dejando que la brisa marina golpee mi rostro cual brisa marina golpeándome el rostro. Yo a lo mío y Juanjo a lo suyo, playa y coger color. Está hasta arriba de gente, sobre todo familias. La gente pasea por la orilla en manadas, a veces cuesta andar entre tanta muchedumbre, y de vez en cuando se ve alguna pancarta de gente que se manifiesta contra la reforma educativa o la corrupción.
Pasada la hora de comer nos planteamos comer algo y nos vamos camino a O Grove. En el pueblo la gente ya está echada la siesta y encontrar restaurante para comer va a ser más harto complicado. Pero os habéis colado, solo tuvimos que preguntar en dos o tres restaurantes, hasta que encontramos una amable chica que nos ofreció mesa en la terraza de su local, ¡chincharos!
Llegamos a A Coruña. 


Playa de Riazor (A Coruña)

Hotel Almirante. Al lado del estadio de Riazor y al lado de la playa del mismo nombre, y en frente del Moon 57 un garito muy bonito con unas vistas espectaculares del mar y la playa. La habitación está bien y si no hubiera sido porque era un primero hubiéramos tenido vistas al mar. Pero si te empinabas un poco se veía alguna ola.
En el Moon 57  nos espera Joaquín el tercer viajero, con un par de amigos tomando una cerveza. Allí que vamos a hacerlas compañía y no se puede estar mejor…bueno, sí, pero es horario infantil. Una vez nos ponemos de acuerdo para el plan nocturno, nos vamos al hotel a ponernos más guapos.
Quedamos a las 22:00 horas en el hotel de Joaquín que está a la otra punta de la playa. Justo coincidía la hora de la puesta de sol y era espectacular. Juanjo y yo nos íbamos parando cada 10 metros para hacer fotos, con lo que llegamos a las 23:15 a nuestra cita con Joaquín, pero con unas fotos muy chulas.
En el centro de la ciudad se celebra una feria medieval y las calles están engalanadas con estandartes y banderolas.
Plaza de María Pita  (A Coruña)

 Los comerciantes de los mercadillos se entremezclan con la gente vestidos con las ropas de la época y aprovechan para venderte su género, que van desde unos quesos a unas figuritas de madera, pasando por embutidos, empanadas, productos de orfebre, paella, mojitos, hélices de barco, tocadiscos, colonias o la inevitable bata-manta. Es lo que tienen estas ferias, que comienzan siendo medievales y acaban convirtiéndose en auténticos mercadillos de chinos. Cenamos en un restaurante llamado El Penela. Pulpo, carne de ternera asada, tortilla de patatas y un mix de postres compuesto de leche frita, tarta de queso y filloas crujientes caramelizadas rellenas de helado de canela, ay que rico….Un par de mojitos y acabamos con el primer agotador día en A Coruña.

Jueves. 23 de julio de 2015-A2coles Coruña

Duermo solo. Ya que Juanjo ha dormido con Joaquín. No, no son novios. Al parecer, el motivo de que Juanjo estuviera tanto rato en la playa no era para tomar el sol sino para dormir, ya que me acusa el muy ladrón,  de emitir ruidos guturales nocturnos más conocidos como ronquidos. ¡Y eso es total y absolutamente falso! A la vuelta del viaje, mis abogados tramitarán la correspondiente querella por injurias y ronquidos injustificados.
Como siempre nos levantamos a una prudente, que es la de comer, no vaya a ser que en el desayuno nos siente mal algo en mal estado y nos jorobe todo el viaje. Y dejándonos guiar por los nativos de la zona vamos a comer a El Mirador de San Pedro situado en El Mirador de San Pedro, no se estrujaron la sesera, no. Es el extremo opuesto a la Torre de Hércules en la pequeña bahía que hace la playa de Riazor. Las vistas son espectaculares. La playa de Riazor, la Torre de Hércules, A Coruña, el mar Cantábrico, las gaviotas, un abuelo con su nieto… en fin, lo típico que se ve desde un mirador de estas características. El skyline de A Coruña (con el abuelo y el nieto). 

Mirador de San Pedro (A Coruña)

Hay diversas maneras de subir hasta el lugar. Andando, por carretera, trepando por las piedras (la menos utilizada según el Instituto Nacional de Estadística) o por el revolucionario…el…la…no sé cómo llamarlo exactamente. Es una esfera redonda y cilíndrica cuya armadura es de metal y cristal que sube a modo de ascensor a por uno de los lados del mirador. Sube y baja cada cuarto de hora. Se abre una compuerta y por ahí salen los pasajeros de este globo infernal. A mí se me parecía a la Estrella de la Muerte de la Guerra de las Galaxias. El nombre de El Mirador de San Pedro debió ponerse mucho antes de la instalación de este artefacto del demonio, porque si no el nombre hubiese sido El Mirador de la Estrella de la Muerte.

Funicular del Mirador de San Pedro (A Coruña)

Impartida la clase sobre el ascensor en cuestión, pasemos a sentarnos a la mesa del restaurante. El trato exquisito, como en el resto de los sitios en los que hemos estado en esta bella tierra. De entrantes lo de siempre, chipirones, navajas de Albacete, y algo más que no recuerdo si fueron croquetas, pero da igual, estaban de 10. De beber, algo revolucionario, que debido a mi ignorancia culinaria nunca lo había hecho, cava. Lo de la bebida merece capítulo aparte que más tarde os contaré. De segundo, tres de nosotros pedimos steak tartar y los otros dos, besugo.
Steak tartar en el Mirador de San Pedro (A Coruña)

Al igual que el cava, el steak tartar era otra de las cosas que desconocía mi paladar debido a que en el Burger King, Dominos Pizza y Casa Pepe no lo estilan. Para el steak tartar aparece el camarero con un carrito con todos los ingredientes para elaborar tan delicioso plato. El carrito contaba con tarritos pequeños, botellas de diferentes salsas e incluso una botella de Duque de Alba, parecía la botica de la abuela ambulante. Pero oh, para mi sorpresa, el fulano utilizó todos y cada uno de los ingredientes que había en el carrito. Hasta 20 céntimos de una propina que le habían dejado, también la echó.
Para el besugo aparece otra camarera con un carrito y un besugo. Sin más. Con un tenedor y un cuchillo. Que yo creía que era para quitar las espinas al pececillo pero no, que va, ella lo utiliza para desmenuzar la carne. O sea que no sabes si lo hace para ayudarte o para joderte y que te puedas encontrar una espina.
Entre pinchada y pinchada de los platos surgió el tema central de conversación en la comida: las copas de cava. En un momento dado alguien observó que en todas las copas había un hilillo de burbujas que salía desde el fondo de la copa. En todas menos en una, la de Juanjo. No tenía burbujas…Bienvenidos amigos a Cuarto Milenio, bienvenidos a la nave del misterio. ¿Por qué la copa de Juanjo no tiene chimenea (concepto que aprendí también en aquella comida)? Juanjo la prueba y…”no tiene gas, no tiene fuerza”. Prueba otra y…”no tiene nada que ver”. Las teorías empiezan a surgir en la mesa entre los comensales. “Eso es la limpieza de las copas”. “Es que la tía ha abierto mal la botella. Ha hecho ruido cuando la abierto. Si la hubiera sujetado por debajo y la hubiera dado un cuarto de giro, hubiera estado perfecto” (esta última teoría, totalmente en serio, también la aprendí en la mesa ese día). Pero, tras una larga deliberación, la que se llevó el premio fue: “está debajo del aire acondicionado”. En ese momento a mí se me abrieron las carnes. Evidentemente no iba a ser yo el que llamara al camarero para decirle lo que estaba ocurriendo. Alguien lo hizo por mí. El camarero lógicamente pensó que estaba rota y la cambió. Pero, amigos de la nave del misterio, de lo desconocido y del cava, cuando el burbujeante líquido se vierte en la copa ocurre lo mismo: no existe la chimenea ni una pequeña hoguera…nada. El caos se apodera de la mesa. Y las teorías resurgen: “La temperatura exterior no es la adecuada y la copa está muy cerca de la ventana”. “La marea está subiendo y se lo lleva todo, hasta las burbujas”. Si no lo hice en la primera vez, tampoco iba a pedir una copa en la segunda. Pero alguien se la pidió. El camarero ya pensaba que era una despedida de soltero o una cámara oculta. Esta vez se lo tuvimos que explicar y el camarero se quedó como las vacas al tren. Tercera copa. ¡¡Chimenea!! Pedimos otra botella para celebrarlo y  los cinco con una chimenea en nuestra copa.
Una vez terminada la cena-chimenea unos a la playa y otros a la siesta, es decir, Joaquín y Juanjo a la playa y yo a la siesta. El plan para después de la siesta era ir a ver la Torre de Hércules. Pero la playa a unos y la siesta a mí nos atrapó y cuando quisimos llegar a la Torre, Hércules había decidido cerrarla. Así que la vimos desde lejos y pospusimos la visita al día siguiente.
 Volvimos a los campamentos bases a cambiarnos para cenar. Ligero. No podíamos comer y cenar como si no hubiera mañana. Fuimos por las calles típicas de pinchos y tapas y bebimos y comimos como si no hubiera mañana. Y para acabar la noche fuimos a unos bares con terraza en el puerto. El My y el Dux. Que eran del mismo dueño. Bonitas vistas nocturnas del puerto. Los dos bares estaban claramente diferenciados. En el Dux el ambiente era prácticamente nulo. No seríamos más de 10 personas y todos de una edad…digamos avanzada, de 34 para abajo (Joaquín tiene 34). Y el ambiente del My era claramente de 34 años sumando las edades de las parejas. Niñas con faldas por encima de los hombros, collares que se los pisaban y pendientes que podían llevar una familia de guacamayos cada uno. Los niños en cambio mucho más discretos, peinados imposibles en donde el flequillo tapaba el culo de su novia y a la vez llevaban dibujado el Guernica en la sien. Unos pantalones de talle bajo que utilizaban los cordones de las zapatillas como cinturón. Zapatillas con unas lengüetas como airbags de coche que si te tropiezas y te caes automáticamente te devuelven a la verticalidad.
Nos hubiéramos quedado más pero una vez que ayudamos a cruzar la carretera a todos nos fuimos a dormir.

Viernes. 24 de julio de 2015- Santiago de Compostela (A Coruña)

Última parada en nuestro periplo por tierras gallegas. Santiago de Compostela. Pero antes de decir adiós a A Coruña y a sus vecinos nos quedaba una cosa pendiente, que era ver la Torre de Hércules2coles. Llegamos a la Torre de Hércules, faro en activo más antiguo del mundo. Data del siglo I d.c. Más de 2.000 años con la misma bombilla, amigos, pedazo faraco.
Torre de Hércules (A Coruña)

Según cuenta la leyenda, Hércules se enfrentó a un tal Gereón (o algo así) y tras una paliza de escándalo le ganó y dijo: “a este tío le arranco la cabeza”. Una vez arrancada la testa del colega, Hércules vio que tenía una almendra considerable y dijo: “la voy a enterrar por estas tierras y encima pongo un faro, con dos cojones”. No os quiero aburrir  así que os remito a la Wikipedia que os lo explicará mucho mejor, dónde va a parar.
Estatua de Hércules 

Justo nada más de poner un pie en la rampa que conduce a la torre, empieza una pequeña lluvia, fina pero molesta, que tuvimos que aguantar durante unos breves minutos, el tiempo que estuvimos esperando la cola para comprar los tickets para entrar al recinto. Sí, sí, tres euros cuesta la broma. Que no sé dónde los invertirán porque nosotros no hicimos ningún gasto. Subimos por una escalera de 274 escalones (aprox.), miramos el paisaje, nos hicimos las fotos de rigor y bajamos con cuidado de no matarnos. Ya me dirás tú el gasto dónde está. Aún si me dijeras que la recaudación va a parar integra a la familia de Hércules, pero no creo.
Entre la lluvia, lo que esperamos, la subida y la bajada, la hora de comer se nos echó encima. Próxima parada: Betanzos. Atención. Estación en curva. Al salir, tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén.
Joaquín conocía un sitio donde se comía el pulpo de escándalo. Y allí era donde comeríamos, pero antes picamos algo en algún bar del pueblo. Y así fue, pedimos una tortilla de patatas pequeña (30 centímetros de diámetro con borde relleno de queso) y una ración de pimientos de Padrón.
Tortilla de patata en Betanzos

 Ya habíamos saciado nuestro apetito pero claro, no nos podíamos quedar con la duda de si era cierto o no lo del pulpo, así que allí fuimos. Los horarios ya nos los pasábamos por el arco del triunfo, es decir que cualquier hora era buena para hacer lo que fuera, y si uno quería tomarse un cola cao con bizcochos a las 7 de la tarde se lo tomaba. El bar del pulpo era un bar pequeño en el cual nos recibe un pequeño hombre con un tonillo de voz semejante a Cañita Brava. Pedimos una de pulpo y el hombrecillo nos replica que si queremos dos mejor. “¿Qué dices, tío loco? Dos raciones de pulpo, insensato.” Pedimos dos pinchos morunos. Yo por una de esas cosas inexplicables, como la chimenea de las copas de cava, pues no me apetecía comer más…salado, y una de tarta de queso. El mito era cierto, el pulpo era de llorar.
Pues hemos comido, vamos a tomar un café que Santiago nos espera. Y además viendo el Tour de Francia en el Versalles, ¿qué más podemos pedir? Pues que nos metan una hostia por una crema de orujo y dos cafés  como así fue.
Después de ver como ni Nairo Quintana, ni Alejandro Valverde, ni Alberto Contador pudieran recortar distancias a Froome, nos fuimos cabizbajos al coche, esta vez sí, camino de Santiago.
Santiago de Compostela está tomado por los peregrinos y por el mismo número de policías. Se respira ambiente festivo como no podía ser de otra manera, era el día grande y sus habitantes se visten con las mejores galas. 
Catedral de Santiago de Compostela

La catedral también se viste con sus mejores galas pero solamente una de sus torres, a la otra no ha dado tiempo a engalanarla, la restauración aún no se ha completado.
Hotel San Lorenzo. Habitación triple. La 210. Que curiosamente si sumas los dígitos el resultado es 3, los mismos que íbamos a ocupar la habitación triple, 3. Y las mismas camas que había en la habitación, 3. Y las mismas noches menos una que íbamos a estar, 2. ¿No os parece curioso? Porque a mí ni pizca.
En cuanto entramos en la habitación Joaquín y Juanjo ya se imaginan como será esa noche, cena, copas y… ronquidos. Pero enseguida logro que nos duchemos y les distraigo de sus preocupaciones.
Salimos a comernos Santiago, literalmente. A la Plaza del Obradoiro era imposible entrar, ya que la policía tenía cortado el paso debido a la muchedumbre que esperaban ver los fuegos artificiales a las 23:30 y aún quedaban 2 horas y media. Nosotros éramos más de otros fuegos, más bien de fogones, con lo que buscamos un bar donde comer algo y tomarnos una cerveza principalmente.
Una vez encontramos un bar (no era el mejor de Santiago, pero había cerveza) quedamos con una amiga que estaba allí recién llegada de peregrina. En el tiempo que estuvimos esperando a que nuestra amiga se arreglara nos dio tiempo a tomarnos un doble y dos tercios cada uno y comernos unas porciones de pizza rancia que nos ponían como aperitivos. No es de extrañar teniendo en cuenta que estábamos esperando a una mujer a que se arreglara.
Junto con ella aparecieron otras dos chicas que había hecho de amigas en el camino. Uuuuuhh, la noche pinta bien, tres para tres. Las chicas vieron los fuegos, cenaron un poco, tomaron una copa y se fueron a dormir. Así que como dice un proverbio chino: No es como pinta sino si se van a quedar hasta las 7 a tomar copas contigo y con un poco de suerte tener rollo con alguna, si no es así, sigue tú solo.
Así hicimos, continuamos solos por la noche compostelana cual tunos. Esta noche teníamos que darlo todo, ya que si el sábado lo dábamos todo luego el domingo íbamos a estar muy cansados para el viaje. Y tras estar en un garito de salsa y un par de ellos de música de los 80 a eso de las 5 a.m. nos retiramos. No sin antes pasar por la feria y tomarnos un bocadillo de fritanga para no dormir con malestar.

Sábado. 25 de julio de 2015. Santiago de Compostela (A Coruña)

Amanece el día grande en Santiago de Compostela. La noche aparte de estar bañada por alcohol y música y demás factores de una noche festiva, fue demostración de que servidor no es el único que emite psicofonías en la noche. Armado con mi Handycam de Sony, la encendí y empecé a grabar al oso de mi izquierda y al oso de mi derecha que empezaron a darme la noche en estéreo. Evidentemente cuando vieron la grabación, mejor dicho, oyeron la grabación, me hicieron un Julián Muñoz y un Infanta Cristina: “no, no se oye nada. Ese ruido lo haces tú. Yo ahí no me reconozco”. Lo demás queda como secreto de sumario. Pero el Supremo dice que los tres roncamos.
Frescos como rosas nos levantamos a las 14:00 horas, no sin antes haber recibido la visita de la señora de la limpieza: “¿Se puede…? Aaaaah, tres osos, ¡¡¡socorro!!!” La señora salió corriendo despavorida por el pasillo del hotel. Al instante se presentó un hombre con una escopeta de cartuchos….¡Qué no, que es mentira! La buena mujer nos pidió disculpas y volvió a cerrar la puerta. Teniendo en cuenta que la mujer al abrir en vez de encontrarse tres modelos de Calvin Klein se encuentra a Los Panchos en horas bajas…pues es de agradecer que no hiciera nada más. Al cuarto de hora recibimos una llamada de recepción. “¿Desean los señores que les hagamos la habitación?”, “Sí, en diez minutos salimos”, “¡Pero en diez minutos, ¿eh?!,” Coño, parecía mi madre la recepcionista.
En diez minutos, estábamos arreglados y duchados. Fui a llevar la llave a la recepcionista: “Gracias y disculpe”,
“¿Cómo me habréis dejado la habitación?, madre, madre. Como una leonera. Habréis hecho las camas por lo menos, ¿no?”
 “Pero…”
“Ni peros ni peras. ¿Vais a venir a comer?, que luego hago comida como una tonta y ahí se queda”.
Salimos con el plan de comer viendo el Tour de Francia, y luego seguir de copas por las terrazas hasta una hora prudencial. Comimos y vimos como Nairo atacaba a Froome en una etapa épica, como épico el queso de tetilla que nos metimos entre ataque y ataque.
La tarde se presenta tranquila e incluso hacemos la locura de esperar la cola o fila para entrar a ver la catedral como unos turistas normales.  Tras una hora de cola y un par de intentos de colarse repelidos por Juanjo de manera educada a la par que elegante: “Eh, atrás”, entramos en la catedral. Tras dos minutos dentro se acerca un segurata de la catedral: “Los que no vayan a asistir a la misa que abandonen el templo”. Educado a la par que elegante también. Nos quedamos con caras de boquerones a medio morir. L

Santiago de Compostela

Pues nos fuimos a buscar la mejor terraza de Santiago para meternos un copazo y ahogar las penas en el alcohol. El habernos echado de la catedral nos afectó mucho. Al llegar a la Plaza del Obradoiro nos encontramos un gentío arremolinado alrededor de un acto. ¿Serían gaiteros venidos de todo el mundo para dar un concierto en tan insigne lugar y ambientar tal día? No. Eran un grupo de karatecas surcoreanos haciendo una exhibición y pegando gritos. Así que ya sabéis, el año que viene no os olvidéis de ir a Seúl que seguramente os estén esperando Carlos Núñez y la Banda de Gaiteros de Augusto César Lendoiro en la Plaza de Sun-Yun Kin.
Por fin encontramos una terraza donde pedirnos esa copa tan merecida después del feo hecho en la catedral y el choque de culturas de la plaza. Una copa llevo a otra y otra a otra y la otra a cenar. En Los Petiscos do Cardeal. Sitio 200 % recomendado. Y como siempre el trato por parte de la camarera que nos atendió excepcional.
Y ya por último una copita y a dormir como reyes. No sin antes cruzarnos en una calle con un grupo de folclore típico de la zona. Tenían un pequeño rincón en un callejón de Santiago patas arribas. La gente bailando y cantando en la calle. Pues qué mejor sitio para tomarnos la copa que allí y cantar con todo el mundo. Y ya que estábamos allí pasándolo bien pues no tomamos otras dos. Decidimos seguir nuestra ruta porque sino nos quedábamos allí toda la noche. Nos sentamos tranquilamente en otra terraza. Y como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, volvimos al rincón typical galician. 
Fiesta en las calles de Santiago de Compostela

Llegamos al final del recital. Pero como en todo buen sitio que se precie con fiestas siempre hay un grupo de andaluces que empezaron a entonar la famosa canción del “¡Camarero! ¿Qué?”. Nos unimos a ellos participando con nuestras propias canciones llevadas desde Madrid. En un momento dado yo me lancé con mi armoniosa voz: “¡Camarero! ¡Camarerooooooo!” Y en ese momento apareció el camarero de verdad del bar con los ojos inyectados en sangre hacia a mí: “Me cagüen la hostia, os he dicho cuatro veces que os calléis ya que va a venir la policía”, “Creo que la canción no es así, pero bueno…”
Ya no había marcha atrás. Volvimos a la zona de ayer y nos volvimos a emborrachar. Y llegamos más ebrios que el día anterior si cabe. Aquella noche nadie roncó…o quizá nadie lo escuchó.

Domingo. 26 de julio de 2015. Madrid

“¿Se puede…?¡¡ Aaahhhh, los tres osos otra vez!!” La señora de la limpieza nos andaba buscando y si nos quedamos una noche más nos encuentra. No existía el típico cartelito de todos los hoteles: “DON´T DISTURB” o “MAKE ME THE ROOM”.
Joaquín volaba a Madrid en avión, y Juanjo y yo regresábamos en coche. Una vez que Joaquín ya había marchado, la señora de la limpieza debió verle salir y pensó que ya nos habíamos ido. Entró por tercera vez. “¡Ay hijo, perdona, que he visto salir a un chico y pensaba que os habías ido”, “Es lo que acabo de poner en el diario, señora. No se preocupe”.
Hago el checau en la recepción con Miss Simpatía 1983. “Vaya horitas de llegar ayer….desde luego. No he pegado ojo. He estado a punto de llamar a la policía. ¿Para qué queréis los móviles?”, “Es que me quedé sin batería”, “¿Y no hay cabinas?”, “….”, “Toma la factura. Buen viaje. No corráis… ¡Y llamadme cuando lleguéis!”
Y bueno con alguna parada técnica debida al cansancio por fin llegamos a Madrid y sus 37 grados. Hogar dulce hogar.
Gracias a todos por acompañarnos en la distancia y preocuparos por nosotros. Nosotros lo hemos hecho por vosotros a nuestra manera, pero también nos hemos preocupado. Galicia, gran tierra, pero eso sí, llevaros unos tupper o unos bocadillos cuando vayáis si no queréis pasar hambre.
Un abrazo.






martes, 19 de mayo de 2015

UNA SEMANA POR ASTURIAS

Día 1. 3 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Tras un viaje medianamente largo (9 horas), llego a Belmonte de Miranda, ya en tierras asturianas, donde pasaré las tres siguientes noches. Sé lo que muchos estaréis diciendo: “Joe, vaya atasco que te pilló”. Pues no. El motivo de mi larga estancia en los caminos de asfalto a lomos de mi caballo de hierro es que me pillaba de paso y fui a ver unas amistades que tenía en Valencia. No me ha pillado nada de atasco y lo he hecho todo del tirón, con sus respectivas paradas para echar gasolina, avituallamiento y necesidades propias de la vejiga. Salí de día con un calor bochornoso y he llegado de noche con frío, lluvia y niebla. No se tratan de tres personajes de los X-Men, son tres fenómenos atmosféricos. Ah, y también venía sueño, pero sin problema, de vez en cuando me echaba un par de horitas en el asiento de atrás y me despejaba, mientras mi caballo de hierro avanzaba. La verdad es que con tal cambio de las condiciones meteorológicas me sentía como si estuviera yendo a Mordor. En un momento dado en vez de ver a la chica de la curva vi a Gandalf. Llegué media hora antes de lo que marcaba el navegador, lo cual me produjo una gran satisfacción y puse a tope la música: “La barbacoa, la barbacoa…” Una vez en la puerta del hotel allí no había nadie, estaba cerrado y eso que la dije a Nieves, la recepcionista, no un fenómeno atmosférico: “Cuando las dos agujas se superpongan una encima de la otra marcando la medianoche mira hacia el noreste”. Ella se quedó en silencio y me dijo: “Llámame al móvil”. Así lo hice. Aparece una chica de entre unos 40-60 años y me dice: “¿De dónde vienes? ¿De muy lejos?”. Yo la respondo: “De la Comarca…digo, de Valencia”. “Claro, por eso llegas tan tarde”. “Estoy eslomao, déjate de gaitas asturianas y dame la llave de la habitación”. “Toma, la 105”. “Trae pa acá que no tengo ganas ni de hacerte la rima”. Me he quitado la ropa he abierto la cama y para adentro que me he metido. Cuando no llevaba ni 30 segundos en la cama oigo un ruido en la habitación. Rápidamente enciendo la luz, y allí estaba: “Mi tesoro...mi tesoro”. ¡¡Era Gollum!! Ya le he dicho: “Mañana te compro un anillo y unos pendientes, ahora déjame dormir”.


Día 2. 4 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Tras dormir como un angelito me he levantado a las 12. Cuando he entrado a desayunar al salón me ha salido una camarera: “¿Va a comer, señor?”. He tenido que disimular: “No, no…esto…¿la salida?” Mi caballo de hierro se había convertido ya en un coche y lo he cogido para ir a ver cómo era el Parque Natural de Somiedo a 20 kilómetros. A medida que avanzaba las montañas iban creciendo y creciendo y yo cada vez me hacía más pequeño. No tenía un destino fijo. Iba yo solo por la  carretera y podía ir despacio disfrutando del paisaje. He parado en un pueblo llamado Caunedo y allí me he tomado una cerveza en la terraza de La Casona de Lolo y las vistas eran espectaculares. El camarero me ha dicho que un poco más adelante había un pueblo llamado La Peral en el que había un mirador desde el cual podía mirar. Hacia allá que me he ido. Al pueblo no se podía entrar con el coche, había un cartel que lo indicaba: “Prohibido el paso (excepto vecinos)”.
La Peral
 Yo he aparcado y me he adentrado andando en busca del mirador donde mirar. Cuál es mi sorpresa cuando estoy callejeando por la única calle del pueblo oigo motores. Me giro y dos coche aparcando…¡dentro del pueblo! En cuanto uno de los ocupantes ponen el pie fuera del coche desde una casa sale una voz de una señora de avanzada edad: “¡¡Ahí no se puede aparcar!!”. El buen hombre de uno de los coches en son de paz le contesta: “Ya, es que en el aparcamiento no hay sitio”. Dicho esto la anciana saca un bastón radiosónico y le desintegra. Yo continúo mi camino hacia el mirador sin mirar hacia atrás. Llego al mirador, llamado el Mirador del Príncipe. Que muchos como yo os estaréis preguntando, ¿qué Príncipe, ni qué ocho cuartos? Yo saco mi navaja multiusos y borro la palabra Príncipe y lo dejo de la siguiente manera “MIRADOR DE REY FELIPE VI O DE LA PRINCESA LEONOR”. Y allí que he echado toda la mañana. Si desde el coche las vistas eran espectaculares, desde el mirador son…
Mirador del Príncipe

 Estaba yo solo. Así que me he sentado y me he quedado disfrutando de la vista y de la paz. Hasta que… ”¡¡¡¡¡mamá, mamá, una vaca!!!!!” Sí. Una pequeña monstruito gritando todo lo que veía. Aviso a navegantes: lo de vaca no iba por mí. Una vaca, una flor, una piedra, una montaña…Todo lo que veía lo gritaba y la madre lo confirmaba: “Sí, una vaca. Sí, una flor. Sí una piedra” En un descuido de los padres, la niña se ha acercado a mí y sin querer la he dado con la planta de mi pie en su pequeña espalda y ha caído mirador abajo. Lo que os decía…el silencio, la paz, la tranquilidad… A la vuelta, y tras esquivar a una niña que agitaba las manos diciendo que se había caído de un mirador o no sé qué, he parado a comer en La Casona de Lolo. Media ensalada mixta, escalopines de ternera con salsa de cabrales y una tarta de queso de llorar. Todo con las mismas vistas que hace un rato os he dicho. He vuelto a Belmonte con el brazo por la ventanilla y cantando el “Viviendo deprisa” de  Alejandro Sanz a 50 por hora. Realmente emocionante. Aprovecho para hacer un llamamiento a la Ministra de Fomento para que haga más anchas las carreteras. Tanto a la ida como a la vuelta del Parque de Somiedo la carretera era minúscula. Estrecha. Pequeña. Diminuta. En un determinado momento me he cruzado con un coche y el conductor me ha tocado un pecho. Me ha gustado, pero no sé…me ha parecido excesivo. Una vez llegado a Belmonte de Miranda he estado dando una vuelta y viendo los rincones del pueblo más pintorescos y con encanto. El río, el bar y el supermercado. He comprado agua en el Supermercado Félix. Y esto es lo que ha dado de sí el día. Os contaría lo que voy hacer mañana pero ni yo lo sé. Ahora veré si hay algo de teletienda hasta que me entre el sueño.

Día 3. 5 de agosto de 2014
Belmonte de Miranda

Última noche en Belmonte. Esta mañana he madrugado en condiciones. Me puse el despertador a las 10:00. ¡Cómo un campeón! De repente cuando estoy retozando en la cama, esos minutos que ya conocéis todos, he oído que se abría la puerta. La de la limpieza a las 10:30. Yo me he hecho el dormido. Ella ha debido ver mi pie colgando y ha vuelto a cerrar. ¡Irresponsable! ¿Y si no estoy durmiendo? ¿Y si estoy inconsciente porque me han violado? ¿Y si dos sádicas asturianas me tienen amordazado y abusando de mí? Por esta vez acertó y estaba vivo y haciéndome el dormido. Primera cosa que no había visto en ninguno de mis múltiples viajes: el desayuno del Hotel Las Cruces. No hay nadie. Pero al decir nadie no me refiero a huéspedes, no. Me refiero a nadie, ni de huéspedes, ni camareros, ni personal de hotel…NADIE. El día que entré me dijo Nieves: “Para el desayuno no hay hora. Tú te sirves lo que quieras es buffet” Pero claro es como si tuvieras en tu cocina dos cafeteras industriales, una cámara frigorífica, y toda la bollería industrial posible. O sea yo a las 10:30 de la mañana. Sólo en el salón. Poniéndome cafés como loco, cola caos, tés…etc. Me he bebido todos los zumos que había, naranja, piña, melocotón, pera, manzana, melón, sandía, chocolate, vainilla, arándanos, huevos pasados por agua. No había control. Era lo único que faltaba: condones. En la noche de ayer antes de dormí me hice un crocanti de lo que iba a ser el día  de hoy: Cudillero, Tapia de Casariego, Taramundi, Playa de las Catedrales y Playa del Silencio. Y así lo he hecho. Cudillero ya lo había visto pero no me canso de verlo. Sigo pensando que es uno de los pueblos más bonitos que he visto después de Benidorm. Cervecita rápida y a Tapia. Un pueblo coqueto costero, con un pequeño puerto marítimo rodeado de restaurantes y bares. 
Tapia de Casariego

Antes de comer me he dado un vuelta por el litoral que iba desde el puerto hasta las playas. He pasado por unas piscinas de agua salada. Sí, sí, no me miréis así. Están entre las rocas y lo han acondicionado de tal manera que la gente pueda disfrutar y relajarse en las saladas aguas del Mar Cantábrico. De hecho allí lo ponía en una placa que lo había hecho en el 2002 el Ministerio de Medio Ambiente y Aguas Saladas del gobierno que por entonces presidía D. José María Aznar. 
Piscina de agua salada. Tapia de Casariego.

Un poco más adelante había otra placa diciendo que el alicatado y barandillas de madera para que los niños pesados no volarán piedras abajo, las había hecho el Ministerio de Barandillas y Alicatados del gobierno de D. José Luis Rodríguez. De regreso hacía el puerto para comer, porque este cuerpo aunque lo parezca no se alimenta solo de aire licuado, he ido pasando por delante de pequeños chalets y la mayoría tenían la puerta abierta y de muchos de ellos salía un agradable olor a comida. Pues allá que me he metido en uno de ellos: “¡Qué bien huele Jacinta!, ¿qué está haciendo?” “Pues mira hijo, un pulpo encebollado, y unos cachopos” “Pues me quedo a comer si no le importa” Costa, vacaciones, morro, jeta y todo lo que le queramos echar. Hoy en Callejeros Viajeros: Comer por la cara en Asturias. Evidentemente he comido en un restaurante, no me he atrevido a entrar en casa de Jacinta. Siguiente parada: Taramundi. Árboles, árboles y más árboles y de repente…¡zas!, el pueblo. A mí me ha parecido más bonito el paisaje que el pueblo en sí. El pueblo es un conglomerado de casas de pizarra y tiendas de navajas, que supongo que será por si los del pueblo de al lado les declara la guerra. Porque no pueden vender tantas y tantas navajas sinceramente. Después de visitar 64 tiendas de navajas, vi un cartel que ponía “Mazonovo. Museo del Molino” Y entre paréntesis decía que andando eran 400 metros, así que no me lo pensé dos veces y me fui a por el coche. Mazonovo me ha gustado mucho. 
Mazonovo

Es un museo donde como bien dice el cartel es del molino. La entrada cuesta la friolera de 3,90 € (sin copa), e incluye un video explicativo de cómo ha evolucionado el molino en la historia desde los molinos del antiguo Egipto, que eran manuales, hasta los molinillos de café actuales, pasando por los molinos de Don Quijote y la familia Molina. 

Mazonovo

Después del video explicativo pasas a ver dos tipos de molinos: el brasileño y el asiático. Os los explicaría pero lo vais a ver mucho mejor en Google o en la Wikipedia o en molinos.com. La visita merece la pena y os la recomiendo. 

Mazonovo

Mazonovo. Estaba petado de niños, no digo más. ¡¡Las 17:30!! La marea baja en la Playa de las Catedrales es a las 18:11. 

Playa de las Catedrales

Mi corcel negro cabalga hacia la playa. No sé  si llego a la Playa de las Catedrales o a una manifestación del 1 de mayo. Había 5.343.382 personas en la playa en ese momento. Aparco el  coche de lado sobre dos ruedas y salgo por el radiador. Hubiera preferido ir cuando hubiera marea alta porque seguro que hubiera estado más cómodo. Pero bueno, es lo que había y las figuras realizadas por la erosión del agua eran realmente espectaculares. Termino mi periplo por la playa y cuando me encamino a subir al parking, me encuentro lo nunca visto, tengo que hacer cola para salir. Menos mal que aún quedaba tiempo para la marea alta, porque no quiero imaginarme lo que debe ser eso cuando llegue la marea alta. El tsunami de Japón es un escupitajo comparado con eso. Ahí cada día tiene que morir gente y nadie se entera, estoy seguro. 
Playa de las Catedrales

Se los traga el mar y no deja ni rastro, seguro. Me pongo a salvo y con el sol cayendo me dirijo hacia la Playa del Silencio. Hay que llegar a un pueblo llamado Castañeras y una vez aparcado hay que bajar andando a la playa…. Una pendiente que se baja como si nada porque es muy inclinada (luego a la subida os lo digo). La playa es una pasada. 
Playa del Silencio

Poquísima gente (luego os lo diré también), un grupo de franceses, una pareja de gays, un fotógrafo, un pescador, una pareja con un dálmata y yo. Allí me quedo mirando el horizonte hipnotizado y porque tenía una paliza en el cuerpo que no podía hacer otra cosa. ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué…”¡¡¡¡Mamá, una ola, una piedra, una concha…!!!” ….  ….. ……… Lo dicho: ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué…”perdona, ¿has visto una niña pequeña por aquí?” “¿Una niña que iba gritando todo lo que veía?” “Sí, sí, ¿la has visto?” “Sí, sí. Hará cosa de un minuto iba andando con una piedra de 30 kilos atada al pie y se dirigía hacia el horizonte. Donde se junta el cielo y el mar. De nada”. El sol ya estaba diciendo adiós, junto con la niña. Yo miré hacia arriba y solo veía escaleras. Al único que no entendí que hacía allí abajo era al pescador. No hay ríos, mares y playas a ras del suelo para pescar que te tienes que venir al sótano -5 de Asturias. 

Playa del Silencio

Acabo de llegar a Belmonte. Es de noche. Me he encontrado la factura encima de la cama y luego a la recepcionista donde he ido a cenar: “Víctor, te he dejado la factura en la cama”. Así que mañana me llevo todos los zumos para mi próximo hotel.

Día 4. 6 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Cambio de residencia. Una última cosa antes de dejar atrás  Belmonte. Se me olvidaba hablaros de las toallas. Yo no sé si por falta de transporte o porque le pilla mejor otro  hotel, pero el caso es que el señor Mimosín no ha tenido a bien a pasar unos días por el Hotel Las Cruces. El ducharme o lavarme o cualquier otro acto que conlleve secarse después es como un tacto rectal. Es algo que sabes que es necesario pero que no va a ser agradable. Sabía que tenía que ducharme y lavarme. Pero pensar que después me tenía que secar…se me saltaban las lágrimas. Las toallas eran blancas como los dientes de Baute, pero raspaban como la barba de Isabel Pantoja. Y ya no os quiero contar si tenía que secarme alguna parte donde me había dado un poquito el sol y lo tenía quemado… He robado una y la llevo a modo de arma debajo del asiento. Aunque lo mismo me lo pueden considerar arma química. Seguramente que el gas mostaza sea betadine comparado con lo que te produce las toallas. He recogido las cosas y he salido de Belmonte. Adiós Belmonte. Antes de ir a mi nueva residencia he parado en un pueblo llamado Tazones. 
Tazones

Un pueblo pesquero con casitas de colores y una pequeña playa. He estado poquito tiempo, pero muy bonito. Y ya que estamos, os contaré la breve historia de Tazones. Carlos V en 1517 venía de uno de sus innumerables cruceros de singles por los mares. Antiguamente no había GPS y se guiaban un poco pues por lo que iban viendo por la costa, por alguna piedra, algún alga o alguna botella de plástico que había en el mar. Pero un día tras una noche de farra en uno de sus galeones, pues con el resacón que llevaban se perdieron  y el barco fue un poco a su bola o a la deriva que dicen los marineros. Con tan buena suerte que fueron a dar a una calita con tres o cuatro casas de colores. Y claro, los naturales del lugar no estaban acostumbrados a que galeones de singles llegaran a sus costas. Cuando Carlos V  sus secuaces tomaron tierra pues empezaron a pedir pensando que era otra parada más del crucero. Que si cerveza, que si ron, que sin whisky, que si calimocho, que si poleo menta (?). Y el alguacil que estaba echando una partida con el boticario y el sargento de la guardia civil les dijo que lo único que tenían era leche.  Y Carlos V dijo: “Pues vale”. Entonces los oriundos les dijeron: “Allí tienen las vacas. Aprieten las ubres y saldrá la leche”. Y Carlos V les dijo: “No hombre, no, ¿no tienen algo donde darnos la leche?” Y el boticario dijo: “Sí, unos tazones” “Pues que rulen”. Y de ahí vino el nombre de tazones. Luego hay leyendas que dicen que si fue por los cortes de pelo que llevaban a tazón pero no es muy creible. Es que luego por la tarde no he ido a ningún pueblo, he venido directamente al hostal y no he salido. Me he echado una siesta de 89 minutos y 32 segundos, me he quedado como tonto viendo las montañas, he cenado y a roncar. Por eso la historia de Tazones, para ocupar hueco.
P.D. Por cierto la historia no es del todo cierta pero algo de verdad hay. Echad un vistazo a la Wikipedia.

Día 5. 7 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

El día de hoy es parecido o semejante al de ayer, no he hecho mucha cosa. Como estas tierras son vastas y amplias pues viene mucha gente conocida y desconocida. Hoy mi caso ha sido el primero y he quedado con unos amigos en Potes. 
Potes

Sí, ya sé que Potes es provincia de Cantabria, pero no me apetece abrir un Diario de Cantabria. Porque sé lo que pasa, que abro uno de Cantabria y vendría el típico toca-narices: “¿Y por qué no abres uno de cada pueblo?” “Podrías abrir uno de cada bar que vas” “Podrías escribir una historia de cada paisano que te encuentras”. No. He ido a desayunar y le he pedido un café con leche al camarero y tenía pensado acompañarlo de algo de bollería que tuviera por la barra, pero se me ha adelantado y me ha dicho: “¡¿Y unas tostaditas?!” Yo me he asustado y le he dicho muy crecido: “¡Venga coño!” Pues bien, dicho lo dicho, esta mañana he encaminado mis cuatro ruedas a Potes. Que lo tengo relativamente cerca pero cuando he visto lo que tardaba en el navegador se me ha alisado el pelo de la espalda. Pero la verdad es que ha merecido la pena por el paisaje del viaje. Eso sí, todo por carreteras en las que los conductores te tocaban los pechos, te cambiaban de canción en la radio y se encendía un cigarro con tu mechero. Pueblo con casitas de piedra y muy bonito para patear. Como mañana voy a realizar la Ruta del Cares he decidido que hoy debería tener unas comidas ligeras, así que cuando los demás pedían manjares 100% colesterol y 100% grasa, yo me he decantado por un cocido lebaniego, con su carne, con su chorizo, con su morcilla, y con sus costillitas. De postre un flan de queso y para rebajar un té verde, con sacarina por supuesto. El sitio se llamaba El Cenador del Capitán, era como una especie de despensa de las casas antiguas y con aperos de antiguamente colgados en el techo. Lo recomiendo. Y ya para acabar el día hemos ido a ver una iglesia de estilo mozárabe, hecha por mozos árabes de la época: Santa María de Lebaña. Incrustada en medio de la montaña, os aseguro que yo no iba a ser de los que iban a rezar el rosario allí todos los días. Como diría el chiste, allí no va ni Dios, a no ser que le lleven en coche. Una pequeña iglesia que nos cobran 1,50 € la entrada con una breve explicación de una mujer que se veía que se la sabía de memoria y la soltaba de carrerilla. En un momento dado de la explicación alguien ha hecho una pregunta, la mujer le ha mirado raro, los ojos se le han puesto en blanco y ha empezado a echar chispas por la espalda produciéndole un cortocircuito. La mujer ponía buena intención pero el humor y ella estaban reñidos. Y ya, cada uno nos hemos ido a nuestra residencia y yo hoy a dormir prontito que mañana me espera la temida Ruta del Cares.
Nota: Os habréis dado cuenta de que no he hecho ninguna broma con Potes. Pero podría haber potado el cocido.

Día 6. 8 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Hoy he dedicado el día a la Ruta del Cares. Me acosté con muchas nubes y por la noche las nubes no defraudaron. A mitad de la noche empezó a tronar. Me desperté pensando que pudiera ser algún efecto del cocido lebaniego del día anterior, pero no, era una tormenta que se había desatado en los mismísimos Picos de Europa. Me gustan las tormentas pero entre tanta montaña y piedra impone un rato. Había puesto el despertador a las 8 de la mañana para no pillar mucho calor. Y el móvil muy obediente sonó a las 8 en punto. Subí la persiana y no veía el pico que tenía enfrente del hostal y lo de descubrir la Ruta del Cares empezaba a sonar a misión imposible pero sin Tom Cruise. Así que bajé la persiana me volví a arropar y a dormir otro rato. Pero algo o alguien me dio una colleja, me quitó las sábanas y me puso la mochila. Y a las 9:57 estaba desayunando, mirando al cielo y preguntando al camarero si creía que iba a llover. Mirando al cielo muy circunspecto me dijo: “Hoy daban agua”. Pues como daban agua le pedí dos botellas y arranqué. Nublado. No asomaba el sol por ningún lado. 12 kilómetros ida. 12 kilómetros vuelta. Aproximadamente 4 horas ida. 4 horas vuelta. Y nublado. Los dos primeros kilómetros me animan a pensar que va a llover seguro. Yo no veía el final. Pero al poco rato encuentro un cartel de señalización: “Tiempo para llegar arriba: No hay”. 
Ruta del Cares

Lo que me imaginé, aquello era una trampa y lo peor de todo…no había vuelta atrás. Empieza el desfile de senderistas, bien porque me adelantaban, bien porque hacían el trayecto inverso o bien porque los adelantaba, estos últimos los que más ya que las velocidades que podía alcanzar eran de escalofrío, y más cuando tropezaba y caía rodando por las cuestas. Y cuando digo el desfile, lo digo porque aquello era una pasarela. A los 20 metros de poner un pie en la ruta me encuentra a una pareja que le dice a su perro miniatura: “¿Estás cansado?” El perro lógicamente no habla pero le mira como diciendo: “No te he entendido”. La dueña le coge y le mete en el bolso con la cabeza por fuera. Y yo me decía: “A ver si hubieras tenido narices de hacerle la misma pregunta si el perro es un dogo alemán”. Ya me habían advertido que los dos primeros kilómetros eran los más duros pero que luego era todo llano. Y los 48 foros que había leído anteriormente ninguno se había equivocado, excepto uno que ponía que era el primer kilómetro y medio y que fue el que me animó a hacer la ruta. Siguiente actor de reparto en la ruta, mejor dicho, actores. Padre e hijo. Padre de unos 50 años y niño de unos 10-12 años. De los pocos que me adelantaron. Ambos sin camiseta y con pantalón corto rojo. Miro si sus zapatillas llevan ruedines, motor o algo por el estilo. También observo que no llevan bombonas de oxígeno adheridas al cuerpo. Padre e hijo hablando entre ellos como si tal cosa, comentando el peso del perro de la primera chica: “Ese perro quizá pese más que tú, hijo. Ja, ja, ja” Todo esto dicho con una vez parecida a la de Constantino Romero y a una  velocidad que levantaba polvo a su paso. Y como padre responsable que era iba delante y el niño detrás por si acaso el niño cayera el padre pudiera verlo con el ojo del culo y socorrerle. Estos últimos iban andando, pero ¡ay amigos!, llega el momento que a lo lejos veo a algo parecido a una persona que viene corriendo. Y sí, no es algo parecido, es una persona. Una persona adulta. Una persona adulta que sabe que si da una mala pisada o tropieza corriendo seguramente se va a hartar de comer piedras, hierbas, cabras, cacas de cabras, encinas, pequeña fauna que no se vea desde arriba y por último, si tiene la suerte de caer con la boca abierta, echar un trago de agua en el río Cares. 

Ruta del Cares

Yo a medida que se va acercando yo me pongo nervioso buscando un sitio donde resguardarme y que no me vea. Porque si ese señor tropieza justo en el momento que se cruza conmigo, en las centésimas de segundo que se eleva del suelo camino del precipicio, intentará buscar algo a lo que agarrarse, y mi mochila Puma es de un color naranja fuerte y la llevo asida a mi espalda por mis hombros. Y si ese señor agarra con la uña de su dedo meñique mi mochila, sin querer o queriendo, eso es lo de menos, Víctor iría a un banquete al cual no ha querido ser invitado de piedras, hierbas, etc. Conseguí mimetizarme con un árbol y el hombre pasó corriendo y yo por si acaso, salvé mi vida. Como podéis suponer el camino es muy estrecho, en torno a los dos metros o menos en algunas partes. Llego a una pequeña zona de piedras donde se encuentran las habituales del camino: las cabras. Allí se encuentran sabiendo de sobra que la gente que pase les va a  dar de comer se van hacer selfies con ellas y les van a azuzar a los perros. Las cabras si ven que abres una bolsa, mochila o algo parecido van a embestirte. A veces aciertan pero a veces, como es mi caso, en el que saqué un agua no. Lo siento cabra, pero solo tengo una tableta de chocolate (aparte de la de mi abdomen) por si me flaquean las fuerzas y no te la puedo dar. Pero es que en el caso de que fuera un superhéroe y no me flaquearan las fuerzas en 20 días, no te voy a dar una tableta de chocolate y que me  chuperretees la mano. No soy tan imbécil como el resto de senderistas, que dan su comida, se hacen la foto y ya. ¿Qué tiene eso de gracioso? Así pasa luego que hay obesidad caprina por culpa de estos insensatos, y las cabras no pueden con su culo, se despeñan por el peso y se matan. No estamos cargando las cabras del Cares. No digo más. Después de esta reflexión sobre las cabras, vamos a lo que realmente importa que es el paisaje. Podréis ver mil fotos y mil videos pero jamás os podréis hacer una idea de cómo es el desfiladero. A cada paso que demos miremos a donde miremos vemos un paisaje más sorprendente al anterior. Verde, montaña, el río…es un espectáculo. Capítulo aparte merecen los valientes que se hacen la ruta en chanclas, un aplauso para ellos. Y aunque menor pero también merecen un aplauso los que lo hacen en vaqueros. Hoy no ha hecho mucho calor la verdad y el sol ha aparecido poco. Pero no me quiero imaginar yo esos vaqueros con 30 grados y 8 horas de trayecto…Cuando se los quiten tienen que andar solos y bailar el Coyote Dax, la Macarena y el reggaetón. Otra cosa curiosa que no es la primera vez que me pasa es el tema del saludo. ¿Por qué nos saludamos con la gente con la que nos cruzamos? “Hola” “hola”. Hace tiempo mi hermano me comentó algo al respecto después de venir de la Sierra de Gredos y haber subido a la laguna. “¿Por qué tengo que saludar a alguien que no conozco y seguramente no le voy a volver a ver en mi vida y si le veo no me voy a acordar de él?” Y es cierto. Además de que hay gente que los saludas y no te responden. Así que yo decidí saludar a 4 sí y 2 no.  Y si te cruzas con una familia…¿a quién saludas? ¿al primero de la familia? ¿a todos? Si llevan perro ¿le tienes que hacer una caricia al perro? Ahí lo dejo. Una vez que estamos llegando al final el camino pasa por unos túneles excavados en la tierra y en los cuales he tenido que ir agachado gran parte porque los habitantes del lugar antiguamente eran de estatura media y no de una raza como la mía, rubios, altos y musculosos…bueno, que no eran muy altos vamos. Y claro para los niños era una atracción, como el pasaje del terror: “Uuuuhhh, que miedo” “Aaaah, mamá que oscuro” ……  Y retumbaba en las paredes y producía eco, y era bastante molesto, no solo para mí. La Ruta del Cares se hizo con el fin de transportar el agua a través de un canal  hasta la central eléctrica Camarmeña que está al lado del hostal donde me alojo. Para ocuparse del mantenimiento del canal construyeron la Ruta. Hay gente que únicamente hace un trayecto de la Ruta y luego cogen un coche, taxi o bus para volver al lugar de origen. De hacerse de esta manera se tiene que dar un rodeo bastante considerable ya que estaríamos hablando de 100 kilómetros aproximadamente. Terminado el trayecto de ida llego a Caín, un pueblo a los pies del río y que es donde toda la gente toma su bocadillo, su tentempié o se fuman un porro, eso ya  a gusto de cada uno. Yo me hice una tortilla de langosta y carabineros con reducción de Pedro Ximénez. Mientras comía metí los pies en el río. Al lado mío tenía dos osos polares con bufanda y un pingüino con una batamanta. Esa agua era hielo puro. Una vez terminé la comida los pies eran dos cubitos de hielo. Pero como dice el dicho: pies fríos, corazón caliente. Me los puse en el pecho y cogí el trayecto de vuelta. Al poco de ponerme en marcha entre los macizos y demás oigo un brrrruummmm. O estaban haciendo la Ruta una batukada o era un trueno. Así que me enfrenté al cielo y le dije: “no pienso correr”. Un segundo trueno no me hizo correr pero si andar como si estuviera meándome. Al tercer trueno ya acompañado con gotas, salí corriendo tirando a varias personas y cabras por los precipicios. 
Ruta del Cares

Cuando me faltaban los dos últimos kilómetros, cuesta abajo esta vez, me crucé con un señor que más bien parecía francés, alemán o danés, y me dijo: “ya queda poco, de verdad”. Yo le miré y le dije: “Será a ti porque yo hasta el día 1 de septiembre no curro”. Por la noche en la cama me di cuenta que se refería al camino. Y cuando ya parecía que nadie me iba a quitar la gloria, cuando empezaron a sonar las fanfarrias y la gente me aclamaba a los lados del camino…cuarto trueno y la lluvia aprieta un poquito. 
Ruta del Cares

Ya no podía andar como si me fuera meando porque directamente me lo hice cuando empezaron a caer más de 3 litros por segundo y a mojar la piedra por donde mis pies de bailarín iban pisando. Al final pisé carretera. La misma carretera que me llevaría al hostal, al hostal donde tengo mi habitación, a la habitación donde tengo la ducha…y así sucesivamente. Cuando me asomé por la ventana de mi habitación pude ver que el cielo se había esperado a que estuviera a buen recaudo para soltar el agua. Llovió, llovió y llovió hasta que curiosamente dejó de llover. Y le dije al camarero: “Era verdad. Hoy daban agua. A mí dame una coca-cola de momento.”

Día 7. 9 de agosto de 2014
Hostal Poncebos

Penúltimo día en Asturias. Después de la paliza de ayer preveo un día tranquilo. Llanes, la bufones de Pria, la Playa de Gulyupiri o Gulpiyiri o Gupilyiri…la playa esa que se mete dentro de la tierra. Mi café con leche, con mis tostadas, mi bollito relleno de chocolate y mis galletas. Todo ello mientras leo el periódico. La Nueva España. Leo en la sección de Asturias que encuentran a varios niños en las orillas del río Cares a su paso por la Ruta. Rápidamente recorto el retrato robot del presunto infanticida, que sospechosamente es parecido a mí. Me pongo mis gafas de sol y me monto en el coche camino de Llanes. Por el camino recibo la llamada de una amiga: “Víctor, estamos en Arriondas. Hoy es el Descenso del Sella. Vente”. Bueno, pues mira, una nueva etapa, veo tranquilamente la salida de las piraguas y tomo una cerveza con mis amigas. Llego a la glorieta que  conduce a Arriondas y la Guardia Civil me dice que hasta las 2 de las tarde no estará abierta. Así se lo hago saber a mis amigas y marcho a Llanes para verlo mientras. De camino a Llanes veo una pancarta “San Roque del Acebal. Mercau Tradicioneu. 9 de agosto.” ¡Es hoy! Giro las ruedus de mi Fordu Fiestu y voy pa alleu. A la llegada al parking un rapaz se abalanza a mi ventanilla. Yo asustado le grito: “¡No. Yo no fui. Esos niños se cayeron solos!” “¿Perdón?” Me di cuenta de que no era guardia civil y que no venía a arrestarme. “¿Qué deseas majo?” “Vendo números para la rifa de un televisor de 32 pulgadas” “Así me gustan. Emprendedores. Con gente como tú acabamos con el paro”. El mercado ocupaba 23 metros, 6 puestos, de los cuales 5 eran de productos típicos y uno de navajas para cortar el chorizo y el queso que comprabas en los 5 anteriores. Todo ello amenizado por una gaitera y una tamborilera que recorrían el mercado de arriba abajo, o sea que en media hora que pude estar me hice amigo de la gaitera y le di mi teléfono, y la tamborilera me hacía ojitos. Después de comprar nada volvía a Arriondas a ver si habían abierto ya la glorieta. Según iba llegando a Arriondas aquello me recordaba a Walking Dead. Cientos de personas andaban por los arcenes de la carretera yendo y viniendo, o mejor dicho deambulando con diferentes vestuarios de los más variopintos. A la entrada del pueblo una explanada llena de coches y caravanas, y es cuando empiezo a pensar que mis amigas no están en una terraza tranquilamente tomando una cerveza. Le pido a mi amiga que me mande ubicación. De camino a la ubicación recibida, un hombre con sombrero de paja y un mini de algo en la mano se acerca a mí abriéndose paso entre la gente con cara de pocos amigos. Se me acerca al oído me dice: “Me gusta tu camiseta”, seguido de una carcajada. Su camiseta era igual que la mía. Nos dimos un abrazo y seguí mi búsqueda. La ubicación era la calle del desparrame, esquina con la borrachera en el barrio Viva la Virgen. Allí estaban mis tres amigas con unas gafas con un molino de viento en cada ojo. Abrazos, balbuceos y demás las delatan: van medio ebrias. Cuando me quise dar cuenta tenía unas gafas de colorines, una botella de sidra en una mano, un vaso en la otra y otra botella en mis entrañas. A medida que pasa el tiempo el desmadre sube niveles de dos en dos. La gente no traía botellines, traía cajas. Y no se las bebían se las echaban por encima. Delante de mis narices una chica echaba la mitad de un tercio de cerveza encima de la cabeza de un tío y la otra mitad se lo echaba por donde la espalda pierde se nombre. La “gracia” se extendía cual ébola por la plazuela de 3x7 metros y era difícil que no le tocara al servidor. Por suerte no me tocó, aunque lo estaba deseando la verdad, porque entonces pongo el modo “sin filtro” y empiezo a romper botellines en la cabeza de más de uno. La gente caía al suelo y se levantaban como un resorte, y no porque estuviera resbaladizo precisamente. Un hombre desnudo dentro de un tonel. Una despedida de soltero con el novio vestido de mujer pechugona. Uno con un tridente. Cuatro o cinco negros (de verdad) vendiendo gafas y sombreros. Era como un programa de José Luis Moreno pero con gente normal. Solo faltaba un colaborador del “Sálvame” y la mujer barbuda…bueno no, esta última estaba, y muy borracha por cierto. En un momento de lucidez, una de mis amigas dijo: “Vamos a comer algo”. Entonces la línea ascendente de sidra y demás excesos se paró y aproveché para meter mi cuña publicitaria: “Yo creo que me voy a retirar, si os acerco a algún lado…” Se les abrió el cielo y vieron a San Pedro reencarnado en mí. “Pues sí, llévanos a Cangas”. Dicho y hecho. Las dejé en Cangas y regresé a mi idílico hostalito en Poncebos. De camino al hostal seguía en mi papel de San Pedro y recogí a una danesa y una alemana que iban haciendo dedo. Solo fueron un par de kilómetros lo que las llevé a lomos de mi corcel negro, así que no les dio tiempo a aprovecharse de mí. Ingenuas. Sin quitarme la etiqueta de San Pedro llegué al hostal a tiempo para mi última cena. Con las manos oliéndome aún a sidra. Me duché y las manos seguían oliéndome a sidra. Y juro por lo que más queráis que mi gel no era de sidra. Ya no sabía que cenar porque el menú del hostal era bastante limitado, sólo tenían huevos y patatas fritas, acompañado con lo que más rabia te diera. Lomo, ternera, picadillo, trucha, etc. Pero en el último momento vi al final de la carta “Ensalada Poncebos”.  Y eso es lo que necesitaba mi cuerpo, una ensalada. Así que le dije al señor Poncebos: “Ponme una” “Es granduca ¿eh?” “Da igual, vengo de Arriondas, he llegado a Asturias atravesando cimas de nieve, lluvia, y niebla, he hecho la Ruta del Cares, he lidiado con cabras y niños gritones. ¿Y tú me vienes ahora a decir: “Es granduca”? Ponme dos.” Al final me he tomado una y la otra la he dejado, yo soy muy chulo.


Día 8. 10 de agosto de 2014
Pajares de Adaja (Ávila)

Último día de mi travesía por tierras astures. Se ha levantado un día soleado y el paisaje ganaba mucho con las montañas en todo su esplendor. Me despedí del personal del Hostal Poncebos y me regalaron un llavero. El último día como podéis imaginar no ha dado para mucho. Llanes y Cangas de Onís, y poco porque a mitad de la mañana los duendes del cielo han aparecido y han vuelto a descargar su ira en forma de lluvia y nubes negras. Fotos de rigor en Llanes a los Cubos de la Memoria que son unos cubos que hay en un espigón y están grafiteados pero con clase. 
Llanes



Llanes

Compra de regalos y a Cangas. 
Cangas de Onís

Y en Cangas la lluvia ha arreciado pero no lo suficiente como para impedirme una foto al típico puente románico con la cruz colgando. Dos últimos regalos. Cerveza con mis amigas “amigas de la sidra” y a Pajares de Adaja.
Y aquí estoy. Terminé el viaje. Con toda mi documentación en regla. Me quito media espinita del viaje de la Provenza que algunos recordareis que no acabé por los motivos que ya sabéis. Me he propuesto terminarlo el año que viene ambas cosas, el viaje y el diario. Recomiendo Asturias a todo el mundo. Por sus montañas, por sus costas y sus gentes, que han sido maravillosas. En otra semana o en otro puente o un fin de semana, pero volveré a Asturias porque tiene mucho que ver y a muchos a quien ver. Gracias a todos los que me habéis mandado algún mensaje a lo largo de mi viaje, habéis hecho que fuera un poco más acompañado. Y espero que os haya gustado el diario y os haya conseguido sacar una sonrisa porque a mí mismo me ha conseguido sacar muchas, así soy de simple, jejeje.
Un saludo.

P.D. Ningún niño ha sufrido daño alguno en el transcurso de mi viaje por mi culpa. 
Cangas de Onís