Domingo. 19 de
julio de 2015-Sangenjo (Pontevedra)
Buenas, amigos. Bienvenidos a un
diario más de mis humildes viajes que a bien tengo contaros. Este año toca
Galicia. Un viaje que me llevará por las verdes tierras del norte. A diferencia
del año pasado en Asturias este viaje lo haré acompañado. No, no me he echado
novia . Como os decía en este viaje me acompaña en un principio mi amigo
Juanjo y más adelante se nos unirá Joaquín. No podían creer lo que en
anteriores diarios habían leído y decidieron acompañarme para comprobarlo.
Salimos Juanjo y yo hoy de
Madrid en coche. El porqué de salir un domingo es por varias razones: la gente
está en misa y el atasco que podamos encontrar es menor. Dicha la tontería
llegamos a nuestro primer destino que es Sangenjo o Sanxenxo o Saintgenjo o
Sanchencho, dependiendo del idioma que utilicemos para referirnos a él. En el
trayecto empleamos alrededor de 6 horas y media con una parada de rigor en
Mombuey o Mombuey o Mombuey (en todos los idiomas se dice igual), pueblo de la provincia
de Zamora para estirar las piernas y tomar una Pepsi, “no tengo Coca-Cola,
majo”, y un bocadillo de lomo embuchado, “la cocina está cerrada, majo. Solo
bocadillos fríos”. La temperatura baja radicalmente de los 35 grados de Madrid
a los 24 del coche y finalmente a los 21 de la zona de Sangenjo.
Sangenjo |
Hotel El Puente. Será nuestro
alojamiento durante las tres primeras noches. Un hotel de 2 estrellas en
primera línea de playa, pero por el otro lado, es decir que nuestra ventana da
a la carretera. Si queremos tener vistas al mar, tenemos que aprovechar el
momento que pasan a hacer las habitaciones, dejan la puerta abierta y
asomarnos, cosa que de momento no ha ocurrido, pero os avisaré si llegara a
pasar. Tras comprobar los colchones decidimos ir a dar una vuelta, ver los
alrededores y cenar algo. Hacemos lo típico que se suele hacer en estos casos,
que es preguntar a la recepcionista. Una chica correcta y educada pero a la que
la sonrisa se le había ido de vacaciones. Lo típico es preguntar a la
recepcionista, pero lo que no es típico es que la recepcionista además de ser
una triste, era una pesada. Nos habló de cada negocio y comercio que había en
el pueblo, horarios de apertura y cierre, especialidad, como se llamaban los
camareros, cuánto pagaban de alquiler por el local, tiendas, bares de copas,
zapaterías, maestros artesanos del roble… Sólo queríamos saber dónde tomar
algo, no una master class de Sangenjo.
Con las “breves” indicaciones de
la recepcionista nos encaminamos a la zona de taperías y echamos un vistazo
para ver cuál puede saciar nuestros anhelos culinarios. Nos habían hablado bien
del “Berberecho”. No había mesa así que nos quedamos en una mesa alta y nos
tomamos un par de dobles de cerveza 1906 Estrella Damm, cada uno y cómo no, una
de pulpo seguido de un revuelto de zamburiñas con queso de Cebreiro. El trato exquisito y la comida exquisita.
Recomendado 100%. El martes decidimos reservar mesa en condiciones para
picar…”algo más”.
En un principio la idea era la
de ir tomando una caña en cada tapería acompañada de su respectiva tapa, pero
era el primer día y no tenemos 20 años, así que no convenía hacer muchos
excesos por el bien de nuestra salud y la salud de los Sangenjeños. Así que
decidimos tomarnos algo más e irnos a tomar una copa. Una de navajas, una de
mejillones y unos pimientos del padrón, todo de la mar menos los pimientos y la
cerveza. Los pimientos no estaban en el plan previsto pero al comenzar a llover
no tuvimos más remedio. El postre lo perdonamos y nos fuimos a por la copa directamente.
Nada más de llegar a la zona de marcha nos asalta un relaciones públicas con
acento de la tierra diciéndonos que hay una fiesta árabe en su garito, el
Buddha-Bar, copas a 5 euros, gente disfrazada, sorteos, bailes, etc. Nos
dejamos engañar. Total solo va a ser una copa, veníamos muy cansados del viaje.
El relaciones deja el recado de que nuestras copas son a 5 euros a una camarera
vestida en plan danza del vientre pero con la falda 8 dedos por encima de la
rodilla y 2 por debajo de la cintura, y un corpiño de moneditas que según iba
poniendo las copas nos amenizaba la espera con el tintineo de las moneditas al
chocar entre ellas…y luego también era agradable de ver. Al igual que las
cuatro restantes camareras. Y un camarero de color, negro para más señas, que
iba con un pañuelo estilo jeque a la cabeza, lo cual sumado a sus 2 metros y
pico pues daba al servicio del Buddha-Bar un atractivo que no tenía por ejemplo
la tapería “El Pulpo Travieso”, que no la vi pero tiene que existir. Los
camareros no paraban de hacerse fotos con nosotros, ¿o era al revés?, bueno,
nos tomamos una más y nos fuimos…al “Cany Bar”, que estaba cruzando la calle y
había 7 personas más que en el Buddha-Bar, o sea 9 contándonos a nosotros. Nos
tomamos un par de ellas más pero vimos que la fiesta se trasladaba al
Buddha-Bar y las copas eran más caras en el Cany Bar, así que desandamos lo
andado y volvimos con nuestro amigo Fall que era el camarero y le convencimos de que
nos cobrara una copa más a 5 euros. Le mentimos, fueron tres más. Pero como
dijimos al salir no podíamos irnos muy tarde al hotel así que a las 5 a.m.
estábamos ya arropaditos como buenos chicos. Por suerte no estaba Doña
Entusiasmo en la recepción y no nos explicó el funcionamiento del ascensor y
apertura de puerta de la habitación, y así pudimos dormir rápido.
Lunes. 20 de julio de 2015.
Sangenjo (Pontevedra)
Debieron ser las navajas o los
pimientos, pero algo no nos sentó bien la noche anterior, ya que, tanto Juanjo
como yo no teníamos el cuerpo muy católico. Aun así decidimos visitar la playa
de Silgar. 20 minutos aguanté al lado de Juanjo, de 14:00 a 14:20. Sentía por
momentos que el astro rey se cebaba conmigo y mi piel, como siempre en estos
casos, empezaba a coger un tono…como dicen aquí, vermelho. Me había echado
crema, pero no sé si fue pastelera porque aquello no repelía los rayos UVA ni
los rayos PERA, yo me estaba quemando. Es más en cuanto llegué al hotel saqué
dos tiras de panceta y un huevo frito y me los hice sobre el codo.
Playa de Silgar (Sangenjo) |
A eso de las 7 de la tarde
decido ir a buscar a Juanjo que supongo que estará tomando algo en una
terracita o dando una vuelta por el pueblo. No. Seguía en el mismo metro
cuadrado de playa que le había dejado. Para los que no conozcáis a Juanjo es
una persona que ya ha llegado a las vacaciones estas con un tono de piel
marrón, tirando a un negro roto. Todos los planes de ir a ver cosas, es decir,
Cambados, O Grove, Combarro, Sinbarro…se habían esfumado por nuestra
indisposición alimenticia. Así que decidimos ir a Portonovo, que es el pueblo
que está al lado y que se encuentra a 30 minutos paseando tranquilamente,
tomarnos allí una cerveza o una Pepsi y cenar en un lugar llamado O’Buraco (El
Burraco, creo), que conocía Juanjo de una anterior visita y que tenía fama de
comerse bien.
Ya que íbamos con tiempo fuimos
a comprar algo para el día siguiente que íbamos a ir a visitar las Islas Cíes
que según habíamos leído en foros de distintas páginas viajeras y de
arquitectura moderna, la comida en la isla era muy cara al igual que la bebida.
Nos ocurrió algo curioso en el supermercado donde compramos, Supermercado Diego
Lores, al pagar la cuenta que fueron 6 euros el cajero-dueño del supermercado
nos dio el ticket de compra y le dijimos que no se preocupara que no nos hacía
falta, a lo cual él nos contestó: “sí, para que hagáis números”…(¿?). 6 euros
entre 2, tocamos a 3 euros, pero bueno.
Tras hacer la compra nos fuimos
ya al O’Buraco. La cena del día anterior había sido dura y la noche también así
que no quisimos abusar y pedimos un pulpo a la gallega, unos berberechos, unas
almejas a la marinera, una caldeirada de raya, una fritura de jureles y
sardinas y un flan de queso y una tarta de queso.
Almejas a la marinera en O'Buraco (Portonovo) |
Todo regado con un par de
botellitas de agua y acompañado por un tío que tocó la guitarra durante toda la
cena. Su repertorio se componía principalmente de canciones de cantautores
tales como Loquillo, Miguel Ríos, Navajita Platea, Silvio Rodríguez, Antonio
Flores, Antonio Vega, Los Panchos, etc. El concierto/tostón/murga fue de menos
a mal. Un señor que no cantaba mal, fue cantando canciones que no estaban en su
tono con lo que tenía que forzar como si estuviera falto de fibra en su dieta.
No contento con eso cambiaba las letras y cantaba lo que quería. Todo esto ante
la atenta mirada de la dueña del local que se emocionaba literalmente
escuchando las canciones y cerraba los ojos y miraba al cielo cantando El
Camaleón de King África o El reloj de Los Panchos. Y esta noche sí, no pecamos
porque mañana hay que levantarse a las 7:15 para coger un barquito en Cangas do
Morrazo que nos lleve a las Islas Cíes. Y nos fuimos a dormir con una de las
melodías del cantante de la cena: “…me asomo a la ventana eres la chica y un
buey…”
Martes. 21 de julio de 2015.
Sangenjo (Pontevedra)
Última noche en Sangenjo. 7:15
suenan los despertadores con destino a Cangas do Morrazo donde un ferry nos
llevará a las Islas Cíes. No tenemos sueño…tenemos lo siguiente. El día amanece
con una niebla temerosa, apocalíptica, legendaria, gris…
Recogemos los billetes en las
taquillas de la Naviera Marina de Ons, no confundir con Marina d’Or Ciudad de
Vacaciones dígame, no.
El viaje transcurre en un mar en
calma pero con una niebla como la cocina de una boda gitana. Tras tres cuartos
de horas llegamos a la isla y curiosamente la niebla empieza a levantarse.
Cuatro rutas de senderismo para hacer. ¿Cuál hacemos? ¿La de 1 hora ida y vuelta?
¿La de 2 horas? No. Ya que hemos ido en chanclas vamos hacer la de 3 horas y
media. El principio del camino transcurre por un bello paraje la verdad, viendo
la playa de Rodas, de arena blanca, preciosa. Y entre los pinos y los
eucaliptos. Para los desconocedores del asunto diré que aparte de los
eucaliptos como caramelos que te dejan la nariz despejada existe el árbol, el
cual no recomiendo hacer el mismo uso, porque tanto si lo chupas como si te lo
metes por cualquier parte de tu cuerpo no te va a despejar la nariz. Avisados
estáis.
Como os iba diciendo, el sendero
era bonito hasta que la caprichosa Madre Naturaleza hace desaparecer la vista
de la playa, los árboles y cualquier climatología que ayude a avanzar. Aparecen
las cuestas (hacia arriba), el calor y las piedras. Todo ello acompañado con un
par de chanclas de última generación en las que introduces una tirilla de goma
entre el dedo gordo y el dedo largo, mientras las piedras se clavan por debajo
de la goma dejándote unas ampollas como patatas bravas. El final del trayecto
es el Faro de las Cíes. Un faro situado en lo más alto de la isla y que ofrece
unas vistas espectaculares de la isla de al lado, San Martiño, y de la misma
isla donde estamos y del mar y de todo lo que se pueda ver en el caso de no
haber niebla, que era el caso que nos ocupa en este mismo instante. Una niebla
que no se veía ni el mar.
Faro de las Islas Cíes |
Así que nos llevamos ampollas, fotos de la niebla y
cientos de gaviotas descojonándose de nosotros.
La bajada del faro no os penséis
que es mejor, tenemos que ir frenando con las ampollas y viendo como la gente,
a causa de la niebla, se despeñan por los acantilados entre gritos
aterradores…como en Asturias el año pasado los niños, ¿recordáis? No teníamos
fuerzas para llegar hasta la Playa de Rodas, que era la playa grande y tomamos
el camino de la playa de Nosa Señora, una playa mucho más pequeña pero con el
agua cristalina y la arena blanca, igual de bonita.
Playa de Nosa Señora (Islas Cíes) |
Un amigo me dijo: “no tenéis lo
que hay que tener para bañaros en las Cíes, el agua está helada”. No sé qué era
lo que tenía que tener, pero yo tenía una ampolla del tamaño de Bogotá en mi
pie, así que dejé las cosas y me zambullí en el agua…eso sí, poquito a poco. De
repente me di cuenta de que lo que en un principio creímos gaviotas eran pingüinos.
Las piernas se me empezaron a poner de color azul y mis labios morados. No
probaba un agua tan fría desde aquel invierno del 87 en Ávila cuando se
estropeó la caldera en plena ducha. Entonces me acordé del pobre Leonardo Di
Caprio lo que tuvo que sufrir cuando la otra gorda no se bajó de la tabla en
Titanic. Os digo yo que esa se viene conmigo a las profundidades.
El barco de vuelta salía a las
18:15 así que apagamos el fuego, recogimos las mantas y nos despedimos de Papá
Noel. Ya que estábamos hartos de andar con chanclas, decidimos llegar hasta el
muelle andando por la orilla de la playa de Rodas. La playa preciosa y llena de
gente, pero la arena te absorbía hacía dentro y cada paso era una tortura. Así
que el parte médico del día es una ampolla, agujetas en los gemelos y un
michelín, al que no le di crema, quemado.
Playa de Rodas (Islas Cíes) |
El ferry de vuelta iba muy
animado ya que el capitán del barco nos puso regaeton a cascoporro para entrar
en calor.
Llegamos a Sanxenxo. Una ducha,
un ratitos tumbados en la cama y a por la cena, que hemos reservado mesa en
Berberecho.
Nos reciben los camareros como
siempre con una amabilidad desmesurada aunque entendible si alguien les dice el
saque que tenemos. Pero esa noche no se lo íbamos a demostrar y pedimos la
ración de pulpo diaria que nos recomendó nuestro médico de cabecera,
hamburguesitas de buey, filloas rellenas de pollo a la plancha con verduritas,
huevos revueltos con habas y lacón, banoffe (helado de plátano con caramelo) y
tarta de queso. Todo ello regado con coca-cola, cerveza y agua.
¿Una copa? Bueno venga, pero
solo una en…Buddha-Bar. En cuanto estuvimos a 20 metros del local el relaciones
públicas del domingo salió cual hiena a por nosotros como si fuéramos el tío de
América que le trae la herencia: “¡¡Hombre, mis amigos de Madrid!! Un abrazo
aquí” Alfombra roja, gaiteros, etc, nos reciben como embajadores de la marcha
de Sanxenxo. Nuestras expectativas del nivel al que llegó la fiesta del domingo
se confirman cuando una camarera se nos acerca y nos dice: “La fiesta del
domingo bien, ¿no?” Y tú la dedicas una tímida sonrisa y un: “Buf, sí, sí…” Y
te quedas pensando: “Como me guiñe el ojo el negro estoy perdido”. Mañana a A
Coruña.
Miércoles. 22 de
julio de 2015-A Coruña
Nos levantamos con un cuerpo más
o menos decente ya que la noche anterior hicimos los deberes y nos comportamos
como personas decentes.
No teníamos ninguna prisa para llegar a A
Coruña, así que hicimos una parada en la playa de A Lanzada.
Playa A Lanzada |
2,5 kilómetros de
playa según la Wikipedia, y como la Wikipedia es Dios pues no se discute. Se
trata de una playa virgen, únicamente desvirgada por un par de chiringuitos a
cada extremo de la playa, en uno de los cuales voy a quedarme dejando que la
brisa marina golpee mi rostro cual brisa marina golpeándome el rostro. Yo a lo
mío y Juanjo a lo suyo, playa y coger color. Está hasta arriba de gente, sobre
todo familias. La gente pasea por la orilla en manadas, a veces cuesta andar
entre tanta muchedumbre, y de vez en cuando se ve alguna pancarta de gente que
se manifiesta contra la reforma educativa o la corrupción.
Pasada la hora de comer nos
planteamos comer algo y nos vamos camino a O Grove. En el pueblo la gente ya
está echada la siesta y encontrar restaurante para comer va a ser más harto
complicado. Pero os habéis colado, solo tuvimos que preguntar en dos o tres
restaurantes, hasta que encontramos una amable chica que nos ofreció mesa en la
terraza de su local, ¡chincharos!
Llegamos a A Coruña.
Playa de Riazor (A Coruña) |
Hotel
Almirante. Al lado del estadio de Riazor y al lado de la playa del mismo
nombre, y en frente del Moon 57 un garito muy bonito con unas vistas
espectaculares del mar y la playa. La habitación está bien y si no hubiera sido
porque era un primero hubiéramos tenido vistas al mar. Pero si te empinabas un
poco se veía alguna ola.
En el Moon 57 nos espera Joaquín el tercer viajero, con un
par de amigos tomando una cerveza. Allí que vamos a hacerlas compañía y no se
puede estar mejor…bueno, sí, pero es horario infantil. Una vez nos ponemos de
acuerdo para el plan nocturno, nos vamos al hotel a ponernos más guapos.
Quedamos a las 22:00 horas en el
hotel de Joaquín que está a la otra punta de la playa. Justo coincidía la hora
de la puesta de sol y era espectacular. Juanjo y yo nos íbamos parando cada 10
metros para hacer fotos, con lo que llegamos a las 23:15 a nuestra cita con
Joaquín, pero con unas fotos muy chulas.
En el centro de la ciudad se
celebra una feria medieval y las calles están engalanadas con estandartes y
banderolas.
Plaza de María Pita (A Coruña) |
Los comerciantes de los mercadillos se entremezclan con la gente
vestidos con las ropas de la época y aprovechan para venderte su género, que
van desde unos quesos a unas figuritas de madera, pasando por embutidos,
empanadas, productos de orfebre, paella, mojitos, hélices de barco, tocadiscos,
colonias o la inevitable bata-manta. Es lo que tienen estas ferias, que
comienzan siendo medievales y acaban convirtiéndose en auténticos mercadillos
de chinos. Cenamos en un restaurante llamado El Penela. Pulpo, carne de ternera
asada, tortilla de patatas y un mix de postres compuesto de leche frita, tarta
de queso y filloas crujientes caramelizadas rellenas de helado de canela, ay
que rico….Un par de mojitos y acabamos con el primer agotador día en A Coruña.
Jueves. 23 de
julio de 2015-A Coruña
Duermo solo. Ya que Juanjo ha
dormido con Joaquín. No, no son novios. Al parecer, el motivo de que Juanjo
estuviera tanto rato en la playa no era para tomar el sol sino para dormir, ya
que me acusa el muy ladrón, de emitir
ruidos guturales nocturnos más conocidos como ronquidos. ¡Y eso es total y
absolutamente falso! A la vuelta del viaje, mis abogados tramitarán la
correspondiente querella por injurias y ronquidos injustificados.
Como siempre nos levantamos a
una prudente, que es la de comer, no vaya a ser que en el desayuno nos siente
mal algo en mal estado y nos jorobe todo el viaje. Y dejándonos guiar por los
nativos de la zona vamos a comer a El Mirador de San Pedro situado en El
Mirador de San Pedro, no se estrujaron la sesera, no. Es el extremo opuesto a
la Torre de Hércules en la pequeña bahía que hace la playa de Riazor. Las
vistas son espectaculares. La playa de Riazor, la Torre de Hércules, A Coruña,
el mar Cantábrico, las gaviotas, un abuelo con su nieto… en fin, lo típico que
se ve desde un mirador de estas características. El skyline de A Coruña (con el
abuelo y el nieto).
Mirador de San Pedro (A Coruña) |
Hay diversas maneras de subir
hasta el lugar. Andando, por carretera, trepando por las piedras (la menos
utilizada según el Instituto Nacional de Estadística) o por el
revolucionario…el…la…no sé cómo llamarlo exactamente. Es una esfera redonda y
cilíndrica cuya armadura es de metal y cristal que sube a modo de ascensor a
por uno de los lados del mirador. Sube y baja cada cuarto de hora. Se abre una
compuerta y por ahí salen los pasajeros de este globo infernal. A mí se me
parecía a la Estrella de la Muerte de la Guerra de las Galaxias. El nombre de
El Mirador de San Pedro debió ponerse mucho antes de la instalación de este
artefacto del demonio, porque si no el nombre hubiese sido El Mirador de la
Estrella de la Muerte.
Funicular del Mirador de San Pedro (A Coruña) |
Impartida la clase sobre el
ascensor en cuestión, pasemos a sentarnos a la mesa del restaurante. El trato
exquisito, como en el resto de los sitios en los que hemos estado en esta bella
tierra. De entrantes lo de siempre, chipirones, navajas de Albacete, y algo más
que no recuerdo si fueron croquetas, pero da igual, estaban de 10. De beber,
algo revolucionario, que debido a mi ignorancia culinaria nunca lo había hecho,
cava. Lo de la bebida merece capítulo aparte que más tarde os contaré. De
segundo, tres de nosotros pedimos steak tartar y los otros dos, besugo.
Steak tartar en el Mirador de San Pedro (A Coruña) |
Al
igual que el cava, el steak tartar era otra de las cosas que desconocía mi
paladar debido a que en el Burger King, Dominos Pizza y Casa Pepe no lo
estilan. Para el steak tartar aparece el camarero con un carrito con todos los
ingredientes para elaborar tan delicioso plato. El carrito contaba con tarritos
pequeños, botellas de diferentes salsas e incluso una botella de Duque de Alba,
parecía la botica de la abuela ambulante. Pero oh, para mi sorpresa, el fulano
utilizó todos y cada uno de los ingredientes que había en el carrito. Hasta 20
céntimos de una propina que le habían dejado, también la echó.
Para el besugo aparece otra
camarera con un carrito y un besugo. Sin más. Con un tenedor y un cuchillo. Que
yo creía que era para quitar las espinas al pececillo pero no, que va, ella lo
utiliza para desmenuzar la carne. O sea que no sabes si lo hace para ayudarte o
para joderte y que te puedas encontrar una espina.
Entre pinchada y pinchada de los
platos surgió el tema central de conversación en la comida: las copas de cava.
En un momento dado alguien observó que en todas las copas había un hilillo de
burbujas que salía desde el fondo de la copa. En todas menos en una, la de
Juanjo. No tenía burbujas…Bienvenidos amigos a Cuarto Milenio, bienvenidos a la
nave del misterio. ¿Por qué la copa de Juanjo no tiene chimenea (concepto que
aprendí también en aquella comida)? Juanjo la prueba y…”no tiene gas, no tiene
fuerza”. Prueba otra y…”no tiene nada que ver”. Las teorías empiezan a surgir
en la mesa entre los comensales. “Eso es la limpieza de las copas”. “Es que la
tía ha abierto mal la botella. Ha hecho ruido cuando la abierto. Si la hubiera
sujetado por debajo y la hubiera dado un cuarto de giro, hubiera estado
perfecto” (esta última teoría, totalmente en serio, también la aprendí en la
mesa ese día). Pero, tras una larga deliberación, la que se llevó el premio
fue: “está debajo del aire acondicionado”. En ese momento a mí se me abrieron
las carnes. Evidentemente no iba a ser yo el que llamara al camarero para
decirle lo que estaba ocurriendo. Alguien lo hizo por mí. El camarero
lógicamente pensó que estaba rota y la cambió. Pero, amigos de la nave del
misterio, de lo desconocido y del cava, cuando el burbujeante líquido se vierte
en la copa ocurre lo mismo: no existe la chimenea ni una pequeña hoguera…nada.
El caos se apodera de la mesa. Y las teorías resurgen: “La temperatura exterior
no es la adecuada y la copa está muy cerca de la ventana”. “La marea está
subiendo y se lo lleva todo, hasta las burbujas”. Si no lo hice en la primera
vez, tampoco iba a pedir una copa en la segunda. Pero alguien se la pidió. El
camarero ya pensaba que era una despedida de soltero o una cámara oculta. Esta
vez se lo tuvimos que explicar y el camarero se quedó como las vacas al tren.
Tercera copa. ¡¡Chimenea!! Pedimos otra botella para celebrarlo y los cinco con una chimenea en nuestra copa.
Una vez terminada la
cena-chimenea unos a la playa y otros a la siesta, es decir, Joaquín y Juanjo a
la playa y yo a la siesta. El plan para después de la siesta era ir a ver la
Torre de Hércules. Pero la playa a unos y la siesta a mí nos atrapó y cuando
quisimos llegar a la Torre, Hércules había decidido cerrarla. Así que la vimos
desde lejos y pospusimos la visita al día siguiente.
Volvimos a los campamentos bases a cambiarnos
para cenar. Ligero. No podíamos comer y cenar como si no hubiera mañana. Fuimos
por las calles típicas de pinchos y tapas y bebimos y comimos como si no
hubiera mañana. Y para acabar la noche fuimos a unos bares con terraza en el
puerto. El My y el Dux. Que eran del mismo dueño. Bonitas vistas nocturnas del
puerto. Los dos bares estaban claramente diferenciados. En el Dux el ambiente
era prácticamente nulo. No seríamos más de 10 personas y todos de una
edad…digamos avanzada, de 34 para abajo (Joaquín tiene 34). Y el ambiente del
My era claramente de 34 años sumando las edades de las parejas. Niñas con
faldas por encima de los hombros, collares que se los pisaban y pendientes que
podían llevar una familia de guacamayos cada uno. Los niños en cambio mucho más
discretos, peinados imposibles en donde el flequillo tapaba el culo de su novia
y a la vez llevaban dibujado el Guernica en la sien. Unos pantalones de talle
bajo que utilizaban los cordones de las zapatillas como cinturón. Zapatillas
con unas lengüetas como airbags de coche que si te tropiezas y te caes
automáticamente te devuelven a la verticalidad.
Nos hubiéramos quedado más pero
una vez que ayudamos a cruzar la carretera a todos nos fuimos a dormir.
Viernes. 24 de
julio de 2015- Santiago de Compostela (A Coruña)
Última parada en nuestro periplo
por tierras gallegas. Santiago de Compostela. Pero antes de decir adiós a A
Coruña y a sus vecinos nos quedaba una cosa pendiente, que era ver la Torre de
Hércules . Llegamos a la Torre de
Hércules, faro en activo más antiguo del mundo. Data del siglo I d.c. Más de
2.000 años con la misma bombilla, amigos, pedazo faraco.
Torre de Hércules (A Coruña) |
Según cuenta la
leyenda, Hércules se enfrentó a un tal Gereón (o algo así) y tras una paliza de
escándalo le ganó y dijo: “a este tío le arranco la cabeza”. Una vez arrancada
la testa del colega, Hércules vio que tenía una almendra considerable y dijo:
“la voy a enterrar por estas tierras y encima pongo un faro, con dos cojones”.
No os quiero aburrir así que os remito a
la Wikipedia que os lo explicará mucho mejor, dónde va a parar.
Estatua de Hércules |
Justo nada más de poner un pie
en la rampa que conduce a la torre, empieza una pequeña lluvia, fina pero
molesta, que tuvimos que aguantar durante unos breves minutos, el tiempo que
estuvimos esperando la cola para comprar los tickets para entrar al recinto.
Sí, sí, tres euros cuesta la broma. Que no sé dónde los invertirán porque
nosotros no hicimos ningún gasto. Subimos por una escalera de 274 escalones
(aprox.), miramos el paisaje, nos hicimos las fotos de rigor y bajamos con
cuidado de no matarnos. Ya me dirás tú el gasto dónde está. Aún si me dijeras
que la recaudación va a parar integra a la familia de Hércules, pero no creo.
Entre la lluvia, lo que
esperamos, la subida y la bajada, la hora de comer se nos echó encima. Próxima
parada: Betanzos. Atención. Estación en curva. Al salir, tengan cuidado de no
introducir el pie entre coche y andén.
Joaquín conocía un sitio donde
se comía el pulpo de escándalo. Y allí era donde comeríamos, pero antes picamos
algo en algún bar del pueblo. Y así fue, pedimos una tortilla de patatas
pequeña (30 centímetros de diámetro con borde relleno de queso) y una ración de
pimientos de Padrón.
Tortilla de patata en Betanzos |
Ya habíamos saciado nuestro apetito pero
claro, no nos podíamos quedar con la duda de si era cierto o no lo del pulpo,
así que allí fuimos. Los horarios ya nos los pasábamos por el arco del triunfo,
es decir que cualquier hora era buena para hacer lo que fuera, y si uno quería
tomarse un cola cao con bizcochos a las 7 de la tarde se lo tomaba. El bar del
pulpo era un bar pequeño en el cual nos recibe un pequeño hombre con un tonillo
de voz semejante a Cañita Brava. Pedimos una de pulpo y el hombrecillo nos
replica que si queremos dos mejor. “¿Qué dices, tío loco? Dos raciones de
pulpo, insensato.” Pedimos dos pinchos morunos. Yo por una de esas cosas
inexplicables, como la chimenea de las copas de cava, pues no me apetecía comer
más…salado, y una de tarta de queso. El mito era cierto, el pulpo era de
llorar.
Pues hemos comido, vamos a tomar
un café que Santiago nos espera. Y además viendo el Tour de Francia en el
Versalles, ¿qué más podemos pedir? Pues que nos metan una hostia por una crema
de orujo y dos cafés como así fue.
Después de ver como ni Nairo
Quintana, ni Alejandro Valverde, ni Alberto Contador pudieran recortar
distancias a Froome, nos fuimos cabizbajos al coche, esta vez sí, camino de
Santiago.
Santiago de Compostela está
tomado por los peregrinos y por el mismo número de policías. Se respira ambiente
festivo como no podía ser de otra manera, era el día grande y sus habitantes se
visten con las mejores galas.
Catedral de Santiago de Compostela |
La catedral también se viste con sus mejores
galas pero solamente una de sus torres, a la otra no ha dado tiempo a
engalanarla, la restauración aún no se ha completado.
Hotel San Lorenzo. Habitación
triple. La 210. Que curiosamente si sumas los dígitos el resultado es 3, los
mismos que íbamos a ocupar la habitación triple, 3. Y las mismas camas que
había en la habitación, 3. Y las mismas noches menos una que íbamos a estar, 2.
¿No os parece curioso? Porque a mí ni pizca.
En cuanto entramos en la
habitación Joaquín y Juanjo ya se imaginan como será esa noche, cena, copas y…
ronquidos. Pero enseguida logro que nos duchemos y les distraigo de sus
preocupaciones.
Salimos a comernos Santiago,
literalmente. A la Plaza del Obradoiro era imposible entrar, ya que la policía
tenía cortado el paso debido a la muchedumbre que esperaban ver los fuegos
artificiales a las 23:30 y aún quedaban 2 horas y media. Nosotros éramos más de
otros fuegos, más bien de fogones, con lo que buscamos un bar donde comer algo
y tomarnos una cerveza principalmente.
Una vez encontramos un bar (no
era el mejor de Santiago, pero había cerveza) quedamos con una amiga que estaba
allí recién llegada de peregrina. En el tiempo que estuvimos esperando a que
nuestra amiga se arreglara nos dio tiempo a tomarnos un doble y dos tercios
cada uno y comernos unas porciones de pizza rancia que nos ponían como
aperitivos. No es de extrañar teniendo en cuenta que estábamos esperando a una
mujer a que se arreglara.
Junto con ella aparecieron otras
dos chicas que había hecho de amigas en el camino. Uuuuuhh, la noche pinta
bien, tres para tres. Las chicas vieron los fuegos, cenaron un poco, tomaron
una copa y se fueron a dormir. Así que como dice un proverbio chino: No es como
pinta sino si se van a quedar hasta las 7 a tomar copas contigo y con un poco
de suerte tener rollo con alguna, si no es así, sigue tú solo.
Así hicimos, continuamos solos por
la noche compostelana cual tunos. Esta noche teníamos que darlo todo, ya que si
el sábado lo dábamos todo luego el domingo íbamos a estar muy cansados para el
viaje. Y tras estar en un garito de salsa y un par de ellos de música de los 80
a eso de las 5 a.m. nos retiramos. No sin antes pasar por la feria y tomarnos
un bocadillo de fritanga para no dormir con malestar.
Sábado. 25 de julio de 2015.
Santiago de Compostela (A Coruña)
Amanece el día grande en
Santiago de Compostela. La noche aparte de estar bañada por alcohol y música y
demás factores de una noche festiva, fue demostración de que servidor no es el
único que emite psicofonías en la noche. Armado con mi Handycam de Sony, la
encendí y empecé a grabar al oso de mi izquierda y al oso de mi derecha que
empezaron a darme la noche en estéreo. Evidentemente cuando vieron la
grabación, mejor dicho, oyeron la grabación, me hicieron un Julián Muñoz y un
Infanta Cristina: “no, no se oye nada. Ese ruido lo haces tú. Yo ahí no me
reconozco”. Lo demás queda como secreto de sumario. Pero el Supremo dice que
los tres roncamos.
Frescos como rosas nos
levantamos a las 14:00 horas, no sin antes haber recibido la visita de la
señora de la limpieza: “¿Se puede…? Aaaaah, tres osos, ¡¡¡socorro!!!” La señora
salió corriendo despavorida por el pasillo del hotel. Al instante se presentó
un hombre con una escopeta de cartuchos….¡Qué no, que es mentira! La buena
mujer nos pidió disculpas y volvió a cerrar la puerta. Teniendo en cuenta que
la mujer al abrir en vez de encontrarse tres modelos de Calvin Klein se
encuentra a Los Panchos en horas bajas…pues es de agradecer que no hiciera nada
más. Al cuarto de hora recibimos una llamada de recepción. “¿Desean los señores
que les hagamos la habitación?”, “Sí, en diez minutos salimos”, “¡Pero en diez
minutos, ¿eh?!,” Coño, parecía mi madre la recepcionista.
En diez minutos, estábamos
arreglados y duchados. Fui a llevar la llave a la recepcionista: “Gracias y disculpe”,
“¿Cómo me habréis dejado la
habitación?, madre, madre. Como una leonera. Habréis hecho las camas por lo
menos, ¿no?”
“Pero…”
“Ni peros ni peras. ¿Vais a
venir a comer?, que luego hago comida como una tonta y ahí se queda”.
Salimos con el plan de comer
viendo el Tour de Francia, y luego seguir de copas por las terrazas hasta una
hora prudencial. Comimos y vimos como Nairo atacaba a Froome en una etapa
épica, como épico el queso de tetilla que nos metimos entre ataque y ataque.
La tarde se presenta tranquila e
incluso hacemos la locura de esperar la cola o fila para entrar a ver la
catedral como unos turistas normales. Tras
una hora de cola y un par de intentos de colarse repelidos por Juanjo de manera
educada a la par que elegante: “Eh, atrás”, entramos en la catedral. Tras dos
minutos dentro se acerca un segurata de la catedral: “Los que no vayan a
asistir a la misa que abandonen el templo”. Educado a la par que elegante
también. Nos quedamos con caras de boquerones a medio morir. L
Santiago de Compostela |
Pues nos fuimos a buscar la
mejor terraza de Santiago para meternos un copazo y ahogar las penas en el
alcohol. El habernos echado de la catedral nos afectó mucho. Al llegar a la
Plaza del Obradoiro nos encontramos un gentío arremolinado alrededor de un
acto. ¿Serían gaiteros venidos de todo el mundo para dar un concierto en tan
insigne lugar y ambientar tal día? No. Eran un grupo de karatecas surcoreanos
haciendo una exhibición y pegando gritos. Así que ya sabéis, el año que viene
no os olvidéis de ir a Seúl que seguramente os estén esperando Carlos Núñez y
la Banda de Gaiteros de Augusto César Lendoiro en la Plaza de Sun-Yun Kin.
Por fin encontramos una terraza
donde pedirnos esa copa tan merecida después del feo hecho en la catedral y el
choque de culturas de la plaza. Una copa llevo a otra y otra a otra y la otra a
cenar. En Los Petiscos do Cardeal. Sitio 200 % recomendado. Y como siempre el
trato por parte de la camarera que nos atendió excepcional.
Y ya por último una copita y a
dormir como reyes. No sin antes cruzarnos en una calle con un grupo de folclore
típico de la zona. Tenían un pequeño rincón en un callejón de Santiago patas
arribas. La gente bailando y cantando en la calle. Pues qué mejor sitio para
tomarnos la copa que allí y cantar con todo el mundo. Y ya que estábamos allí
pasándolo bien pues no tomamos otras dos. Decidimos seguir nuestra ruta porque
sino nos quedábamos allí toda la noche. Nos sentamos tranquilamente en otra
terraza. Y como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra, volvimos al rincón typical galician.
Fiesta en las calles de Santiago de Compostela |
Llegamos al final del recital.
Pero como en todo buen sitio que se precie con fiestas siempre hay un grupo de
andaluces que empezaron a entonar la famosa canción del “¡Camarero! ¿Qué?”. Nos
unimos a ellos participando con nuestras propias canciones llevadas desde
Madrid. En un momento dado yo me lancé con mi armoniosa voz: “¡Camarero!
¡Camarerooooooo!” Y en ese momento apareció el camarero de verdad del bar con
los ojos inyectados en sangre hacia a mí: “Me cagüen la hostia, os he dicho
cuatro veces que os calléis ya que va a venir la policía”, “Creo que la canción
no es así, pero bueno…”
Ya no había marcha atrás.
Volvimos a la zona de ayer y nos volvimos a emborrachar. Y llegamos más ebrios
que el día anterior si cabe. Aquella noche nadie roncó…o quizá nadie lo
escuchó.
Domingo. 26 de julio de 2015.
Madrid
“¿Se puede…?¡¡ Aaahhhh, los tres
osos otra vez!!” La señora de la limpieza nos andaba buscando y si nos quedamos
una noche más nos encuentra. No existía el típico cartelito de todos los
hoteles: “DON´T DISTURB” o “MAKE ME THE ROOM”.
Joaquín volaba a Madrid en
avión, y Juanjo y yo regresábamos en coche. Una vez que Joaquín ya había
marchado, la señora de la limpieza debió verle salir y pensó que ya nos habíamos
ido. Entró por tercera vez. “¡Ay hijo, perdona, que he visto salir a un chico y
pensaba que os habías ido”, “Es lo que acabo de poner en el diario, señora. No
se preocupe”.
Hago el checau en la recepción
con Miss Simpatía 1983. “Vaya horitas de llegar ayer….desde luego. No he pegado
ojo. He estado a punto de llamar a la policía. ¿Para qué queréis los móviles?”,
“Es que me quedé sin batería”, “¿Y no hay cabinas?”, “….”, “Toma la factura.
Buen viaje. No corráis… ¡Y llamadme cuando lleguéis!”
Y bueno con alguna parada
técnica debida al cansancio por fin llegamos a Madrid y sus 37 grados. Hogar
dulce hogar.
Gracias a todos por acompañarnos
en la distancia y preocuparos por nosotros. Nosotros lo hemos hecho por
vosotros a nuestra manera, pero también nos hemos preocupado. Galicia, gran
tierra, pero eso sí, llevaros unos tupper o unos bocadillos cuando vayáis si no
queréis pasar hambre.
Un abrazo.
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