lunes, 18 de septiembre de 2017

ISLANDIA. 8 DÍAS DE HIELO, AGUA Y FUEGO

1er día. 16 de agosto de 2017. Alicante - Fossatun Camping  Cottages and Pods

Islandia. Por fin llega el día del tan anhelado viaje. Me voy a Islandia, es decir, casi arriba del todo. 2.894 km. hasta su aeropuerto, Keflavik y 4 horas y media, 5 horas de vuelo. Depende del tráfico. Voy con tres amigas valencianas que lograron convencerme de que el verano en Islandia podía ser distinto, y tras investigar en Youtube, Google, Instagram y Segundamano.com pensé que a lo mejor tenían razón y me apunté. El vuelo de WOW Air salía de Alicante. Pensamos que la maleta que facturáramos podría pesar máximo 30 kilos, así que en vista de que nos habían contado los elevados precios de la comida en Islandia, decidimos llevar víveres entre la ropa, tales como embutido, queso, vino, atún, colines, paté, atún, mermelada, atún y alguna otra latilla de atún. Una vez en el aeropuerto nos dimos cuenta de que los 30 kg no eran tales y que eran 20. La mía pesaría unos 17-18 kg mientras que las de las chicas excedían en un par de docenas de kilos...planchas para el pelo, cremas, acondicionadores, aires acondicionados, microondas, espejos de pared, etc. Tuvimos que cenar alguna que otra latilla de atún y redistribuir el peso entre las maletas y el equipaje de mano, y con eso y alguna que otra caída de ojos que le hice a la chica del mostrador logramos que nos dejaran pasar las maletas sin coste adicional. Menos mal que los aviones de hoy en día han mejorado muchísimo en clase turista y hay el espacio suficiente entre los asientos como para que te quepan dos bolígrafos y un folio sin doblar. "Si te toca pasillo puedes estirar las piernas" Así es, puedo estirar las piernas en el pasillo si no pasaran por él 53 veces con el carrito de los cafés, coca-colas, y sándwiches, 201 veces la gente a mear al servicio y dos romerías del Cristo de los Gitanos y la Virgen del Rocío. En vista del trasiego en el pasillo debo plegar mis piernas e ir moviéndolas en función de lo entumecidas que las tenga. Nuestro vuelo salió a la 1:30 a.m. así que lo tocaba a esas horas era dormir. Además de acomodar las piernas también es necesario acomodar el cuerpo, la cabeza y los brazos, pero cuando has conseguido acomodar alguno de ellos, el otro está empezando a presentar síntomas de gangrena.
Tras las 4 horas y pico de vuelo aterrizamos en Keflavik, aeropuerto más cercano a Reikiavik. Otra cosa que me sorprende de los vuelos es el aterrizaje y cuando ya se detiene el avión y se quita la señal correspondiente a los cinturones de seguridad. La gente como loca se empieza a levantar y a bajar su equipaje de mano de los maleteros. ¿Y a dónde van? A ninguna parte porque las puertas no se han abierto aún y se quedan cual rebaño de ovejas en el pasillo mirando a la gente que está sentado como diciendo: "Ja, ja, ja, yo ya tengo mi equipaje de mano y voy a salir 5 minutos antes que tú”. En fin...Luego te encuentras a los mismos que se quedan esperando el equipaje en la cinta mientras tú te vas con el tuyo (yo a uno le hice un calvo según me iba).


En Islandia por estas fechas amanece sobre las 5:30 a.m. aproximadamente, así que cuando salimos del aeropuerto a por el coche de alquiler ya empezaba a haber luz. Si queréis recorrer los rincones más maravillosos de Islandia y poder llegar a ellos sin problemas es imprescindible alquilar un 4x4 tocho. El nuestro era un 4x4 normalito, un Dacia Duster que en ningún momento nos dio un problema y siempre nos llevó y nos trajo a todos los sitios. Desde el kilómetro 1 de nuestro viaje empezamos a descubrir los maravillosos paisajes que tiene el país. Montañas con laderas de color gris, verde, marrón, negra... en las que de vez en cuando asomaba alguna cascada que se convertía en múltiples ríos a los pies del monte.  Las carreteras rectas en las que no veíamos el final de la misma. Si vais alguna vez a Islandia durante las primeras horas de conducción la frase que más os oiréis decir será "Qué bonito", a no ser que os perdáis en el parking del aeropuerto entonces la frase será "¿por dónde se sale de aquí?". Nuestro coche llevaba navegador pero nosotros os recomendamos llevar algún plan B, que en nuestro caso se convirtió en el plan A, que era utilizar una aplicación del móvil llamada MAPS.ME, la cual funciona off-line y es bastante más completa que el navegador del coche. Muchos de los sitios a los que queríamos ir, bien fueran atracciones turísticas o alojamientos, no aparecían en el navegador, en cambio en la aplicación aparecían e incluso te daba la opción de reservar, precio de la habitación, así como los nombres de las ex novias del dueño. Muy completa


Amanecer islandés. Próximamente en los mejores cines


El primer destino después de parar un par de gasolineras con la cafetera rota y tomar un café en una tercera con la cafetera óptima, fue el Parque Nacional de Thingvellir. En este parque entre otras muchas cosas se puede pasear por la falla que separa la placa Noramericana y la placa Euroasiática, que a su vez servía a los islandeses desde el año 930 de congreso y ahí es donde decidían las leyes y sus cosas de la isla como qué volcán ponían en marcha, a qué cascadas ponían más agua...y cosas así. Cada pocos metros el paisaje miraras donde miraras iba cambiando. Paredes de piedra, cascadas, lagos, ríos, praderas...todo en un margen de dos o tres kilómetros y no das a basto con la cámara de fotos.

Parque Nacional de Thingvellir


 Al final del sendero que discurre entre las paredes que servían de congreso a los antiguos pobladores, el camino se divide en dos: a la izquierda nos dirigimos a la cascada Öxarárfoss, nuestra primera cascada. La cascada seguramente sea la más pequeña que hayamos visto pero no dejamos de admirarla un rato.

Cascada Öxarárfoss


Como era muy temprano íbamos solos por el parque y así podíamos disfrutar del paisaje y hacernos fotos sin que saliera la cabeza de algún turista despistado o algún autobús de jubilados, los cuales abundaban, nipones y jubilados. Para acabar con la visita a nuestro primer destino fuimos hasta el final del sendero donde había una vista de la falla desde un pequeño mirador y un autobús de jubilados que había llegado desde otro punto distinto al nuestro y abarrotaban el mirador. Tras unos pequeños empujones, haciendo un poco de presión presencial y tirando un par de jubilados al vacío, logramos hacer un par de fotos.

Falla en Thingvellir


Próxima parada: agua caliente que sale del suelo a chorrazo, es decir el Geysir. Precisamente la palabra géiser deriva de Geysir, que a su vez deriva del verbo islandés "gjósa" que significa "erupcionar". Muchos diréis que he mirado Wikipedia, pensad lo que queráis pero a veces utilizo la lógica de las palabras, geysir-geiser-gjósa-erupcionar, más claro agua. La afluencia de gente ya empieza a ser importante, pero en todo el viaje nunca llegó a ser agobiante, el Geysir está dentro del Círculo Dorado que se encuentra muy cerca de Reikiavik y se llega por carretera sin necesidad de utilizar un 4x4, con una Vespa es factible. Cerca de la carretera encontramos un parking y cruzando la carretera se encuentra la zona de los géiseres donde está el Gran Geysir y Strokkur que son los dos más grandes acompañados de pequeños agujeritos que borbotea el agua y te avisan que te puedes quemar. El Gran Geysir dejó de erupcionar a principios de este siglo. Según he podido leer hay dos teorías, una dice que como consecuencia de las piedras, monedas y demás objetos arrojados por los turistas. La gente se pensaría que el agua siente y que si le tiraban cosas pues erupcionaría para mostrar su enfado, pero no fue así y ahora por mucho desatascador que lleven no hay manera de que aquello eche agua. La otra teoría cuenta que es debido a que está dormido pero que cualquier actividad sísmica puede hacer que despierte de su letargo y escupa toda su ira contra los turistas que en este momento se encuentren haciendo el canelo por los alrededores. El Strokkur ha debido tener más tragaderas que su primo y aún sigue echando agua de 20-30 metros de altura.

Erupción del géiser Strokkur


La escena es la siguiente: un agujero acordonado por si alguno tiene tentaciones de hacerse una exfoliación extrema de la cara, y el géiser cada 8-10 minutos erupciona, y entre erupción y erupción la gente (entre los cuales me incluyo) está sujetando sus dispositivos (móviles, cámaras de foto, videocámaras) enfocando al agujero para no perderse el chorro. Las escenas son surrealistas porque hay gente (sobre todo japoneses) que adoptan las mejores poses para el selfie como por ejemplo los dedos en V haciendo el símbolo de la victoria, besando a sus parejas, vi a uno que se quedó sin aire y cayó dentro de la terma, incluso gente que se les cansa el brazo, lo baja y justo erupciona el géiser quedándoles el selfie como si te lo hubiera hecho Serafín Zubirí, media oreja, un poco de la capucha, el japonés de al lado y una gota que no sabes si es de alguien que te ha escupido o del géiser. El Geysir es de los pocos lugares donde hay sitios con suvenires y un centro de información con restaurantes, cafeterías, etc., en el resto del país la mayoría de los sitios está levemente alterado con construcciones.
Seguimos aprovechando lo temprano del día para seguir viendo el Círculo Dorado y camino de nuestro primer alojamiento nos detuvimos en una de las joyas del viaje, la catarata Gullfoss. Como otras muchas cosas en este viaje, nunca habíamos visto nada parecido. Una catarata con dos caídas, la primera de 11 metros y la segunda de 21 y con un caudal de agua tremendo que cae por sus 20 metros de anchura. ¡Qué bonito!... no parábamos de repetirlo, solos o acompañados. Al igual que las otras dos principales atracciones del Círculo Dorado había bastante gente y hacerse fotos en las que apareciéramos solos era misión imposible. Por mucha gente que empujara al agua siempre tenía al lado a un jubilado, un japonés o la especie que empezaba a aparecer, el italiano. Había multitud de lugares desde que admirar la catarata y como siempre con el mínimo rastro de la mano del hombre, cosa que nos gustó en cada sitio al que fuimos.

Catarata Gullfoss



 Aún era pronto para comer así que pusimos rumbo a las cabañas donde íbamos a hacer la primera noche y pararíamos por el camino a comer. Vimos en la Lonely Planet que en la localidad de Laugarvatn existía algo de vida. Supermercado, restaurantes y la principal atracción de la zona que eran unas piscinas geotermales. Compramos en el supermercado aquello que nos podría hacer falta como agua, pan, tomates, salsa tártara, gelatina de kiwi y un poco de levadura. Comimos en un merendero a orillas de lago del mismo nombre que el pueblo. El entorno era bonito, aunque había muchos mosquitos y eran capaces de levantarnos un palmo del asiento, pero no picaban, eran el mosquito cojonero común de Islandia. Una vez tomamos café nos acercamos a una cabaña muy cuca que era un restaurante llamado Galleri, muy recomendable y un sitio muy acogedor.
Con las pilas cargadas fuimos directamente hasta nuestras cabañas, Fossatun Camping Cottages and Pods, una especie de camping con cabañas de madera y un entorno espectacular. 

Fossatun Camping Cottages and Pods con Dacia Duster al lado


Dudamos entre ir a ver alguna cosa del plan del día siguiente o quedarnos allí a descansar. Nos quedamos allí a tomar una cerveza y cenar, y... para darnos un bañito en unos jacuzzis que tenían a disposición de los huéspedes.

Fossatun Camping Cottages and Pods


La verdad es que después del día que llevábamos no nos vino mal un bañito de burbujas. Las cabañas donde nos quedamos eran muy sencillas y pequeñas. Teníamos la opción de haber llevado un saco de dormir o alquilar ropa de cama por 12 €. Optamos por la segunda para ahorrar cargar con un saco durante todo el viaje. Cenamos en el porche de una de las cabañas siendo aún de día, amanecía sobre las 5 de la madrugada y anochecía a las 22:30, aunque durante toda la noche se podía ver lo que llama el sol de medianoche y en el horizonte se veía un atardecer continuo. En cuanto cenamos nos fuimos a dormir porque estábamos rotos.


2º día. 17 de agosto de 2017. Fossatun Camping Cottages and Pods - Blönduós

Este día llevábamos un plan poco claro así que pedimos consejo al chico del camping. El plan que teníamos previsto era improvisado, es decir ir parando allá por donde viéramos jaleo y coches parados corriendo el riesgo de parar en una boda o un parking. En un principio pensamos en ir a ver los fiordos del oeste pero el chico tras mirarnos a nosotros y luego al mapa y reírse para sus adentros nos aconsejó otro destino, la península de Snaefellsnes o como lo llamábamos nosotros, el trozo de tierra ese que sale a la izquierda. Los fiordos del oeste según nos dijo que era un sitio para dedicarle más días, y que en un día no nos daría tiempo ya que tampoco tenía muchas carreteras asfaltadas. Desayunamos en el camping y nos pusimos en marcha.
La primera parada fue Ytri Tunga, una playa donde se podían ver focas y había coches parados, así que como no tenía pinta de ser una boda decidimos parar. No era para tirar cohetes, la playa era muy sencillita y al final de ella había unas rocas en las que vimos media docena de focas tumbadas al sol y a varios metros de la orilla.

Ytri Tunga


El paisaje como siempre era muy bonito, de frente la playa y a nuestras espaldas las laderas de las montañas hasta donde nos llegaba la vista.

Ytri Tunga visto de espaldas


A unos más que a otros pero nos gustó ver las focas tumbadas al sol o nadando a unos metros de la orilla. Nosotros cogimos la carretera que iba por el sur dirección oeste para girar al final de la península y coger la carretera por el norte dirección este.
La siguiente parada fue la cascada Bjarnafoss.

Bjarnafoss


Aquí no hacía falta que hubiera coches porque se podía ver desde la carretera y en cuanto la vimos paramos. Es una cascada de 100 metros de altura y el camino que había hasta llegar a los pies de ella no es para nada complicado y en 10 minutos llegamos andando desde el parking. Según nos dirigíamos a la cascada nos deteníamos a mirar el paisaje tanto el que teníamos delante de nuestros ojos como el que dejábamos detrás de nosotros. El tiempo nos acompañaba y en momentos podíamos ir de manga corta.
Tras la cascada continuamos hacia el oeste de la península. La carretera iba entre el mar y las montañas y cada sitio en el que parábamos era una pequeña sorpresa que aparecía en el camino. Unos kilómetros más adelante llegamos a la garganta Rauðfeldsgjá, una fisura en la montaña por la que corre un arroyo dentro de ella. 
En el interior nos encontramos unas paredes de musgo verde por las que te puedes adentrar hasta donde tú quieras o donde un resbalón te pueda abrir la cabeza y poner fin a tu pequeña aventura. Nosotros optamos por la primera. 

Rauðfeldsgjá


Y a lo tonto a lo tonto se nos hizo la hora de comer y miramos en la Lonely un restaurante que recomendaban al borde del mar en un entorno muy bonito, cosa que no era muy difícil. El Fjöruhúsið Café, y era cierto el lugar era muy bonito pero muy petado y muy caro, así que como habíamos visto muchos sitios bonitos y no había sitio desandamos un trozo de camino y fuimos al Hellnar Primus Kaffi (Café del Primo de Hellnar). 

Fjöruhúsið Café


Tomamos dos sopas de champiñones y dos quichés de queso y cebolla. No veíamos el mar pero hacía un tiempo de lujo y con eso nos valía. A nuestra espalda teníamos el glaciar Snæfellsjökull, es decir la montaña con nieve que había al final del trozo de tierra ese que sale a la izquierda. De aquí a la guesthouse no había mucho que ver y nos quedaba un buen trozo de camino.
De camino paramos de casualidad en Stykkishólmur, un pueblo pesquero y que tenía un faro rojo muy cuqui, así que a nosotros que nos gusta hacernos fotos y ver cosas allí que fuimos. Tuvimos que subir a un pequeño cerro por unas escaleras y el viento que hacía arriba podría rondar los 1.500 km/h, lo cual nos vino bien para hacer el tonto, o me vino bien para hacer el tonto con el viento y hacernos la foto de turno.

Faro de Stykkishólmur


Y desde el faro hasta la guesthouse vino lo más entretenido, el navegador nos mandaba por un lado por donde tardábamos un mundo y medio y la aplicación del móvil por otro lado que tardábamos bastante menos. Hicimos caso a la aplicación y fue cuando empezamos a descubrir las pistas de tierra. El firme estaba bien, y los paisajes acompañaban y lo hacían bonito, pero según avanzábamos el firme se hacía cada vez más complicado y veíamos poca civilización y muchas cabras. (Nota: aún no habíamos descubierto el 4x4 del coche).
Y aquí fue donde descubrimos también que habría que vadear ríos o grandes masas de agua. Delante de nosotros teníamos un charco color arcilla del tamaño de Murcia. En vez de preocuparnos lo grabamos en video, el coche patinó un poco pero no costó tanto, es más dimos marcha atrás y lo volvimos a pasar en zigzag.
Llegamos a Blonduós a la Kiljan Guesthouse. El tiempo se había detenido en los 70 en la casa de invitados de la buena mujer polaca que la regentaba. Teníamos dos habitaciones en la primera planta y solo con el crujir de la escalera se podían haber hecho dos horas de película de miedo. Al entrar en una de las habitaciones en una de las paredes había una foto de la basílica de San Pedro en el Vaticano del tamaño de la pared, una especie de photocall de una fiesta de curas. Una vez duchados y acomodados fuimos a cenar nuestros manjares. La señora polaca y su marido nos dejaron intimidad y esperaron a que termináramos de cenar para recoger un poco la cocina e irse a dormir pero allí nos quedamos nosotros cenando de cháchara hasta que salió la mujer con una sonrisa a lo Tita Cervera diciendo que al día siguiente se levantaba a las 6 o así pero que si queríamos que nos quedáramos a jugar una partida de cartas, ver una película o poner un karaoke. Nos dimos por aludidos y nos fuimos a dormir.


3er día. 18 de agosto de 2017. Blönduós - Akureyri

Amanece el día en Blönduós lluvioso, frío y gris. Nos espera un abundante desayuno cortesía de doña señora polaca. Aprovechamos y hacemos el desayuno de reyes para cargar las pilas durante todo el día.

Blönduós


Aparece la rubia de la habitación de enfrente en el comedor, con cara de no haber dormido bien la noche anterior por problemas de sonoridad con las escaleras y la llegada de algún inquilino tardía. Desde luego la gente no tiene decencia. Todavía con la tostada en la boca le pedimos consejo a la señora del alojamiento y que nos recomendara por dónde ir, ocasión que aprovechó la mujer para enseñarnos el álbum familiar y a sus hijos luciendo cadenas doradas al cuello. Debido al gusto de los años 60...70...40... que tenía la mujer llegamos a la conclusión de que haríamos todo lo contrario de los que nos aconsejó, pero eso sí, la mujer nos trató como a sus propios hijos y nos trató de maravilla y la nota del booking sería de 9 para arriba.
Después de sobrevivir a la bajada de la escalera maldita cargando el maletón, partimos hacia Hvitserkur, una playa de arena negra en la que había una roca de basalto que se asemeja a un dragón bebiendo agua. La roca está unos metros dentro del mar con lo que depende de la marea para que el dragón en cuestión beba del cuenco o del mar directamente, en concreto cuando llegamos nosotros estaba en el cuenco. Fue una pena no poder bajar a la playa y hacernos una foto con él, pero el tiempo era un poco perruno y la ladera estaba demasiada embarrada como para arriesgarnos a ver a un dragón de piedra bebiendo en un cuenco, ya veríamos otro algún día.

Hvitserkur


Para ver dicho dragón tuvimos que retroceder un poco e ir hacia el oeste, así que una vez visto condujimos hacia el este. El camino de tierra estaba embarrado y sufrimos nuestro primer susto con el 4x4 al derraparnos de las ruedas traseras.
Una vez que bajé los atributos masculinos de la garganta a la entrepierna pusimos dirección a Holar que era un pueblecito que recomendaba la Lonely. No me cansaré de decir una y mil veces lo bonito que eran los paisajes por los que conducíamos, y puedo decir que el dicho de "si no te gusta el tiempo de Islandia, espera 5 minutos" era totalmente cierto, pasamos de un día nubloso y lluvioso a empezar a despejarse. Holar es un pequeño pueblo de 89 habitantes pero ¡ojo!, posee una catedral y un colegio universitario. La catedral tendrá capacidad para los 89 habitantes o menos y el campanario, que se encuentra a 10 metros de la catedral tiene una altura de 20 metros.

Catedral de Holar


Catedral. Colegio universitario. 89 habitantes. Los tienen bien puestos. Como se empadrone una familia de 3 miembros te montan un cuartel militar y un Mercadona. Aparte de todo esto tienen también unas viviendas típicas con tejado de hierba a modo de museo para el turismo. Hicimos una visita a la catedral, rápida, como no podía ser de otra manera, y después de decir lo bonito o lo feo que había en ella y blasfemar como solo los españoles sabemos hacerlo, charlamos con la "guardiana" de la catedral que hablaba...per-fec-ta-men-te el español, la cual había estado viviendo en Chile 2 años. Una mujer encantadora y que por la manera que se comportó con nosotros dimos por hecho que no nos había escuchado nada y mucho menos la broma del órgano de la catedral y el órgano sexual, gracias a Dios. Después de ver la catedral y las casas de techo vegetal decidimos completar la visita completa a Holar y tomarnos una cerveza en el comedor del colegio universitario.
Debido a que no sabíamos dónde íbamos a comer durante el camino, comimos en el pueblo y seguimos hacia el alojamiento sin ningún sitio que resaltar hasta el alojamiento. Paramos en Siglufjörður un pueblo en el que había supermercado y teníamos que aprovechar para abastecer nuestras alforjas para cenar. Después de comprar arándanos y tener una discusión eterna de como se decía arándano en inglés, blackberry, blueberry, redberry, Halle Berry... nos dimos un homenaje a nuestros paladares para sobrellevar el día de perros que nuevamente había hecho aparición. Entramos en una cafetería-pastelería y nos tomamos unos cafeses con un bollo típico que empezamos a ver a menudo hecho de canela llamado kanelbullar y que yo personalmente me podía comer 20 ó 30 en una tarde. A la salida de cafetería vimos uno de los detalles más curiosos del viaje, una enorme bandera de España a media asta por los atentados ocurridos el día anterior en Barcelona. En la cafetería nos indicaron que era una guesthouse que cada día izaba una bandera distinta y ese día en memoria de España izaron nuestra bandera a media asta. ¡¡Bravo!!

Bandera a media asta en Siglufjörður 


Teníamos ganas de llegar a la casa ya debido a que llovía mucho y no quedaba nada por ver, así que tranquilamente cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas dentro de un túnel o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de Islandia, en un futuro lo veríamos. Recordad que en las carreteras de Islandia la velocidad máxima es de 90 km/h salvo en algún sitio que baja a 70 ó 50.
Llegamos a una de las mini joyas de alojamiento en las que estuvimos. La Great View Guesthouse. Una casa que era una preciosidad. En ella vivía un matrimonio en el que el señor era diseñador y se había diseñado su casa. La casa muy acogedora con un prado en el que había plantado una portería de fútbol, una colchoneta elástica, y columpios. En la parte de atrás de la casa tenía un jacuzzi con unas vistas espectaculares de las montañas. La mujer nos dio vía libre para el uso y disfrute de su casa exceptuando su habitación y su marido. La cocina, la sala de estar, el comedor, el baño, el jacuzzi...todo lo podíamos usar sin problemas. Y porque estábamos cansados que si no nos quedamos a dormir en el jacuzzi porque tenía una pintaza… No éramos los únicos inquilinos en la casa, aparte de nosotros había una pareja de italianos y una pareja de japoneses con dos niños pequeños, uno de ellos recién nacido, ¿esto qué quiere decir?, que el recién nacido no paro de llorar hasta bien entrada la noche. Yo estuve a punto de cometer de un homicidio involuntario al pasar por el pasillo y rozar sin querer un biombo y caer a pocos centímetros de la mayor de las hijas japonesas. La niña del susto estuvo a punto de volver a Japón del bote que dio.
Fue uno de los pocos días que llegamos con tiempo al alojamiento así que fuimos a dar una vuelta a Akureyri, la segunda ciudad del país, 18.000 habitantes.

Akureyri


Allí fue donde empezamos a darnos cuenta de que el país era un pelín caro. Salía más barato comprar una nevera que un imán para la nevera. Y lo mismo un llavero, unos posavasos, una jarrita, etc. por no hablar del precio prohibitivo de un oso polar disecado. Curiosa y moderna era la iglesia de la ciudad que desde una pequeña colina sobresale del perfil de la ciudad. Entre nosotros había disparidad de opiniones sobre el diseño, algunos habían visto tiendas de ultramarinos más bonitas y otros pensaban que desde Ana Obregón no habían visto nada tan bonito. Dimos una corta vuelta por la ciudad y volvimos a la casa. Allí seguía llorando la pequeña nipona. Y después de cenar y ducharnos nos fuimos a dormir porque como todos los días estábamos rotos.


4º día. 19 de agosto de 2017. Akureyri - Dettifoss Guesthouse

En el 4º día nuestra intención era ir a ver una de las joyas del viaje que era ir a Askja, pero a medida que transcurría el día vimos que queríamos ver demasiadas cosas y tuvimos que posponerlo.
La parada principal para ese día sería la zona del lago Myvtan pero antes hicimos otro alto imprescindible en el camino que eran las cataratas de Godafoss, con una altura de 12 metros y un ancho de 30.

Godafoss


 Parecerá que una vez vista una catarata o una cascada son todas igual, pero no, cada una tiene algo que la hace diferente a las demás y en este caso era el color de su agua, muy azul. Y todas tienen mil y un sitios desde donde ver la caída del agua. En pocos sitios el acordonamiento de la zona o las protecciones puestas por las autoridades impiden acercarte a la atracción o tirarte o empujar a alguien, de hecho nosotros tiramos a tres cabras, un italiano y dos coches. Hablando de coches, con el trajín de maletas, bolsas, mochilas, comida, ropa, etc., el maletero lo abríamos unas 328 veces al día. Cuando marchamos de las cataratas Godafoss la gente nos hacía aspavientos y nos miraban, e incluso con mala cara, yo a un matrimonio les hice una peineta y a un joven polaco un calvo, al tercer aviso que nos dieron y viendo que entraba airecillo gélido por algún lado fue cuando nos dimos cuenta que llevamos el maletero en modo alerón, así que avergonzados bajamos dimos las gracias a todo el parking y cerramos el maletero.
Llegamos a la zona del lago Myvtan y nos detuvimos para hacer fotos en un mirador que había a orillas del lago. Un lago con pequeños islotes volcánicos y con mucha fauna para los amantes de los pajarillos.

Lago Mývtan


De ahí y por una de las pistas de tierra fuimos a la cueva Grjótagjá, una pequeña cueva con aguas termales dentro. El baño está prohibido porque es propiedad privada y solo se puede bañar el dueño, aunque a mí me gustaría verle dentro ya que el agua está a 50 grados. Creo que una vez metió un pie y ahora le llaman El cojo de la cueva. El agua que había en ella humeaba y con el sol entrando por las grietas se podían ver colores azul turquesa del agua y marrón de las paredes de la cueva que la hacían más bonito.

Cueva Grjótagjá


A la salida de la cueva vimos a lo lejos el cráter de un volcán con gente andando por el borde, vimos que el camino no parecía muy largo y nos dirigimos hacia allá. Se trataba del volcán Hverjfall, con un cráter de un kilómetro de diámetro y de 150 metros de altura.

Volcán Hverjfall


Subimos por la ladera por una empinada cuesta de 600 ó 700 metros que no era muy dura pero cansaba un poco y más con el viento que soplaba. Según subíamos la vista era cada vez más impresionante y con nuevos elementos, el lago Mýtvan, mares de lava, montañas...Una vez arriba jadeando, el paisaje es parecido al Señor de los Anillos y de fondo puedes escuchar la banda sonora con hordas de orcos avanzando por la pradera a la vez que Frodo y sus amigos huyen de la oscuridad y Gandalf vuela a lomos de su águila, mientras... que me lío. La última vez que entró en erupción fue hace 2.500 años pero a nosotros no nos acobardó y subimos, de algo había que morir. Rodeamos el cráter haciendo fotos y con cuidado de no caer dentro de él y arder en el infierno islandés.

Cráter del volcán Hverjfall


Una vez visto los alrededores e interiores del cráter debatimos el importante paso que teníamos que dar y como darlo, no había mucho tiempo pero tampoco era plan de jugarnos el tipo por media hora, así que decidimos no bajar haciendo la croqueta y volver por el mismo camino andando. Miramos en la Lonely cual podría ser nuestro siguiente destino y vimos que cerca se encontraban los baños naturales de Mýtvan y además ¡gratis! ¡yuju!. Llegamos al parking de las instalaciones con su cafetería, restaurante, tienda de suvenires...vamos, que no era gratis que había que pagar 4.500 coronas islandesas, unos 35 €. ¿Qué hacemos? ¿Entramos? ¿No entramos? Y ahí estábamos con nuestras mejores galas sumergiéndonos en las cálidas aguas de la piscina.

Piscina de Mýtvan


En el exterior marcaba una temperatura de 13 grados y eran las 2 de la tarde. La temperatura del agua rondaría los 35-40 grados. El olor a azufre, a huevo podrido, era constante por lo que al final te acostumbras y de allí no nos mueve ni María Teresa Campos. El color del agua es igual que el del suavizante polvos de talco del Mercadona y por la sensación en la piel dudas si pudiera ser realmente. Tras un cuarto de hora de baño se estaba muy bien, pero sin ninguna atracción estilo María Jesús y su acordeón en Benidorm o un Dj pinchando reggaetón pues el tedio se apodera de ti, así que llego el momento de sacar nuestra vena hispana y criticar a todo lo que había dentro y fuera del agua sin piedad, además no sabíamos si los japoneses, alemanes, rusos y demás bañistas podían estar haciendo lo mismo con nosotros así que después de una hora en remojo, criticando hasta al socorrista y cual uvas pasas, salimos al fresco con los pezones para exprimir naranjas.
Comemos en nuestro restaurante favorito, el maletero del Dacia Duster 4x4. Y suaves, relajados y comidos seguimos hacia la zona de Hverir. Un campo plagado de pozos de barro hirviendo y fumarolas a los pies de una montaña con grietas que igualmente echaban humo. El contraste de colores que existe en la zona es increíble, y nosotros flipábamos pero más flipaban los japoneses que se hacían fotos delante de fumarolas que expulsaban azufre (huevo podrido) a una presión muy alta o incluso ponían la mano para ver si quemaba...y claro quemaba y la japonesa se quemaba y le decía a su tía que se había quemado, y la tía se reía porque su sobrina se había quemado, ¡ay, qué melona la japonesa!

Hverir


A pocos kilómetros de allí se encontraba la caldera volcánica Krafla dentro de la cual estaba el cráter Viti que a su vez aloja un lago con agua en tonos verdes.

Caldera volcánica Krafla


Un sitio más y otro sitio bonito que nos volvía a sorprender como otros muchos que lo habían hecho ya y otros muchos que lo iban hacer más tarde. Eran ya las 6 de la tarde y nos quedaba la guinda del día, las cataratas Dettifoss.
Un par de kilómetros antes de llegar a las cataratas se podía ver la nube de agua que producía la caída. A un kilómetro del parking y tras caminar por uno de los paisajes más lunares que vimos llegamos a las cataratas. A primera vista es impresionante la escena, pero a medida que nos acercamos, se vuelve increíble. Los miradores están realmente cerca y el ruido es ensordecedor y nos da igual mojarnos. 100 metros de ancho por 44 metros de caída y una cantidad de agua brutal. Te caes y te matas o te haces daño.

Dettifoss

 Desde la otra orilla la gente se podía incluso acercar hasta el borde mismo e imponía mucho ver a personas tan cerca. Tras ver eso fuimos a ver la catarata Selfoss que estaba 500 metros río arriba. Tenía una caída de 11 metros pero como todos los saltos de agua en Islandia tenía algo distinto que la hacía especial. 

Selfoss


Por hoy ya nos habíamos ganado irnos a dormir. Además estábamos solamente a 45 km y podríamos cenar prontito y descansar. 45 km de pista de tierra, subidas, bajadas, charcos, cabras, elefantes, osos pandas y cocodrilos.
Llegamos como siempre a la hora de cenar, lavarnos los dientes y dormir. La Dettifoss Guesthouse se encuentra un poco escondida entre la maleza, es una especie de albergue donde teníamos reservada la suite de 4 camas. Nos recibe una chica delgada, rubia con dos finas coletas, y unos ojos azules muy abiertos que nos miraban de forma inquietante, aquella noche yo por lo menos no dormí tranquilo. Para más inri, la habitación estaba al final de un pasillo de 302 metros de largos y yo cada vez que abría la puerta me la veía al final del pasillo con un triciclo. Preparamos la cena junto a una pareja de españoles y estuvimos compartiendo experiencias con ellos, si los veis por ahí darles recuerdos. Ella era morena y él tenía el pelo largo. 100% recomendables. Cenamos, y a la cama. Al día siguiente no perdonaríamos Askja… ¿o sí?


5º día. 20 de agosto de 2017. Dettifoss Guesthouse - Stora Sandfell Rooms and Cottages.

7:00 de la mañana. Abro muy despacio la puerta de la habitación. Al fondo del pasillo solamente se vislumbra el perfil de la silla y la mesa que forman la recepción. De la recepcionista ni rastro. Solo una nota: “Cuando abandones la habitación deja tu llave en esta mesa”. Por un momento pensé que quería las llaves de mi casa, pero después de un rato caí en la cuenta de que era la llave de la habitación. Menos mal. Ese día madrugamos un poco más de lo normal, nos esperaba un día duro.
La primera parada sería en el cañón de Ásbyrgi que lo teníamos planeado para el día anterior pero ni el día ni la luz acompañaban. Ásbyrgi es un cañón en forma de herradura y uno de los pocos lugares donde vimos mucha vegetación y zonas boscosas. 

Cañón Ásbyrgi


Las paredes del cañón miden 100 metros de altura y en la curva que hace el cañón se encuentra una especie de estanque en donde habitan diversas aves, aunque con la hora que era estaban todavía durmiendo, no como los autobuses y minibuses de jubilados que teníamos la sensación que nos seguían allá donde íbamos. Repasando las fotos vimos que muchos de ellos aparecen junto a nosotros pensando que eran amigos nuestros…pero no. Había dos miradores, uno a las orillas del estanque y otro desde 20 metros de altura que nos regalaban, una vez más, una panorámica preciosa del conjunto, las paredes, los árboles y el agua.
Y ahora sí…ponemos rumbo a Askja. El navegador nos marcaba 165 km en 3 horas y 45 minutos. Me aseguré que le había indicado que íbamos en coche y no en bicicleta, pero estaba bien puesto. Los primeros 45 km desde la casa a la carretera eran de pista de tierra y no de las mejores precisamente, nos llevó alrededor de una hora y tras andar 20 kilómetros nos quedaban los últimos 100 km hasta Askja también de pista de tierra y otras 3 horas.

Camino a Askja


Por lo que nos habían contado los sufrimientos del camino y el tiempo y los autobuses de jubilados no eran suficientes para que desistiéramos. Así que nos encomendamos a nuestro Dacia Duster y a la Virgen de los Desamparados en Islandia. Los primeros kilómetros del camino estaban bien y podíamos circular a 70-80 km/h. Tras 30 km aparece el primer obstáculo, primer obstáculo serio: un río.

¿Nos atreveremos?


De ancho tendría unos 20 metros pero de profundo…no lo teníamos claro a pesar de las indicaciones que vimos. Había un palitroque (observe el lector el rico léxico) metido en mitad del río con tres colores que medían la profundidad, el verde que indicaba que no había peligro y que podías cruzar descalzo y empujando el coche si quisieras, el amarillo que nos decía que cuidado con la profundidad del río que parece poca pero no seríamos los primeros que perecemos en él, y por último el rojo, donde directamente no había mensaje y en su lugar ponían las fotos de la gente ahogada junto a videos de coches arrastrados por el agua mientras sus ocupantes gritaban angustiosamente golpeando las ventanillas camino de una muerte segura. El agua llegaba al color amarillo. No veíamos el fondo. Tirábamos piedras y oíamos un clong que sentíamos como el río se tragaba la piedra y no volvía a salir. Además de la anchura y el agua que traía a pocos metros teníamos una cascada que no dejaba de echar agua y claro, así era muy difícil. Recorríamos la orilla del río hacía un lado y otro intentando ver algo que nos diera seguridad, todo esto bajo la atenta mirada de un turista de nacionalidad desconocida que venía detrás nuestro con un pequeño Suzuki Jimmy y que se limitaba a sonreír a lo Clark Kent y negaba con la cabeza. El seguro del coche no cubría cualquier problema que tuviéramos por pistas de tierra y mucho menos lo que te ocurriera en pistas de agua. Por un instante pensamos en remangarnos los pantalones y ver cuál era realmente la profundidad, pero corríamos peligro de que estuviera hondo o que nos diera una hipotermia. “Nos damos la vuelta”, “Se nos pueden joder las vacaciones”, “Yo no me arriesgaría”, “No lo veo claro”, “Es que trae mucha agua”, “Joder, que putada”, “¿Sabéis que Julio Iglesias tiene otro hijo?”. Estas eran las frases que más se oían en esos momentos. Mientras el turista desconocido entraba y salía de su pequeño auto, reía y negaba con la cabeza. Confiábamos en que se cambiara dentro del coche y saliera vestido de Superman y nos atravesara el río, pero no. Ya en el coche, con el ánimo por los suelos, decidimos dar la vuelta, cualquier contratiempo podía jodernos el viaje…pero algo pasó. De repente el turista desconocido salió de su coche con una túnica y una vara de abedul, se acercó al agua y clavando la vara dentro del río pronuncio algo en hebreo y las aguas empezaron a separarse. Al ver aquello nos quedamos de piedra pero rápidamente reaccionamos y aceleramos atropellando al turista desconocido y atravesando el río por el camino que había abierto. Una vez que estuvimos en la otra orilla las aguas volvieron a su cauce y arrastraron el cuerpo del improvisado Moisés. Nunca olvidaremos aquello. Es broma. Retomemos a cuando estábamos en el coche a punto de volver. Desde detrás de una de las dunas de lava apareció un Suzuki Jimmy igual que el de nuestro amigo turista que se dirigía hacia nosotros por el camino de vuelta. El coche atravesó el río sin inmutarse. En su interior dos ancianos ingleses de unos 80 años. Nos dijeron que sus hijos no les hubieran dejado hacer eso en su país, así que en Islandia estaba encantado de la vida. Nos dio las indicaciones necesarias para pasar ese río y los siguientes del camino. Despacito y sin frenar. Encantadores. Tracción a las cuatro ruedas. Cinturones. Metemos primera y adelante. Grabamos el momento en video por si en el caso de que encuentren nuestros cuerpos corriente abajo que sepan cómo fueron nuestros últimos segundos de vida. En el río se notaban las roderas de los coches que habían pasado anteriormente y por ahí fuimos. ¡¡¡Prueba superada!!! En la otra orilla los ancianos nos aplaudían y nos vitoreaban por haberlo conseguido. Nuestro amigo Jimmy, anteriormente conocido como turista desconocido, nos miraba con envidia. No le volvimos a ver, quizá su cuerpo yace ahora en el asiento de su coche en la desembocadura de algún río. No creo, pero es inquietante pensarlo. Después de esto ya nos daba igual lo que pudiera haber en el camino, ríos, volcanes, manadas de ñus, un paso de Semana Santa, cualquier cosa pasaríamos por encima. ¡Viva el Dacia Duster! Desde 10.900 € con navegador incluido y no empiece a pagar hasta el año que viene. A pesar de no ver nada de vida en el camino, salvo los coches que nos cruzábamos, el paisaje seguía siendo alucinante. Tras casi tres horas de viaje y alguna parada que otra para hacer fotos y orinar, llegamos al parking. Eran las 14:00h así que decidimos comer antes de emprender el camino al lago. Una vez repusimos fuerzas nos encaminamos hacia el lago por un sendero desierto de arena negra y con algunas pequeñas piedras de lava. 15 minutos después por fin llegamos a Askja.

Askja


Según leímos Askja es el nombre que recibe el cráter del volcán que a su vez contiene al lago Öskjuvatn que tiene 11 km2 y 217 metros de profundidad y al lado se encuentra la caldera volcánica con el mismo nombre que la del día anterior, Viti. Fue uno de los sitios más bonitos que hemos visto en Islandia sin duda alguna.

Lago Öskjuvatn y caldera volcánica Viti


Tras los 15 minutos de caminata subimos un pequeño repecho y la vista no podía ser más espectacular: a nuestros pies la caldera Viti de aguas termales en las que te podías bañar y un color azul mimosín, y por detrás de ella el lago Öskjuvatn enorme, con el agua en calma reflejando las montañas del cráter del volcán.

Lago Öskjuvatn


A pesar de la gente que había en la zona y aunque parezca paradójico se podía apreciar el silencio que reinaba en el lugar. Gracias a Dios la lejanía del sitio y el camino tan enrevesado que hay hasta llegar al lugar los pequeños monstruos chillones y revoltosos escaseaban y no había muchos factores externos que interfirieran en el silencio. En la caldera había gente bañándose, italianos, que en algún momento eran de los que sí interferían en la paz y el remanso y te encomendabas al Cristo de Medinaceli para que aquello entrara en erupción con ellos dentro. Estuvimos unas 3 horas disfrutando del entorno, del silencio y de todo lo que significaba aquello, no íbamos a ver algo parecido en mucho tiempo. Cuando ya nos dispusimos a volver nos hicimos las fotos de grupo y nos volvimos a echar un último vistazo a aquella maravilla de la naturaleza.
Por este día ya teníamos bastante y nos pusimos camino de las cabañas donde dormiríamos esa noche cerca de Egilsstadir, uno de las poblaciones más grandes de la zona este de Islandia, tiene alrededor de 2.500 habitantes. A los pies del pueblo está el lago Lagarfljot que al igual que el lago Ness posee también su monstruo. El interés nuestro por el monstruo fue cero desde el minuto 1, es más creemos que de camino a nuestro alojamiento pudimos atropellarlo con el coche. En medio de la oscura noche algo se nos abalanzó al coche dándonos un susto de muerte. Parecía demasiado pequeño para ser el monstruo del lago, tenía pinta de ser o un conejo, un cordero, o un sapo blanco gigante. Esa noche tocaba cabaña, con dos camas, una litera, cocina, mesa, cuatro sillas todo ello en 32,5 m2 y un mini aseo, cuando digo mini es mini. Tenías que dejar la puerta abierta mientras te lavabas los dientes si no querías tragarte el cepillo o cargarte la cabaña a codazos. La ducha estaba en otra cabaña a 30 metros de la nuestra y a nuestras espaldas había una enorme montaña con pequeñas cascaditas cayendo por su ladera. Y en una parcela cercana unos caballos.

Stora Sandfell Rooms and Cottages 
Caballo islandés
  





El problema del espacio era latente y mientras uno se ponía el pijama, otro cortaba la lechuga y los otros dos esperaban fuera al fresco, no había sitio para más. Y cuando nos fuimos a dormir teníamos que tener muy claro que los cuatro queríamos dormir para entrar a la vez en las camas sin molestar a nadie. El día de hoy moló y mucho.


6º día. 21 de agosto de 2017. Stora Sandfell Rooms and Cottages – Bjarnanes

Después de coordinarnos para ducha, maletas y demás fuimos a desayunar y comprar algo al pueblo. Hoy lo gordo iba a ser los fiordos del este. Que no sabíamos concretamente lo que teníamos que ver, iríamos hacia los fiordos y allí donde hubiera coches, cascadas, vistas y demás pararíamos, menos la primera parte del día que la dedicaríamos a ver Hengifoss la segunda cascada más alta de Islandia con 128 metros de altura. Pero antes de ir hacia la cascada nos dimos un homenaje-desayuno y nos metimos para el cuerpo un kanelbullar y otro dulce que también estaba muy bueno con su café correspondiente, y realmente nos iba a hacer falta.
El camino desde el parking hasta la cascada a simple vista parecía sencillo pero por momentos se hace duro y la gente va cayendo ladera abajo debido a tal dureza. El camino es empinado y a medida que subimos el paisaje con el lago Lagarfljot. Nosotros en media hora llegamos pasando antes por Litlanesfoss otra cascada de menos altura pero rodeada de columnas de basalto que le dan un aspecto precioso. 

Litlanesfoss


Las columnas parecen estar por el de Bricomanía: “Hola amigos, hoy os voy a enseñar a construir nuestra cascada con columnas de basalto”. A los pies de la cascada cada uno nos sentamos en una piedra y nos quedamos embobados mirando el agua caer desde tal altura. Cuando nos quisimos dar cuenta la mañana se nos había pasado volando en la Hengifoss.

Hengifoss


Dejamos la zona del lago y la cascada para dirigirnos a los fiordos del este. Nuestra idea era ver dos pero el tiempo se nos echó encima y solo pudimos ver uno, Borgafjordur. Nuevos paisajes para nuestros ojos, un poco más de vegetación al borde del mar con unas playas desérticas e inmensas.

Camino de Borgafjordur


Paramos en Borgafjordur para comer aunque fuéramos con el horario español, es decir las 15:30-16:00… Tiramos de Lonely y fuimos a Alfacafé, en donde anunciaban sopa de pescado a un precio asequible. Por unos 12€ una agradable islandesa nos dio unos cuencos vacíos y nos dijo que en unos 10 minutos nos pasáramos a servir. Y nosotros obedientes que somos así lo hicimos. A los 10 minutos habían sacado una perola del tamaño de un Seat Ibiza. Pensamos que no podía ser toda para nosotros pero sí, era para nosotros entera. La sopa era potente y estaba buenísima pero pudo con nosotros. Aquel día fue un poco de relax y no vimos mucho más porque el siguiente alojamiento estaba bastante lejos de donde nos encontrábamos.
Nos encontrábamos en Bjarnanes a 12 km de Höfn la población más importante del sudeste islandés. Era una casa situada dentro de una especie de zona residencial con casas bajas. Según llegamos la anfitriona salió a recibirnos y decirnos donde debíamos aparcar. Era una casa muy acogedora y nos tenía preparada una habitación con 4 camas y unas mantas de renos que quitaban el sentido. En la casa vivían el matrimonio junto con un hijo que debía de vivir en el garaje o en algún paraje cercano a la casa, y un pequeño fox terrier. Se retiraron y nos cedieron la cocina y el comedor para que cenáramos a gusto, se pasarían en breve para que les indicáramos a qué hora nos levantaríamos para así poder prepararnos el desayuno. ¡Encantadores! No como nosotros que somos españoles y mala gente y terminamos de cenar y nos fuimos a dormir sin decir nada. Entonces es cuando viene lo mejor del viaje… Discutíamos sobre quien se levantaba para decir a la mujer la hora que teníamos pensado levantarnos cuando alguien llamó a la puerta: toc, toc. Abrimos la puerta temiendo que fuera la buena mujer para preguntarnos la hora del desayuno pero la realidad era otra totalmente distinta: “Perdonad que os moleste. He oído que no os habíais dormido aún y he pensado que a lo mejor os gustaría ver las luces del norte (auroras boreales)”. Cuál dibujos animados saltamos de nuestras camas y pasando por encima de la silueta de la mujer que yacía en el suelo. Salimos al patio y nos quedamos embobados.

Auroras boreales en Höfn


No habíamos visto nada igual en nuestra vida y creo que no lo volveremos a ver. Unas estelas verdes ondulaban en el cielo como cortinas movidas por el aire. Alucinábamos doblemente porque nos habían dicho que en agosto era imposible ver auroras boreales y no las esperábamos. Estábamos emocionados por lo que veíamos. Yo estaba de corto y no me enteraba. Si hubiera dormido desnudo hubiera estado viendo las auroras boreales en pelota picada, y seguro que el resto de la gente ni se hubiera enterado tampoco. Pasados 15 ó 20 minutos las auroras desaparecieron. Aquella noche dormimos como niños pequeños sabiendo que habíamos sido privilegiados al ver una maravilla de la naturaleza.


7º día. 22 de agosto de 2017. Bjarnanes – Steinar

Nos levantamos pensando en la noche anterior y en lo majos que fuero los dueños al avisarnos. No solo por avisarnos sino también por el desayuno que nos habían preparado. Los estaremos eternamente agradecidos y seguramente por Navidad les mandemos una cesta con un jamón ibérico. Hoy tocaba hielo, hielo y más hielo. Pero antes seguimos la máxima que donde haya coches parados habrá algo que ver y así fue, vimos un par de coches parados en una cuneta y allí que paramos y a los pies de un lago con una montaña nevada de fondo había un reno de color gris pastando y la estampa era digna de “Bambi”. En un momento la carretera se convirtió en un peligro, los coches paraban en una cuneta inexistente y en ambos sentidos y todo por alzarse con el “trofeo” de la foto de un reno pastando…estamos tontos. 

Reno viendo a turistas

Dejamos sitio a otro para hacer la foto y nosotros continuamos a Jökulsárlón el mayor lago glaciar de Islandia. Sus aguas y sus hielos proceden del glaciar Vatnajökull. Por enésima vez nos asombramos del paisaje que encontramos. Un lago lleno de icebergs desprendidos del glaciar. Enormes, grandes, medianos, pequeños, cubitos de hielo, calippos…todo tipos de hielos. Paseábamos por la orilla del lago parando a cada paso para hacer fotos de todo lo que iba apareciendo ante nuestros ojos y de las infinitas formas de aquellas moles de hielo. Desde el parking salían vehículos anfibios (mitad hombres y mitad ranas) que hacían excursiones por el lago y te enseñaban el iceberg que hundió el Titanic y la tabla desde donde la rellenita ahoga a Leonardo Di Caprio. 

Lago Jökulsárlón


El lugar tenía dos zonas que visitar, el lago y la playa donde desemboca el lago. Es muy curioso ver los bloques de hielo en la playa como si alguien los hubiera dejado allí, cosa que no descarto… Según pudimos saber antes, durante y después de la visita el lago ha sido escenario de multitud de grabaciones, Batman o Muere otro día de James Bond, o videos musicales como uno de Justin Bieber en el que sale Justino bañándose en él y sale del lago con un par de canicas dentro de su ropa interior, admirable. Sigue cantando tres tonos más alto.

Playa Jökulsárlón


Como no teníamos bastante con lo que habíamos visto nuestra siguiente visita sería un glaciar, el Skaftafell. Desde el centro de información salían varias rutas. Nosotros cogimos la que llevaba hasta los pies del glaciar. Un camino tranquilo de unos 20 minutos de duración en el que llegabas justo donde terminaba el glaciar. Una espectacular lengua de hielo que acababa en un pequeño lago. Era como si una gran corriente de agua se hubiera congelado de repente y en cualquier momento fuera a ponerse en marcha y arrasara con todo a su paso. Afortunadamente no pasó eso y dimos la vuelta. Tanto en el glaciar como en el lago Jökulsárlón cogí un trozo de hielo para llevármelos de recuerdo a España, pero creo que de camino a la casa donde nos quedábamos, alguien me los debió robar porque desparecieron de mi mochila, ¡sinvergüenzas! 

Glaciar Skaftafell


Comimos junto al parking en un merendero que había habilitado para tales efectos, tales como comer, desayunar, cenar, jugar un parchís y si me apuras un monopoly. Por hoy ya habíamos amortizado el día y lo que viniera ahora sería de propina y así nos lo tomamos. De camino a Steinar paramos en un pueblo cuyo nombre era más largo que el propio pueblo. Kirkjubæjarklaustur. Las tres últimas letras del nombre del pueblo estaban ya en otra comarca. Paramos a ver una pequeña cascada e hicimos una mini ruta…más no podíamos hacer, el pueblo era propiedad de Lego.
Era media tarde y ya nos quedaba poco para llegar pero antes paramos en Fjaðrárgljúfur. Un cañón con hasta 100 metros de profundidad y 2 km de largo. Había la opción de verlo desde arriba o desde abajo, a pie de río, nosotros optamos por la primera y fuimos parando en los miradores que había en algunos puntos del cañón.

Cañón Fjaðrárgljúfur


Y con esto acabamos el día, no sin antes parar en Skogafoss, una nueva cascada de 60 metros de altura y 25 de ancho. Como en las anteriores se suceden las fotos. Según leímos los días de sol la espuma producida por la cascada hace que aparezca un arco iris o doble.

Skogafoss


Como nosotros llegamos cuando el sol ya estaba oculto pues vimos un arco iris invisible, que es el que se produce cuando no lo ves. La South Iceland Guesthouse iba a ser nuestro alojamiento esa noche, de nuevo una especie de albergue con las comodidades necesarias, cocina, baños, comedor, y sobre todo camas, blanditas para dormir y descansar y no despertar hasta 15 días después.


8º día. 23 de agosto de 2017. Steinar – Gardur

Pero había que levantarse y afrontar el penúltimo día de ver cosas porque el último sería ir a Reikiavik de compras y ver un poco la capital. El día comienza con la última cascada que íbamos a ver y una de las más bonitas. Seljalandsfoss. Al igual que la cascada Skogafoss en otros tiempos formaban acantilados y con el paso del tiempo ha dejado de serlo debido a que el mar se ha retirado. 

Seljalandfoss


Seljalandsfoss según he visto es la caída del río Seljalandsá que significa, atención, “río líquido”. Se rompieron la cabeza. La cascada tiene la particularidad, en diferencia a las demás, que se puede rodear siguiendo el camino que sale a la derecha. Imprescindible chubasquero, impermeable, camiseta térmica, edredón nórdico y manta eléctrica, porque te pones de agua hasta arriba por lo que puede salpicar en su caída y por el agua que mueve el viento. Y con mil ojos porque el camino estaba resbaladizo y en cualquier momento podías formar parte del paisaje dentro del agua con tu cuerpo rodeado de sangre en una bonita estampa.

Seljalandfoss


Sanos y salvos volvimos al coche para coronar el viaje en Landmannalaugar. El camino era de los buenos, es decir, con sus cuestas, con su sol de cara, con sus ríos (pequeños) y sus baches. Después de una hora de viaje llegamos al camping. Un paraje repleto de montañas de todo tipo de colores, mares de lava, fumarolas, ríos, neveros…

Landmannalaugar


Para los amantes del senderismo es un paraíso. Había rutas de todo tipo, 1, 3, 5 y 7 horas camino nosotros cogimos la ruta de 3 horas que pensamos que por nuestras complexión atlética pero a la vez de huesos anchos sería la adecuada y no nos equivocamos…o sí. Un chico islandés con sus barbas, su pelo largo y su rubiez nos indicó por dónde empezar el camino. Comenzamos adentrándonos en un mar de lava para seguir por una pradera rodeada de montañas, con algún que otro arroyuelo y con pequeñas flores que parecían algodones.

Landmannalaugar


 Si las 3 horas iban a ser así no creo que tuviéramos problemas, pero cuando empezábamos a amar el senderismo vimos que el palito verde, el color de nuestra ruta, empezaba a estar clavado en la ladera de una cuesta, los últimos metros los hicimos a cuatro patas cual perros o gatos. “Es durilla chicos”. Nos felicitamos de haber superado tal escollo. La vista desde la cima del pequeño cerro que habíamos subido era preciosa. La pradera 40 ó 50 metros bajo nuestros pies y delante nuestro montañas de mil y un colores.

Landmannalaugar


Había merecido la pena llegar hasta allí y nos dispusimos a buscar el camino de vuelta hacia abajo…pero no. Los palitroques verdes seguían clavándose hacia arriba, pero muy arriba. Los “joder, coño, buf, hostias…” y demás palabras utilizadas para demostrar hartazgo al subir una montaña que creías que se había acabado comenzaban a salir de nuestras bocas. Llegamos a una pequeña pradera desde donde las vistas eran brutales a ambos lados de la montaña. Mirábamos hacia arriba pensando que la gente que veíamos pequeñita tendrían que estar en otra montaña: “Menos mal que no hay que subir hasta allí”… pero sí, había que subir hasta allí. Sin agua, el viento azotándonos la cara, las gotas de sudor creando pequeños ríos bajo nuestros pies, tambaleándonos, empezando a nublársenos la vista, los coyotes y los buitres oliendo nuestra muerte…

Landmannalaugar
Bueno, quizá he exagerado un poco y no hacía tanto viento, pero la cuesta para los que no somos avezados en el mundo del trekking, del power walking y del power ranger no era un paseo. Por fin llegamos a la cumbre del volcán Brennisteinsalda a 881 metros y la vista ya no podía ser más bonita…bueno sí, si hubiéramos cogido la ruta de 7 horas, pero nos quisimos convencer de que aquella era la releche. La bajada no fue más fácil, y yo en concreto casi bajo haciendo la croqueta (concreto-croqueta. ¿Casualidad? No lo creo). Tras pasar de nuevo por el campo de lava llegamos al camping y esperábamos que estuvieran los servicios de emergencia esperándonos y la prensa, pero no había nada. 

Landmannalaugar


Mis amigas valencianas se arman de valor, se meten en el 4x4 y se cambian para darse un baño en unas pequeñas piscinas naturales termales que había a unos 100 metros del camping. A parte de todas las cosas que habíamos visto en Islandia nunca se me olvidará la imagen de decenas de personas apiñadas en 40 m2 de agua e inmóviles. La sensación era una mezcla de suricatos en remojo y una escena de Walking Dead. Mientras las chicas metían sus lozanos cuerpos a remojo calentito yo me quedaba en la orilla cual fotógrafo erótico en un reportaje para la Playboy.

Piscina termal en Landmannalaugar


Y con esto acabamos con mucho de lo bonito que tiene Islandia pero no con todo porque es imposible. De camino de vuelta quisimos darnos un pequeño homenaje cenando en uno de esos sitios que llaman restaurante. Paramos en Selfoss con una población de 6.000 habitantes y entramos en un restaurante que recomendaba la Lonely, el Tryggvaskali y pedimos mesa para cuatro. Mientras esperábamos a que nos la prepararan vimos que los precios eran parecidos a una sangría en la Plaza Mayor en pleno mes de agosto. En un momento de despiste del personal y minuciosamente preparado, salimos corriendo del bar y nos fuimos a uno que se encontraba a 50 metros el Kaffi Krús que era tipo americano y de ambiente no tan rococó. Nos tomamos una hamburguesa que ciertamente estaba muy buena, aunque si nos hubieran dado rata de campo también nos la hubiéramos comido, después de la caminata de aquel día. Acompañada por dos Viking y dos Coking Zering. Una vez terminada la cena pensamos en pasarnos a pedir disculpas al restaurante anterior pero no vimos luz, así que arrancamos y nos fuimos dirección a Gardur.
En Booking ponía que el check-in se podía hacer hasta las 00:00 y según nuestros navegadores llegaríamos 10 minutos antes de esa hora. Y así fue. Pero en la casa no se veía ni un alma, solamente los coches de otros inquilinos, supusimos. La puerta estaba abierta. Entramos. Dentro de la casa nada de luz. Ni cortos ni perezosos empezamos a abrir puertas hasta encontrar camas vacías. Pero lo que encontramos fue gente durmiendo que gracias a Dios no se despertó. Yo en pleno Islandia estoy durmiendo y me abren la puerta cuatro españoles y me da un apechusque y me quedo en el sitio. Al parecer la dueña debió oír ruido y salió con su bata cual vieja del visillo islandesa. “Somos los españoles”. La mujer nos dijo entonces que se encontraba congestionada y con un poco de moquillo y que ya se había ido a la cama. Aunque pusimos interés con un “ooh, lo sentimos mucho”, realmente nos resbalaba, solo queríamos nuestra habitación con colchones blanditos de nuevo y edredones calentitos. Antes de irnos a dormir hubo un amago de auroras boreales pero no llegaron a más…qué pena. Última noche en Islandia…zzzzzz.


9º día. 24 de agosto de 2017. Gardur-Reikiavik-Alicante

Último día en la tierra del hielo y del fuego, del agua y de la piedra, del ajo y del aceite, de la cabra y el caballo, de la luna y el sol, del norte y del sur. Una vez levantados y duchados, hicimos inventario de comida y le regalamos un sobre de salchichón ibérico a la buena mujer por las molestias causadas y un bote de fabada Litoral. El salchichón se lo metió debajo del brazo pero la fabada se la dejó a quien viniera detrás de nosotros…esa mujer no sabía lo que se hacía. Antes de irnos charlamos un rato (media hora) con la mujer que al parecer no tenía prisa para coger un avión ni nada por el estilo y que solo le faltaba decirnos: Pero quedaros un poco más, si tengo camas, os hago algo de comer y os vais… Era como tu tía la del pueblo pero en Islandia. Llévate una chaqueta que luego en Reikiavik refresca. Llámame cuando llegues.
Cuando por fin nos deshicim… cuando la señora tuvo que dejarnos nos subimos al coche para rematar la faena viendo la capital. Fuimos con poco tiempo y el poco tiempo que tuvimos lo pasamos tomando un café y viendo suvenires. Hicimos una última visita a una escultura de acero que representa un barco vikingo y que es la más representativa de Reikiavik. Y por último antes de partir al aeropuerto vimos el Harpa que es un centro de conciertos y conferencias (eso pone la wiki). El edificio es bonito con sus cristalitos y tal pero sin muchas alharacas. Después de haber visto todo lo que habíamos visto por la isla ahora un edificio con cristales, espejos y suelos encerados pues nos deja como las vacas al tren. Ni fu ni fa. 
Reikjavik


Cada vez con menos ánimo nos dirigimos al aeropuerto y a dejar el coche. Una vez entregadas las llaves, la amable señorita receptora del coche con una sonrisa de oreja a oreja nos indica que nos han puesto una multa: “…así que tranquilamente cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas dentro de un túnel o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de Islandia, en un futuro lo veríamos…” Y fue cuando nos tocó verlo. Una maravillosa multa por exceso de velocidad que por suerte únicamente fueron 30 €. Dejamos 100 por si acaso volvíamos en un futuro que nos lo fueran descontando.

Aeropuerto Keflavik


Ya sin nuestro querido Dacia Duster 4x4, le cogimos mucho cariño, fuimos a por la tarjeta de embarque sin miedo a que nos echaran para atrás por peso, nos habíamos comido y bebido todo lo que llevamos e incluso unas botas de montaña del 43, así que la azafata nos dijo que metiéramos más cosas en las maletas porque no llegábamos al mínimo de peso para facturar. Metimos a un niño que se encontraba perdido por la terminal. ¿El vuelo? Como el de ida pero multiplicado por 5. Confieso que nunca he hecho pis en los baños de un avión pero debe haber gente que le fascine mear a miles de metros de altura. Nosotros éramos cuatro personas y ni a la ida ni a la vuelta aliviamos nuestras vejigas ni una sola vez. Al contrario que a la ida, a la vuelta sí que pude apoyar mi cabeza en la ventanilla y echarme un sueñecito…
Y soñé que iba a un país plagado de volcanes, cascadas, géiseres, mares, ríos, lagos, hielo, glaciares, lava, montañas, caminos, praderas, auroras… Descubrí que para lo pequeños que somos el daño tan grande que podemos hacer a la naturaleza. Cuidemos esa naturaleza para que los que vienen detrás nuestro mañana puedan contarnos que un día vieron volcanes, cascadas, géiseres, mares….


El avión aterriza en Alicante. España. Calor.