En Islandia por estas fechas amanece sobre las 5:30 a.m. aproximadamente, así que cuando salimos del aeropuerto a por el coche de alquiler ya empezaba a haber luz. Si queréis recorrer los rincones más maravillosos de Islandia y poder llegar a ellos sin problemas es imprescindible alquilar un 4x4 tocho. El nuestro era un 4x4 normalito, un Dacia Duster que en ningún momento nos dio un problema y siempre nos llevó y nos trajo a todos los sitios. Desde el kilómetro 1 de nuestro viaje empezamos a descubrir los maravillosos paisajes que tiene el país. Montañas con laderas de color gris, verde, marrón, negra... en las que de vez en cuando asomaba alguna cascada que se convertía en múltiples ríos a los pies del monte. Las carreteras rectas en las que no veíamos el final de la misma. Si vais alguna vez a Islandia durante las primeras horas de conducción la frase que más os oiréis decir será "Qué bonito", a no ser que os perdáis en el parking del aeropuerto entonces la frase será "¿por dónde se sale de aquí?". Nuestro coche llevaba navegador pero nosotros os recomendamos llevar algún plan B, que en nuestro caso se convirtió en el plan A, que era utilizar una aplicación del móvil llamada MAPS.ME, la cual funciona off-line y es bastante más completa que el navegador del coche. Muchos de los sitios a los que queríamos ir, bien fueran atracciones turísticas o alojamientos, no aparecían en el navegador, en cambio en la aplicación aparecían e incluso te daba la opción de reservar, precio de la habitación, así como los nombres de las ex novias del dueño. Muy completa
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Amanecer islandés. Próximamente en los mejores cines |
El primer destino
después de parar un par de gasolineras con la cafetera rota y tomar un café en
una tercera con la cafetera óptima, fue el Parque Nacional de Thingvellir. En
este parque entre otras muchas cosas se puede pasear por la falla que separa la
placa Noramericana y la placa Euroasiática, que a su vez servía a los
islandeses desde el año 930 de congreso y ahí es donde decidían las leyes y sus
cosas de la isla como qué volcán ponían en marcha, a qué cascadas ponían más
agua...y cosas así. Cada pocos metros el paisaje miraras donde miraras iba
cambiando. Paredes de piedra, cascadas, lagos, ríos, praderas...todo en un
margen de dos o tres kilómetros y no das a basto con la cámara de fotos.
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Parque Nacional de Thingvellir |
Al final del sendero que discurre entre las
paredes que servían de congreso a los antiguos pobladores, el camino se divide
en dos: a la izquierda nos dirigimos a la cascada Öxarárfoss, nuestra primera
cascada. La cascada seguramente sea la más pequeña que hayamos visto pero no
dejamos de admirarla un rato.
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Cascada Öxarárfoss |
Como era muy
temprano íbamos solos por el parque y así podíamos disfrutar del paisaje y
hacernos fotos sin que saliera la cabeza de algún turista despistado o algún
autobús de jubilados, los cuales abundaban, nipones y jubilados. Para acabar
con la visita a nuestro primer destino fuimos hasta el final del sendero donde
había una vista de la falla desde un pequeño mirador y un autobús de jubilados
que había llegado desde otro punto distinto al nuestro y abarrotaban el
mirador. Tras unos pequeños empujones, haciendo un poco de presión presencial y
tirando un par de jubilados al vacío, logramos hacer un par de fotos.
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Falla en Thingvellir |
Próxima parada:
agua caliente que sale del suelo a chorrazo, es decir el Geysir. Precisamente
la palabra géiser deriva de Geysir, que a su vez deriva del verbo islandés
"gjósa" que significa "erupcionar". Muchos diréis que he
mirado Wikipedia, pensad lo que queráis pero a veces utilizo la lógica de las
palabras, geysir-geiser-gjósa-erupcionar, más claro agua. La afluencia de gente
ya empieza a ser importante, pero en todo el viaje nunca llegó a ser agobiante,
el Geysir está dentro del Círculo Dorado que se encuentra muy cerca de Reikiavik
y se llega por carretera sin necesidad de utilizar un 4x4, con una Vespa es
factible. Cerca de la carretera encontramos un parking y cruzando la carretera
se encuentra la zona de los géiseres donde está el Gran Geysir y Strokkur que
son los dos más grandes acompañados de pequeños agujeritos que borbotea el agua
y te avisan que te puedes quemar. El Gran Geysir dejó de erupcionar a
principios de este siglo. Según he podido leer hay dos teorías, una dice que
como consecuencia de las piedras, monedas y demás objetos arrojados por los
turistas. La gente se pensaría que el agua siente y que si le tiraban cosas
pues erupcionaría para mostrar su enfado, pero no fue así y ahora por mucho
desatascador que lleven no hay manera de que aquello eche agua. La otra teoría
cuenta que es debido a que está dormido pero que cualquier actividad sísmica
puede hacer que despierte de su letargo y escupa toda su ira contra los
turistas que en este momento se encuentren haciendo el canelo por los
alrededores. El Strokkur ha debido tener más tragaderas que su primo y aún
sigue echando agua de 20-30 metros de altura.
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Erupción del géiser Strokkur |
La escena es la
siguiente: un agujero acordonado por si alguno tiene tentaciones de hacerse una
exfoliación extrema de la cara, y el géiser cada 8-10 minutos erupciona, y
entre erupción y erupción la gente (entre los cuales me incluyo) está sujetando
sus dispositivos (móviles, cámaras de foto, videocámaras) enfocando al agujero
para no perderse el chorro. Las escenas son surrealistas porque hay gente
(sobre todo japoneses) que adoptan las mejores poses para el selfie como por
ejemplo los dedos en V haciendo el símbolo de la victoria, besando a sus
parejas, vi a uno que se quedó sin aire y cayó dentro de la terma, incluso
gente que se les cansa el brazo, lo baja y justo erupciona el géiser
quedándoles el selfie como si te lo hubiera hecho Serafín Zubirí, media oreja,
un poco de la capucha, el japonés de al lado y una gota que no sabes si es de
alguien que te ha escupido o del géiser. El Geysir es de los pocos lugares
donde hay sitios con suvenires y un centro de información con restaurantes,
cafeterías, etc., en el resto del país la mayoría de los sitios está levemente
alterado con construcciones.
Seguimos
aprovechando lo temprano del día para seguir viendo el Círculo Dorado y camino
de nuestro primer alojamiento nos detuvimos en una de las joyas del viaje, la
catarata Gullfoss. Como otras muchas cosas en este viaje, nunca habíamos visto
nada parecido. Una catarata con dos caídas, la primera de 11 metros y la
segunda de 21 y con un caudal de agua tremendo que cae por sus 20 metros de
anchura. ¡Qué bonito!... no parábamos de repetirlo, solos o acompañados. Al
igual que las otras dos principales atracciones del Círculo Dorado había
bastante gente y hacerse fotos en las que apareciéramos solos era misión
imposible. Por mucha gente que empujara al agua siempre tenía al lado a un
jubilado, un japonés o la especie que empezaba a aparecer, el italiano. Había
multitud de lugares desde que admirar la catarata y como siempre con el mínimo
rastro de la mano del hombre, cosa que nos gustó en cada sitio al que fuimos.
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Catarata Gullfoss |
Aún era pronto
para comer así que pusimos rumbo a las cabañas donde íbamos a hacer la primera
noche y pararíamos por el camino a comer. Vimos en la Lonely Planet que en la
localidad de Laugarvatn existía algo de vida. Supermercado, restaurantes y la
principal atracción de la zona que eran unas piscinas geotermales. Compramos en
el supermercado aquello que nos podría hacer falta como agua, pan, tomates,
salsa tártara, gelatina de kiwi y un poco de levadura. Comimos en un merendero
a orillas de lago del mismo nombre que el pueblo. El entorno era bonito, aunque
había muchos mosquitos y eran capaces de levantarnos un palmo del asiento, pero
no picaban, eran el mosquito cojonero común de Islandia. Una vez tomamos café
nos acercamos a una cabaña muy cuca que era un restaurante llamado Galleri, muy
recomendable y un sitio muy acogedor.
Con las pilas
cargadas fuimos directamente hasta nuestras cabañas, Fossatun Camping Cottages
and Pods, una especie de camping con cabañas de madera y un entorno
espectacular.
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Fossatun Camping Cottages and Pods con Dacia Duster al lado |
Dudamos entre ir
a ver alguna cosa del plan del día siguiente o quedarnos allí a descansar. Nos
quedamos allí a tomar una cerveza y cenar, y... para darnos un bañito en unos
jacuzzis que tenían a disposición de los huéspedes.
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Fossatun Camping Cottages and Pods |
La verdad es que
después del día que llevábamos no nos vino mal un bañito de burbujas. Las
cabañas donde nos quedamos eran muy sencillas y pequeñas. Teníamos la opción de
haber llevado un saco de dormir o alquilar ropa de cama por 12 €. Optamos por
la segunda para ahorrar cargar con un saco durante todo el viaje. Cenamos en el
porche de una de las cabañas siendo aún de día, amanecía sobre las 5 de la
madrugada y anochecía a las 22:30, aunque durante toda la noche se podía ver lo
que llama el sol de medianoche y en el horizonte se veía un atardecer continuo.
En cuanto cenamos nos fuimos a dormir porque estábamos rotos.
2º día. 17 de
agosto de 2017. Fossatun Camping Cottages and Pods - Blönduós
Este día
llevábamos un plan poco claro así que pedimos consejo al chico del camping. El
plan que teníamos previsto era improvisado, es decir ir parando allá por donde
viéramos jaleo y coches parados corriendo el riesgo de parar en una boda o un
parking. En un principio pensamos en ir a ver los fiordos del oeste pero el
chico tras mirarnos a nosotros y luego al mapa y reírse para sus adentros nos
aconsejó otro destino, la península de Snaefellsnes o como lo llamábamos
nosotros, el trozo de tierra ese que sale a la izquierda. Los fiordos del oeste
según nos dijo que era un sitio para dedicarle más días, y que en un día no nos
daría tiempo ya que tampoco tenía muchas carreteras asfaltadas. Desayunamos en
el camping y nos pusimos en marcha.
La primera parada
fue Ytri Tunga, una playa donde se podían ver focas y había coches parados, así
que como no tenía pinta de ser una boda decidimos parar. No era para tirar
cohetes, la playa era muy sencillita y al final de ella había unas rocas en las
que vimos media docena de focas tumbadas al sol y a varios metros de la orilla.
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Ytri Tunga |
El paisaje como
siempre era muy bonito, de frente la playa y a nuestras espaldas las laderas de
las montañas hasta donde nos llegaba la vista.
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Ytri Tunga visto de espaldas |
A unos más que a
otros pero nos gustó ver las focas tumbadas al sol o nadando a unos metros de
la orilla. Nosotros cogimos la carretera que iba por el sur dirección oeste
para girar al final de la península y coger la carretera por el norte dirección
este.
La siguiente
parada fue la cascada Bjarnafoss.
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Bjarnafoss |
Aquí no hacía
falta que hubiera coches porque se podía ver desde la carretera y en cuanto la
vimos paramos. Es una cascada de 100 metros de altura y el camino que había
hasta llegar a los pies de ella no es para nada complicado y en 10 minutos
llegamos andando desde el parking. Según nos dirigíamos a la cascada nos
deteníamos a mirar el paisaje tanto el que teníamos delante de nuestros ojos
como el que dejábamos detrás de nosotros. El tiempo nos acompañaba y en
momentos podíamos ir de manga corta.
Tras la cascada continuamos
hacia el oeste de la península. La carretera iba entre el mar y las montañas y
cada sitio en el que parábamos era una pequeña sorpresa que aparecía en el
camino. Unos kilómetros más adelante llegamos a la garganta Rauðfeldsgjá, una
fisura en la montaña por la que corre un arroyo dentro de ella.
En el interior
nos encontramos unas paredes de musgo verde por las que te puedes adentrar
hasta donde tú quieras o donde un resbalón te pueda abrir la cabeza y poner fin
a tu pequeña aventura. Nosotros optamos por la primera.
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Rauðfeldsgjá |
Y a lo tonto a lo
tonto se nos hizo la hora de comer y miramos en la Lonely un restaurante que
recomendaban al borde del mar en un entorno muy bonito, cosa que no era muy
difícil. El Fjöruhúsið Café, y era cierto el lugar era muy bonito pero muy
petado y muy caro, así que como habíamos visto muchos sitios bonitos y no había
sitio desandamos un trozo de camino y fuimos al Hellnar Primus Kaffi (Café del
Primo de Hellnar).
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Fjöruhúsið Café |
Tomamos dos sopas
de champiñones y dos quichés de queso y cebolla. No veíamos el mar pero hacía
un tiempo de lujo y con eso nos valía. A nuestra espalda teníamos el glaciar
Snæfellsjökull, es decir la montaña con nieve que había al final del trozo de
tierra ese que sale a la izquierda. De aquí a la guesthouse no había mucho que
ver y nos quedaba un buen trozo de camino.
De camino paramos
de casualidad en Stykkishólmur, un pueblo pesquero y que tenía un faro rojo muy
cuqui, así que a nosotros que nos gusta hacernos fotos y ver cosas allí que fuimos.
Tuvimos que subir a un pequeño cerro por unas escaleras y el viento que hacía
arriba podría rondar los 1.500 km/h, lo cual nos vino bien para hacer el tonto,
o me vino bien para hacer el tonto con el viento y hacernos la foto de turno.
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Faro de Stykkishólmur |
Y desde el faro
hasta la guesthouse vino lo más entretenido, el navegador nos mandaba por un
lado por donde tardábamos un mundo y medio y la aplicación del móvil por otro
lado que tardábamos bastante menos. Hicimos caso a la aplicación y fue cuando
empezamos a descubrir las pistas de tierra. El firme estaba bien, y los
paisajes acompañaban y lo hacían bonito, pero según avanzábamos el firme se
hacía cada vez más complicado y veíamos poca civilización y muchas cabras.
(Nota: aún no habíamos descubierto el 4x4 del coche).
Y aquí fue donde
descubrimos también que habría que vadear ríos o grandes masas de agua. Delante
de nosotros teníamos un charco color arcilla del tamaño de Murcia. En vez de
preocuparnos lo grabamos en video, el coche patinó un poco pero no costó tanto,
es más dimos marcha atrás y lo volvimos a pasar en zigzag.
Llegamos a
Blonduós a la Kiljan Guesthouse. El tiempo se había detenido en los 70 en la
casa de invitados de la buena mujer polaca que la regentaba. Teníamos dos
habitaciones en la primera planta y solo con el crujir de la escalera se podían
haber hecho dos horas de película de miedo. Al entrar en una de las
habitaciones en una de las paredes había una foto de la basílica de San Pedro
en el Vaticano del tamaño de la pared, una especie de photocall de una fiesta
de curas. Una vez duchados y acomodados fuimos a cenar nuestros manjares. La
señora polaca y su marido nos dejaron intimidad y esperaron a que termináramos
de cenar para recoger un poco la cocina e irse a dormir pero allí nos quedamos
nosotros cenando de cháchara hasta que salió la mujer con una sonrisa a lo Tita
Cervera diciendo que al día siguiente se levantaba a las 6 o así pero que si
queríamos que nos quedáramos a jugar una partida de cartas, ver una película o
poner un karaoke. Nos dimos por aludidos y nos fuimos a dormir.
3er día.
18 de agosto de 2017. Blönduós - Akureyri
Amanece el día en
Blönduós lluvioso, frío y gris. Nos espera un abundante desayuno cortesía de
doña señora polaca. Aprovechamos y hacemos el desayuno de reyes para cargar las
pilas durante todo el día.
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Blönduós |
Aparece la rubia
de la habitación de enfrente en el comedor, con cara de no haber dormido bien
la noche anterior por problemas de sonoridad con las escaleras y la llegada de
algún inquilino tardía. Desde luego la gente no tiene decencia. Todavía con la
tostada en la boca le pedimos consejo a la señora del alojamiento y que nos
recomendara por dónde ir, ocasión que aprovechó la mujer para enseñarnos el
álbum familiar y a sus hijos luciendo cadenas doradas al cuello. Debido al
gusto de los años 60...70...40... que tenía la mujer llegamos a la conclusión
de que haríamos todo lo contrario de los que nos aconsejó, pero eso sí, la
mujer nos trató como a sus propios hijos y nos trató de maravilla y la nota del
booking sería de 9 para arriba.
Después de
sobrevivir a la bajada de la escalera maldita cargando el maletón, partimos
hacia Hvitserkur, una playa de arena negra en la que había una roca de basalto
que se asemeja a un dragón bebiendo agua. La roca está unos metros dentro del
mar con lo que depende de la marea para que el dragón en cuestión beba del
cuenco o del mar directamente, en concreto cuando llegamos nosotros estaba en
el cuenco. Fue una pena no poder bajar a la playa y hacernos una foto con él,
pero el tiempo era un poco perruno y la ladera estaba demasiada embarrada como
para arriesgarnos a ver a un dragón de piedra bebiendo en un cuenco, ya
veríamos otro algún día.
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Hvitserkur |
Para ver dicho
dragón tuvimos que retroceder un poco e ir hacia el oeste, así que una vez
visto condujimos hacia el este. El camino de tierra estaba embarrado y sufrimos
nuestro primer susto con el 4x4 al derraparnos de las ruedas traseras.
Una vez que bajé
los atributos masculinos de la garganta a la entrepierna pusimos dirección a
Holar que era un pueblecito que recomendaba la Lonely. No me cansaré de decir
una y mil veces lo bonito que eran los paisajes por los que conducíamos, y
puedo decir que el dicho de "si no te gusta el tiempo de Islandia,
espera 5 minutos" era totalmente cierto, pasamos de un día nubloso y
lluvioso a empezar a despejarse. Holar es un pequeño pueblo de 89 habitantes
pero ¡ojo!, posee una catedral y un colegio universitario. La catedral tendrá
capacidad para los 89 habitantes o menos y el campanario, que se encuentra a 10
metros de la catedral tiene una altura de 20 metros.
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Catedral de Holar |
Catedral. Colegio
universitario. 89 habitantes. Los tienen bien puestos. Como se empadrone una
familia de 3 miembros te montan un cuartel militar y un Mercadona. Aparte de
todo esto tienen también unas viviendas típicas con tejado de hierba a modo de
museo para el turismo. Hicimos una visita a la catedral, rápida, como no podía
ser de otra manera, y después de decir lo bonito o lo feo que había en ella y
blasfemar como solo los españoles sabemos hacerlo, charlamos con la
"guardiana" de la catedral que hablaba...per-fec-ta-men-te el
español, la cual había estado viviendo en Chile 2 años. Una mujer encantadora y
que por la manera que se comportó con nosotros dimos por hecho que no nos había
escuchado nada y mucho menos la broma del órgano de la catedral y el órgano
sexual, gracias a Dios. Después de ver la catedral y las casas de techo vegetal
decidimos completar la visita completa a Holar y tomarnos una cerveza en el
comedor del colegio universitario.
Debido a que no
sabíamos dónde íbamos a comer durante el camino, comimos en el pueblo y
seguimos hacia el alojamiento sin ningún sitio que resaltar hasta el
alojamiento. Paramos en Siglufjörður un pueblo en el que había supermercado y
teníamos que aprovechar para abastecer nuestras alforjas para cenar. Después de
comprar arándanos y tener una discusión eterna de como se decía arándano en
inglés, blackberry, blueberry, redberry, Halle Berry... nos dimos un homenaje a
nuestros paladares para sobrellevar el día de perros que nuevamente había hecho
aparición. Entramos en una cafetería-pastelería y nos tomamos unos cafeses con
un bollo típico que empezamos a ver a menudo hecho de canela llamado
kanelbullar y que yo personalmente me podía comer 20 ó 30 en una tarde. A la
salida de cafetería vimos uno de los detalles más curiosos del viaje, una
enorme bandera de España a media asta por los atentados ocurridos el día
anterior en Barcelona. En la cafetería nos indicaron que era una guesthouse que
cada día izaba una bandera distinta y ese día en memoria de España izaron
nuestra bandera a media asta. ¡¡Bravo!!
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Bandera a media asta en Siglufjörður |
Teníamos ganas de
llegar a la casa ya debido a que llovía mucho y no quedaba nada por ver, así
que tranquilamente cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas
dentro de un túnel o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de
Islandia, en un futuro lo veríamos. Recordad que en las carreteras de Islandia
la velocidad máxima es de 90 km/h salvo en algún sitio que baja a 70 ó 50.
Llegamos a una de
las mini joyas de alojamiento en las que estuvimos. La Great View Guesthouse.
Una casa que era una preciosidad. En ella vivía un matrimonio en el que el
señor era diseñador y se había diseñado su casa. La casa muy acogedora con un
prado en el que había plantado una portería de fútbol, una colchoneta elástica,
y columpios. En la parte de atrás de la casa tenía un jacuzzi con unas vistas
espectaculares de las montañas. La mujer nos dio vía libre para el uso y
disfrute de su casa exceptuando su habitación y su marido. La cocina, la sala
de estar, el comedor, el baño, el jacuzzi...todo lo podíamos usar sin
problemas. Y porque estábamos cansados que si no nos quedamos a dormir en el
jacuzzi porque tenía una pintaza… No éramos los únicos inquilinos en la casa,
aparte de nosotros había una pareja de italianos y una pareja de japoneses con
dos niños pequeños, uno de ellos recién nacido, ¿esto qué quiere decir?, que el
recién nacido no paro de llorar hasta bien entrada la noche. Yo estuve a punto
de cometer de un homicidio involuntario al pasar por el pasillo y rozar sin
querer un biombo y caer a pocos centímetros de la mayor de las hijas japonesas.
La niña del susto estuvo a punto de volver a Japón del bote que dio.
Fue uno de los
pocos días que llegamos con tiempo al alojamiento así que fuimos a dar una
vuelta a Akureyri, la segunda ciudad del país, 18.000 habitantes.
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Akureyri |
Allí fue donde
empezamos a darnos cuenta de que el país era un pelín caro. Salía más barato
comprar una nevera que un imán para la nevera. Y lo mismo un llavero, unos
posavasos, una jarrita, etc. por no hablar del precio prohibitivo de un oso
polar disecado. Curiosa y moderna era la iglesia de la ciudad que desde una
pequeña colina sobresale del perfil de la ciudad. Entre nosotros había
disparidad de opiniones sobre el diseño, algunos habían visto tiendas de
ultramarinos más bonitas y otros pensaban que desde Ana Obregón no habían visto
nada tan bonito. Dimos una corta vuelta por la ciudad y volvimos a la casa.
Allí seguía llorando la pequeña nipona. Y después de cenar y ducharnos nos fuimos
a dormir porque como todos los días estábamos rotos.
4º día. 19 de
agosto de 2017. Akureyri - Dettifoss Guesthouse
En el 4º día
nuestra intención era ir a ver una de las joyas del viaje que era ir a Askja,
pero a medida que transcurría el día vimos que queríamos ver demasiadas cosas y
tuvimos que posponerlo.
La parada
principal para ese día sería la zona del lago Myvtan pero antes hicimos otro
alto imprescindible en el camino que eran las cataratas de Godafoss, con una
altura de 12 metros y un ancho de 30.
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Godafoss |
Parecerá que una vez vista una catarata o una
cascada son todas igual, pero no, cada una tiene algo que la hace diferente a
las demás y en este caso era el color de su agua, muy azul. Y todas tienen mil
y un sitios desde donde ver la caída del agua. En pocos sitios el
acordonamiento de la zona o las protecciones puestas por las autoridades
impiden acercarte a la atracción o tirarte o empujar a alguien, de hecho
nosotros tiramos a tres cabras, un italiano y dos coches. Hablando de coches,
con el trajín de maletas, bolsas, mochilas, comida, ropa, etc., el maletero lo
abríamos unas 328 veces al día. Cuando marchamos de las cataratas Godafoss la
gente nos hacía aspavientos y nos miraban, e incluso con mala cara, yo a un
matrimonio les hice una peineta y a un joven polaco un calvo, al tercer aviso
que nos dieron y viendo que entraba airecillo gélido por algún lado fue cuando
nos dimos cuenta que llevamos el maletero en modo alerón, así que avergonzados
bajamos dimos las gracias a todo el parking y cerramos el maletero.
Llegamos a la
zona del lago Myvtan y nos detuvimos para hacer fotos en un mirador que había a
orillas del lago. Un lago con pequeños islotes volcánicos y con mucha fauna
para los amantes de los pajarillos.
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Lago Mývtan |
De ahí y por una
de las pistas de tierra fuimos a la cueva Grjótagjá, una pequeña cueva con
aguas termales dentro. El baño está prohibido porque es propiedad privada y
solo se puede bañar el dueño, aunque a mí me gustaría verle dentro ya que el
agua está a 50 grados. Creo que una vez metió un pie y ahora le llaman El
cojo de la cueva. El agua que había en ella humeaba y con el sol entrando
por las grietas se podían ver colores azul turquesa del agua y marrón de las
paredes de la cueva que la hacían más bonito.
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Cueva Grjótagjá |
A la salida de la
cueva vimos a lo lejos el cráter de un volcán con gente andando por el borde,
vimos que el camino no parecía muy largo y nos dirigimos hacia allá. Se trataba
del volcán Hverjfall, con un cráter de un kilómetro de diámetro y de 150 metros
de altura.
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Volcán Hverjfall |
Subimos por la
ladera por una empinada cuesta de 600 ó 700 metros que no era muy dura pero
cansaba un poco y más con el viento que soplaba. Según subíamos la vista era
cada vez más impresionante y con nuevos elementos, el lago Mýtvan, mares de
lava, montañas...Una vez arriba jadeando, el paisaje es parecido al Señor de
los Anillos y de fondo puedes escuchar la banda sonora con hordas de orcos
avanzando por la pradera a la vez que Frodo y sus amigos huyen de la oscuridad
y Gandalf vuela a lomos de su águila, mientras... que me lío. La última vez que
entró en erupción fue hace 2.500 años pero a nosotros no nos acobardó y
subimos, de algo había que morir. Rodeamos el cráter haciendo fotos y con
cuidado de no caer dentro de él y arder en el infierno islandés.
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Cráter del volcán Hverjfall |
Una vez visto los
alrededores e interiores del cráter debatimos el importante paso que teníamos
que dar y como darlo, no había mucho tiempo pero tampoco era plan de jugarnos
el tipo por media hora, así que decidimos no bajar haciendo la croqueta y
volver por el mismo camino andando. Miramos en la Lonely cual podría ser
nuestro siguiente destino y vimos que cerca se encontraban los baños naturales
de Mýtvan y además ¡gratis! ¡yuju!. Llegamos al parking de las instalaciones
con su cafetería, restaurante, tienda de suvenires...vamos, que no era gratis
que había que pagar 4.500 coronas islandesas, unos 35 €. ¿Qué hacemos?
¿Entramos? ¿No entramos? Y ahí estábamos con nuestras mejores galas
sumergiéndonos en las cálidas aguas de la piscina.
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Piscina de Mýtvan |
En el exterior
marcaba una temperatura de 13 grados y eran las 2 de la tarde. La temperatura
del agua rondaría los 35-40 grados. El olor a azufre, a huevo podrido, era
constante por lo que al final te acostumbras y de allí no nos mueve ni María
Teresa Campos. El color del agua es igual que el del suavizante polvos de talco
del Mercadona y por la sensación en la piel dudas si pudiera ser realmente.
Tras un cuarto de hora de baño se estaba muy bien, pero sin ninguna atracción
estilo María Jesús y su acordeón en Benidorm o un Dj pinchando reggaetón pues
el tedio se apodera de ti, así que llego el momento de sacar nuestra vena
hispana y criticar a todo lo que había dentro y fuera del agua sin piedad,
además no sabíamos si los japoneses, alemanes, rusos y demás bañistas podían
estar haciendo lo mismo con nosotros así que después de una hora en remojo,
criticando hasta al socorrista y cual uvas pasas, salimos al fresco con los
pezones para exprimir naranjas.
Comemos en
nuestro restaurante favorito, el maletero del Dacia Duster 4x4. Y suaves,
relajados y comidos seguimos hacia la zona de Hverir. Un campo plagado de pozos
de barro hirviendo y fumarolas a los pies de una montaña con grietas que
igualmente echaban humo. El contraste de colores que existe en la zona es increíble,
y nosotros flipábamos pero más flipaban los japoneses que se hacían fotos
delante de fumarolas que expulsaban azufre (huevo podrido) a una presión muy
alta o incluso ponían la mano para ver si quemaba...y claro quemaba y la
japonesa se quemaba y le decía a su tía que se había quemado, y la tía se reía
porque su sobrina se había quemado, ¡ay, qué melona la japonesa!
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Hverir |
A pocos
kilómetros de allí se encontraba la caldera volcánica Krafla dentro de la cual
estaba el cráter Viti que a su vez aloja un lago con agua en tonos verdes.
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Caldera volcánica Krafla |
Un sitio más y
otro sitio bonito que nos volvía a sorprender como otros muchos que lo habían
hecho ya y otros muchos que lo iban hacer más tarde. Eran ya las 6 de la tarde
y nos quedaba la guinda del día, las cataratas Dettifoss.
Un par de kilómetros
antes de llegar a las cataratas se podía ver la nube de agua que producía la
caída. A un kilómetro del parking y tras caminar por uno de los paisajes más
lunares que vimos llegamos a las cataratas. A primera vista es impresionante la
escena, pero a medida que nos acercamos, se vuelve increíble. Los miradores
están realmente cerca y el ruido es ensordecedor y nos da igual mojarnos. 100
metros de ancho por 44 metros de caída y una cantidad de agua brutal. Te caes y
te matas o te haces daño.
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Dettifoss |
Desde la otra
orilla la gente se podía incluso acercar hasta el borde mismo e imponía mucho
ver a personas tan cerca. Tras ver eso fuimos a ver la catarata Selfoss que
estaba 500 metros río arriba. Tenía una caída de 11 metros pero como todos los
saltos de agua en Islandia tenía algo distinto que la hacía especial.
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Selfoss |
Por hoy ya nos
habíamos ganado irnos a dormir. Además estábamos solamente a 45 km y podríamos
cenar prontito y descansar. 45 km de pista de tierra, subidas, bajadas,
charcos, cabras, elefantes, osos pandas y cocodrilos.
Llegamos como
siempre a la hora de cenar, lavarnos los dientes y dormir. La Dettifoss
Guesthouse se encuentra un poco escondida entre la maleza, es una especie de
albergue donde teníamos reservada la suite de 4 camas. Nos recibe una chica
delgada, rubia con dos finas coletas, y unos ojos azules muy abiertos que nos
miraban de forma inquietante, aquella noche yo por lo menos no dormí tranquilo.
Para más inri, la habitación estaba al final de un pasillo de 302 metros de
largos y yo cada vez que abría la puerta me la veía al final del pasillo con un
triciclo. Preparamos la cena junto a una pareja de españoles y estuvimos
compartiendo experiencias con ellos, si los veis por ahí darles recuerdos. Ella
era morena y él tenía el pelo largo. 100% recomendables. Cenamos, y a la cama.
Al día siguiente no perdonaríamos Askja… ¿o sí?
5º día. 20 de
agosto de 2017. Dettifoss Guesthouse
- Stora Sandfell Rooms and Cottages.
7:00 de la mañana. Abro muy despacio la puerta de
la habitación. Al fondo del pasillo solamente se vislumbra el perfil de la
silla y la mesa que forman la recepción. De la recepcionista ni rastro. Solo
una nota: “Cuando abandones la habitación deja tu llave en esta mesa”. Por un
momento pensé que quería las llaves de mi casa, pero después de un rato caí en
la cuenta de que era la llave de la habitación. Menos mal. Ese día madrugamos
un poco más de lo normal, nos esperaba un día duro.
La primera parada sería en el cañón de Ásbyrgi
que lo teníamos planeado para el día anterior pero ni el día ni la luz
acompañaban. Ásbyrgi es un cañón en forma de herradura y uno de los pocos
lugares donde vimos mucha vegetación y zonas boscosas.
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Cañón Ásbyrgi |
Las paredes del cañón miden 100 metros de altura
y en la curva que hace el cañón se encuentra una especie de estanque en donde
habitan diversas aves, aunque con la hora que era estaban todavía durmiendo, no
como los autobuses y minibuses de jubilados que teníamos la sensación que nos
seguían allá donde íbamos. Repasando las fotos vimos que muchos de ellos
aparecen junto a nosotros pensando que eran amigos nuestros…pero no. Había dos
miradores, uno a las orillas del estanque y otro desde 20 metros de altura que
nos regalaban, una vez más, una panorámica preciosa del conjunto, las paredes,
los árboles y el agua.
Y ahora sí…ponemos rumbo a Askja. El navegador
nos marcaba 165 km en 3 horas y 45 minutos. Me aseguré que le había indicado
que íbamos en coche y no en bicicleta, pero estaba bien puesto. Los primeros 45
km desde la casa a la carretera eran de pista de tierra y no de las mejores
precisamente, nos llevó alrededor de una hora y tras andar 20 kilómetros nos
quedaban los últimos 100 km hasta Askja también de pista de tierra y otras 3
horas.
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Camino a Askja |
Por lo que nos habían contado los sufrimientos
del camino y el tiempo y los autobuses de jubilados no eran suficientes para
que desistiéramos. Así que nos encomendamos a nuestro Dacia Duster y a la
Virgen de los Desamparados en Islandia. Los primeros kilómetros del camino
estaban bien y podíamos circular a 70-80 km/h. Tras 30 km aparece el primer
obstáculo, primer obstáculo serio: un río.
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¿Nos atreveremos? |
De ancho tendría unos 20 metros pero de
profundo…no lo teníamos claro a pesar de las indicaciones que vimos. Había un
palitroque (observe el lector el rico léxico) metido en mitad del río con tres
colores que medían la profundidad, el verde que indicaba que no había peligro y
que podías cruzar descalzo y empujando el coche si quisieras, el amarillo que
nos decía que cuidado con la profundidad del río que parece poca pero no
seríamos los primeros que perecemos en él, y por último el rojo, donde
directamente no había mensaje y en su lugar ponían las fotos de la gente
ahogada junto a videos de coches arrastrados por el agua mientras sus ocupantes
gritaban angustiosamente golpeando las ventanillas camino de una muerte segura.
El agua llegaba al color amarillo. No veíamos el fondo. Tirábamos piedras y
oíamos un clong que sentíamos como el río se tragaba la piedra y no volvía a
salir. Además de la anchura y el agua que traía a pocos metros teníamos una cascada
que no dejaba de echar agua y claro, así era muy difícil. Recorríamos la orilla
del río hacía un lado y otro intentando ver algo que nos diera seguridad, todo
esto bajo la atenta mirada de un turista de nacionalidad desconocida que venía
detrás nuestro con un pequeño Suzuki Jimmy y que se limitaba a sonreír a lo
Clark Kent y negaba con la cabeza. El seguro del coche no cubría cualquier
problema que tuviéramos por pistas de tierra y mucho menos lo que te ocurriera
en pistas de agua. Por un instante pensamos en remangarnos los pantalones y ver
cuál era realmente la profundidad, pero corríamos peligro de que estuviera
hondo o que nos diera una hipotermia. “Nos
damos la vuelta”, “Se nos pueden joder las vacaciones”, “Yo no me arriesgaría”,
“No lo veo claro”, “Es que trae mucha agua”, “Joder, que putada”, “¿Sabéis que
Julio Iglesias tiene otro hijo?”. Estas eran las frases que más se oían en
esos momentos. Mientras el turista desconocido entraba y salía de su pequeño
auto, reía y negaba con la cabeza. Confiábamos en que se cambiara dentro del
coche y saliera vestido de Superman y nos atravesara el río, pero no. Ya en el
coche, con el ánimo por los suelos, decidimos dar la vuelta, cualquier
contratiempo podía jodernos el viaje…pero algo pasó. De repente el turista
desconocido salió de su coche con una túnica y una vara de abedul, se acercó al
agua y clavando la vara dentro del río pronuncio algo en hebreo y las aguas
empezaron a separarse. Al ver aquello nos quedamos de piedra pero rápidamente
reaccionamos y aceleramos atropellando al turista desconocido y atravesando el
río por el camino que había abierto. Una vez que estuvimos en la otra orilla
las aguas volvieron a su cauce y arrastraron el cuerpo del improvisado Moisés.
Nunca olvidaremos aquello. Es broma. Retomemos a cuando estábamos en el coche a
punto de volver. Desde detrás de una de las dunas de lava apareció un Suzuki
Jimmy igual que el de nuestro amigo turista que se dirigía hacia nosotros por
el camino de vuelta. El coche atravesó el río sin inmutarse. En su interior dos
ancianos ingleses de unos 80 años. Nos dijeron que sus hijos no les hubieran
dejado hacer eso en su país, así que en Islandia estaba encantado de la vida.
Nos dio las indicaciones necesarias para pasar ese río y los siguientes del
camino. Despacito y sin frenar. Encantadores. Tracción a las cuatro ruedas.
Cinturones. Metemos primera y adelante. Grabamos el momento en video por si en
el caso de que encuentren nuestros cuerpos corriente abajo que sepan cómo
fueron nuestros últimos segundos de vida. En el río se notaban las roderas de
los coches que habían pasado anteriormente y por ahí fuimos. ¡¡¡Prueba
superada!!! En la otra orilla los ancianos nos aplaudían y nos vitoreaban por
haberlo conseguido. Nuestro amigo Jimmy, anteriormente conocido como turista
desconocido, nos miraba con envidia. No le volvimos a ver, quizá su cuerpo yace
ahora en el asiento de su coche en la desembocadura de algún río. No creo, pero
es inquietante pensarlo. Después de esto ya nos daba igual lo que pudiera haber
en el camino, ríos, volcanes, manadas de ñus, un paso de Semana Santa,
cualquier cosa pasaríamos por encima. ¡Viva el Dacia Duster! Desde 10.900 € con
navegador incluido y no empiece a pagar hasta el año que viene. A pesar de no
ver nada de vida en el camino, salvo los coches que nos cruzábamos, el paisaje
seguía siendo alucinante. Tras casi tres horas de viaje y alguna parada que
otra para hacer fotos y orinar, llegamos al parking. Eran las 14:00h así que
decidimos comer antes de emprender el camino al lago. Una vez repusimos fuerzas
nos encaminamos hacia el lago por un sendero desierto de arena negra y con
algunas pequeñas piedras de lava. 15 minutos después por fin llegamos a Askja.
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Askja |
Según leímos Askja es el nombre que recibe el
cráter del volcán que a su vez contiene al lago Öskjuvatn que tiene 11 km2
y 217 metros de profundidad y al lado se encuentra la caldera volcánica con el
mismo nombre que la del día anterior, Viti. Fue uno de los sitios más bonitos
que hemos visto en Islandia sin duda alguna.
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Lago Öskjuvatn y caldera volcánica Viti |
Tras los 15 minutos de caminata subimos un
pequeño repecho y la vista no podía ser más espectacular: a nuestros pies la
caldera Viti de aguas termales en las que te podías bañar y un color azul
mimosín, y por detrás de ella el lago Öskjuvatn enorme, con el agua en calma
reflejando las montañas del cráter del volcán.
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Lago Öskjuvatn |
A pesar de la gente que había en la zona y aunque
parezca paradójico se podía apreciar el silencio que reinaba en el lugar.
Gracias a Dios la lejanía del sitio y el camino tan enrevesado que hay hasta
llegar al lugar los pequeños monstruos chillones y revoltosos escaseaban y no
había muchos factores externos que interfirieran en el silencio. En la caldera
había gente bañándose, italianos, que en algún momento eran de los que sí interferían
en la paz y el remanso y te encomendabas al Cristo de Medinaceli para que
aquello entrara en erupción con ellos dentro. Estuvimos unas 3 horas
disfrutando del entorno, del silencio y de todo lo que significaba aquello, no
íbamos a ver algo parecido en mucho tiempo. Cuando ya nos dispusimos a volver
nos hicimos las fotos de grupo y nos volvimos a echar un último vistazo a
aquella maravilla de la naturaleza.
Por este día ya teníamos bastante y nos pusimos
camino de las cabañas donde dormiríamos esa noche cerca de Egilsstadir, uno de
las poblaciones más grandes de la zona este de Islandia, tiene alrededor de
2.500 habitantes. A los pies del pueblo está el lago Lagarfljot que al igual
que el lago Ness posee también su monstruo. El interés nuestro por el monstruo
fue cero desde el minuto 1, es más creemos que de camino a nuestro alojamiento
pudimos atropellarlo con el coche. En medio de la oscura noche algo se nos
abalanzó al coche dándonos un susto de muerte. Parecía demasiado pequeño para
ser el monstruo del lago, tenía pinta de ser o un conejo, un cordero, o un sapo
blanco gigante. Esa noche tocaba cabaña, con dos camas, una litera, cocina,
mesa, cuatro sillas todo ello en 32,5 m2 y un mini aseo, cuando digo
mini es mini. Tenías que dejar la puerta abierta mientras te lavabas los
dientes si no querías tragarte el cepillo o cargarte la cabaña a codazos. La
ducha estaba en otra cabaña a 30 metros de la nuestra y a nuestras espaldas
había una enorme montaña con pequeñas cascaditas cayendo por su ladera. Y en
una parcela cercana unos caballos.
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Stora
Sandfell Rooms and Cottages |
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Caballo islandés |
El problema del espacio era latente y mientras
uno se ponía el pijama, otro cortaba la lechuga y los otros dos esperaban fuera
al fresco, no había sitio para más. Y cuando nos fuimos a dormir teníamos que
tener muy claro que los cuatro queríamos dormir para entrar a la vez en las
camas sin molestar a nadie. El día de hoy moló y mucho.
6º día. 21 de
agosto de 2017. Stora Sandfell Rooms and Cottages – Bjarnanes
Después de coordinarnos para ducha, maletas y
demás fuimos a desayunar y comprar algo al pueblo. Hoy lo gordo iba a ser los
fiordos del este. Que no sabíamos concretamente lo que teníamos que ver,
iríamos hacia los fiordos y allí donde hubiera coches, cascadas, vistas y demás
pararíamos, menos la primera parte del día que la dedicaríamos a ver Hengifoss
la segunda cascada más alta de Islandia con 128 metros de altura. Pero antes de
ir hacia la cascada nos dimos un homenaje-desayuno y nos metimos para el cuerpo
un kanelbullar y
otro dulce que también estaba muy bueno con su café correspondiente, y realmente
nos iba a hacer falta.
El camino desde
el parking hasta la cascada a simple vista parecía sencillo pero por momentos
se hace duro y la gente va cayendo ladera abajo debido a tal dureza. El camino
es empinado y a medida que subimos el paisaje con el lago Lagarfljot. Nosotros
en media hora llegamos pasando antes por Litlanesfoss otra cascada de menos
altura pero rodeada de columnas de basalto que le dan un aspecto precioso.
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Litlanesfoss |
Las columnas
parecen estar por el de Bricomanía: “Hola
amigos, hoy os voy a enseñar a construir nuestra cascada con columnas de
basalto”. A los pies de la cascada cada uno nos sentamos en una piedra y
nos quedamos embobados mirando el agua caer desde tal altura. Cuando nos
quisimos dar cuenta la mañana se nos había pasado volando en la Hengifoss.
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Hengifoss |
Dejamos la zona
del lago y la cascada para dirigirnos a los fiordos del este. Nuestra idea era
ver dos pero el tiempo se nos echó encima y solo pudimos ver uno, Borgafjordur.
Nuevos paisajes para nuestros ojos, un poco más de vegetación al borde del mar
con unas playas desérticas e inmensas.
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Camino de Borgafjordur |
Paramos en
Borgafjordur para comer aunque fuéramos con el horario español, es decir las
15:30-16:00… Tiramos de Lonely y fuimos a Alfacafé, en donde anunciaban sopa de
pescado a un precio asequible. Por unos 12€ una agradable islandesa nos dio
unos cuencos vacíos y nos dijo que en unos 10 minutos nos pasáramos a servir. Y
nosotros obedientes que somos así lo hicimos. A los 10 minutos habían sacado
una perola del tamaño de un Seat Ibiza. Pensamos que no podía ser toda para
nosotros pero sí, era para nosotros entera. La sopa era potente y estaba
buenísima pero pudo con nosotros. Aquel día fue un poco de relax y no vimos
mucho más porque el siguiente alojamiento estaba bastante lejos de donde nos
encontrábamos.
Nos encontrábamos
en Bjarnanes a 12 km de Höfn la población más importante del sudeste islandés.
Era una casa situada dentro de una especie de zona residencial con casas bajas.
Según llegamos la anfitriona salió a recibirnos y decirnos donde debíamos
aparcar. Era una casa muy acogedora y nos tenía preparada una habitación con 4
camas y unas mantas de renos que quitaban el sentido. En la casa vivían el
matrimonio junto con un hijo que debía de vivir en el garaje o en algún paraje
cercano a la casa, y un pequeño fox terrier. Se retiraron y nos cedieron la
cocina y el comedor para que cenáramos a gusto, se pasarían en breve para que
les indicáramos a qué hora nos levantaríamos para así poder prepararnos el
desayuno. ¡Encantadores! No como nosotros que somos españoles y mala gente y terminamos
de cenar y nos fuimos a dormir sin decir nada. Entonces es cuando viene lo
mejor del viaje… Discutíamos sobre quien se levantaba para decir a la mujer la
hora que teníamos pensado levantarnos cuando alguien llamó a la puerta: toc,
toc. Abrimos la puerta temiendo que fuera la buena mujer para preguntarnos la
hora del desayuno pero la realidad era otra totalmente distinta: “Perdonad que os moleste. He oído que no os
habíais dormido aún y he pensado que a lo mejor os gustaría ver las luces del
norte (auroras boreales)”. Cuál dibujos animados saltamos de nuestras camas
y pasando por encima de la silueta de la mujer que yacía en el suelo. Salimos
al patio y nos quedamos embobados.
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Auroras boreales en Höfn |
No habíamos visto
nada igual en nuestra vida y creo que no lo volveremos a ver. Unas estelas
verdes ondulaban en el cielo como cortinas movidas por el aire. Alucinábamos
doblemente porque nos habían dicho que en agosto era imposible ver auroras
boreales y no las esperábamos. Estábamos emocionados por lo que veíamos. Yo
estaba de corto y no me enteraba. Si hubiera dormido desnudo hubiera estado
viendo las auroras boreales en pelota picada, y seguro que el resto de la gente
ni se hubiera enterado tampoco. Pasados 15 ó 20 minutos las auroras
desaparecieron. Aquella noche dormimos como niños pequeños sabiendo que
habíamos sido privilegiados al ver una maravilla de la naturaleza.
7º día. 22 de
agosto de 2017. Bjarnanes – Steinar
Nos levantamos pensando en la noche anterior y en
lo majos que fuero los dueños al avisarnos. No solo por avisarnos sino también
por el desayuno que nos habían preparado. Los estaremos eternamente agradecidos
y seguramente por Navidad les mandemos una cesta con un jamón ibérico. Hoy
tocaba hielo, hielo y más hielo. Pero antes seguimos la máxima que donde haya
coches parados habrá algo que ver y así fue, vimos un par de coches parados en
una cuneta y allí que paramos y a los pies de un lago con una montaña nevada de
fondo había un reno de color gris pastando y la estampa era digna de “Bambi”. En un momento la carretera se
convirtió en un peligro, los coches paraban en una cuneta inexistente y en
ambos sentidos y todo por alzarse con el “trofeo” de la foto de un reno
pastando…estamos tontos.
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Reno viendo a turistas |
Dejamos sitio a otro para hacer la foto y
nosotros continuamos a Jökulsárlón el mayor lago glaciar de Islandia. Sus aguas
y sus hielos proceden del glaciar Vatnajökull. Por enésima vez nos asombramos
del paisaje que encontramos. Un lago lleno de icebergs desprendidos del
glaciar. Enormes, grandes, medianos, pequeños, cubitos de hielo, calippos…todo
tipos de hielos. Paseábamos por la orilla del lago parando a cada paso para
hacer fotos de todo lo que iba apareciendo ante nuestros ojos y de las
infinitas formas de aquellas moles de hielo. Desde el parking salían vehículos
anfibios (mitad hombres y mitad ranas) que hacían excursiones por el lago y te
enseñaban el iceberg que hundió el Titanic y la tabla desde donde la rellenita
ahoga a Leonardo Di Caprio.
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Lago Jökulsárlón |
El lugar tenía dos zonas que visitar, el lago y
la playa donde desemboca el lago. Es muy curioso ver los bloques de hielo en la
playa como si alguien los hubiera dejado allí, cosa que no descarto… Según
pudimos saber antes, durante y después de la visita el lago ha sido escenario
de multitud de grabaciones, Batman o Muere otro día de James Bond, o videos
musicales como uno de Justin Bieber en el que sale Justino bañándose en él y
sale del lago con un par de canicas dentro de su ropa interior, admirable.
Sigue cantando tres tonos más alto.
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Playa Jökulsárlón |
Como no teníamos bastante con lo que habíamos
visto nuestra siguiente visita sería un glaciar, el Skaftafell. Desde el centro
de información salían varias rutas. Nosotros cogimos la que llevaba hasta los
pies del glaciar. Un camino tranquilo de unos 20 minutos de duración en el que
llegabas justo donde terminaba el glaciar. Una espectacular lengua de hielo que
acababa en un pequeño lago. Era como si una gran corriente de agua se hubiera
congelado de repente y en cualquier momento fuera a ponerse en marcha y arrasara
con todo a su paso. Afortunadamente no pasó eso y dimos la vuelta. Tanto en el
glaciar como en el lago Jökulsárlón cogí un trozo de hielo para llevármelos de
recuerdo a España, pero creo que de camino a la casa donde nos quedábamos,
alguien me los debió robar porque desparecieron de mi mochila, ¡sinvergüenzas!
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Glaciar Skaftafell |
Comimos junto al parking en un merendero que
había habilitado para tales efectos, tales como comer, desayunar, cenar, jugar
un parchís y si me apuras un monopoly. Por hoy ya habíamos amortizado el día y
lo que viniera ahora sería de propina y así nos lo tomamos. De camino a Steinar
paramos en un pueblo cuyo nombre era más largo que el propio pueblo. Kirkjubæjarklaustur. Las
tres últimas letras del nombre del pueblo estaban ya en otra comarca. Paramos a
ver una pequeña cascada e hicimos una mini ruta…más no podíamos hacer, el
pueblo era propiedad de Lego.
Era media tarde y ya nos quedaba poco para
llegar pero antes paramos en Fjaðrárgljúfur. Un cañón con hasta 100 metros de
profundidad y 2 km de largo. Había la opción de verlo
desde arriba o desde abajo, a pie de río, nosotros optamos por la primera y
fuimos parando en los miradores que había en algunos puntos del cañón.
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Cañón Fjaðrárgljúfur |
Y con esto acabamos el día, no sin antes parar en
Skogafoss, una nueva cascada de 60 metros de altura y 25 de ancho. Como en las
anteriores se suceden las fotos. Según leímos los días de sol la espuma
producida por la cascada hace que aparezca un arco iris o doble.
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Skogafoss |
Como nosotros llegamos cuando el sol ya estaba
oculto pues vimos un arco iris invisible, que es el que se produce cuando no lo
ves. La South Iceland Guesthouse iba a ser nuestro alojamiento esa noche, de
nuevo una especie de albergue con las comodidades necesarias, cocina, baños,
comedor, y sobre todo camas, blanditas para dormir y descansar y no despertar
hasta 15 días después.
8º día. 23 de
agosto de 2017. Steinar – Gardur
Pero había que levantarse y afrontar el penúltimo
día de ver cosas porque el último sería ir a Reikiavik de compras y ver un poco
la capital. El día comienza con la última cascada que íbamos a ver y una de las
más bonitas. Seljalandsfoss. Al igual que la cascada Skogafoss en otros tiempos
formaban acantilados y con el paso del tiempo ha dejado de serlo debido a que
el mar se ha retirado.
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Seljalandfoss |
Seljalandsfoss según he visto es la caída del río Seljalandsá
que significa, atención, “río líquido”. Se rompieron la cabeza. La cascada
tiene la particularidad, en diferencia a las demás, que se puede rodear
siguiendo el camino que sale a la derecha. Imprescindible chubasquero,
impermeable, camiseta térmica, edredón nórdico y manta eléctrica, porque te
pones de agua hasta arriba por lo que puede salpicar en su caída y por el agua
que mueve el viento. Y con mil ojos porque el camino estaba resbaladizo y en
cualquier momento podías formar parte del paisaje dentro del agua con tu cuerpo
rodeado de sangre en una bonita estampa.
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Seljalandfoss |
Sanos
y salvos volvimos al coche para coronar el viaje en Landmannalaugar. El camino era de los buenos, es decir, con sus cuestas,
con su sol de cara, con sus ríos (pequeños) y sus baches. Después de una hora
de viaje llegamos al camping. Un paraje repleto de montañas de todo tipo de
colores, mares de lava, fumarolas, ríos, neveros…
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Landmannalaugar |
Para los amantes del senderismo es un paraíso. Había
rutas de todo tipo, 1, 3, 5 y 7 horas camino nosotros cogimos la ruta de 3
horas que pensamos que por nuestras complexión atlética pero a la vez de huesos
anchos sería la adecuada y no nos equivocamos…o sí. Un chico islandés con sus
barbas, su pelo largo y su rubiez nos indicó por dónde empezar el camino.
Comenzamos adentrándonos en un mar de lava para seguir por una pradera rodeada
de montañas, con algún que otro arroyuelo y con pequeñas flores que parecían
algodones.
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Landmannalaugar |
Si las 3
horas iban a ser así no creo que tuviéramos problemas, pero cuando empezábamos
a amar el senderismo vimos que el palito verde, el color de nuestra ruta,
empezaba a estar clavado en la ladera de una cuesta, los últimos metros los
hicimos a cuatro patas cual perros o gatos. “Es durilla chicos”. Nos felicitamos de haber superado tal escollo.
La vista desde la cima del pequeño cerro que habíamos subido era preciosa. La
pradera 40 ó 50 metros bajo nuestros pies y delante nuestro montañas de mil y
un colores.
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Landmannalaugar |
Había merecido la pena llegar hasta allí y nos
dispusimos a buscar el camino de vuelta hacia abajo…pero no. Los palitroques
verdes seguían clavándose hacia arriba, pero muy arriba. Los “joder, coño, buf, hostias…” y demás
palabras utilizadas para demostrar hartazgo al subir una montaña que creías que
se había acabado comenzaban a salir de nuestras bocas. Llegamos a una pequeña
pradera desde donde las vistas eran brutales a ambos lados de la montaña.
Mirábamos hacia arriba pensando que la gente que veíamos pequeñita tendrían que
estar en otra montaña: “Menos mal que no
hay que subir hasta allí”… pero sí, había que subir hasta allí. Sin agua,
el viento azotándonos la cara, las gotas de sudor creando pequeños ríos bajo
nuestros pies, tambaleándonos, empezando a nublársenos la vista, los coyotes y
los buitres oliendo nuestra muerte…
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Landmannalaugar |
Bueno, quizá he exagerado un poco y no hacía tanto
viento, pero la cuesta para los que no somos avezados en el mundo del trekking,
del power walking y del power ranger no era un paseo. Por fin llegamos a la
cumbre del volcán Brennisteinsalda a 881 metros y la vista ya no podía ser más bonita…bueno sí, si hubiéramos cogido la
ruta de 7 horas, pero nos quisimos convencer de que aquella era la releche. La
bajada no fue más fácil, y yo en concreto casi bajo haciendo la croqueta
(concreto-croqueta. ¿Casualidad? No lo creo). Tras pasar de nuevo por el campo
de lava llegamos al camping y esperábamos que estuvieran los servicios de
emergencia esperándonos y la prensa, pero no había nada.
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Landmannalaugar |
Mis amigas valencianas se arman de valor, se meten
en el 4x4 y se cambian para darse un baño en unas pequeñas piscinas naturales
termales que había a unos 100 metros del camping. A parte de todas las cosas
que habíamos visto en Islandia nunca se me olvidará la imagen de decenas de
personas apiñadas en 40 m2 de agua e inmóviles. La sensación era una
mezcla de suricatos en remojo y una escena de Walking Dead. Mientras las chicas
metían sus lozanos cuerpos a remojo calentito yo me quedaba en la orilla cual
fotógrafo erótico en un reportaje para la Playboy.
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Piscina termal en Landmannalaugar |
Y con esto acabamos con mucho de lo bonito que tiene
Islandia pero no con todo porque es imposible. De camino de vuelta quisimos
darnos un pequeño homenaje cenando en uno de esos sitios que llaman
restaurante. Paramos en Selfoss con una población de 6.000 habitantes y
entramos en un restaurante que recomendaba la Lonely, el Tryggvaskali y pedimos
mesa para cuatro. Mientras esperábamos a que nos la prepararan vimos que los
precios eran parecidos a una sangría en la Plaza Mayor en pleno mes de agosto.
En un momento de despiste del personal y minuciosamente preparado, salimos
corriendo del bar y nos fuimos a uno que se encontraba a 50 metros el Kaffi
Krús que era tipo americano y de ambiente no tan rococó. Nos tomamos una
hamburguesa que ciertamente estaba muy buena, aunque si nos hubieran dado rata
de campo también nos la hubiéramos comido, después de la caminata de aquel día.
Acompañada por dos Viking y dos Coking Zering. Una vez terminada la cena
pensamos en pasarnos a pedir disculpas al restaurante anterior pero no vimos
luz, así que arrancamos y nos fuimos dirección a Gardur.
En Booking ponía que el check-in se podía hacer
hasta las 00:00 y según nuestros navegadores llegaríamos 10 minutos antes de
esa hora. Y así fue. Pero en la casa no se veía ni un alma, solamente los
coches de otros inquilinos, supusimos. La puerta estaba abierta. Entramos.
Dentro de la casa nada de luz. Ni cortos ni perezosos empezamos a abrir puertas
hasta encontrar camas vacías. Pero lo que encontramos fue gente durmiendo que
gracias a Dios no se despertó. Yo en pleno Islandia estoy durmiendo y me abren
la puerta cuatro españoles y me da un apechusque y me quedo en el sitio. Al
parecer la dueña debió oír ruido y salió con su bata cual vieja del visillo
islandesa. “Somos los españoles”. La
mujer nos dijo entonces que se encontraba congestionada y con un poco de
moquillo y que ya se había ido a la cama. Aunque pusimos interés con un “ooh, lo sentimos mucho”, realmente nos
resbalaba, solo queríamos nuestra habitación con colchones blanditos de nuevo y
edredones calentitos. Antes de irnos a dormir hubo un amago de auroras boreales
pero no llegaron a más…qué pena. Última noche en Islandia…zzzzzz.
9º día. 24 de
agosto de 2017. Gardur-Reikiavik-Alicante
Último día en la tierra del hielo y del fuego,
del agua y de la piedra, del ajo y del aceite, de la cabra y el caballo, de la
luna y el sol, del norte y del sur. Una vez levantados y duchados, hicimos
inventario de comida y le regalamos un sobre de salchichón ibérico a la buena mujer
por las molestias causadas y un bote de fabada Litoral. El salchichón se lo
metió debajo del brazo pero la fabada se la dejó a quien viniera detrás de
nosotros…esa mujer no sabía lo que se hacía. Antes de irnos charlamos un rato
(media hora) con la mujer que al parecer no tenía prisa para coger un avión ni
nada por el estilo y que solo le faltaba decirnos: Pero quedaros un poco más, si tengo camas, os hago algo de comer y os
vais… Era como tu tía la del pueblo pero en Islandia. Llévate una chaqueta que luego en Reikiavik refresca. Llámame cuando
llegues.
Cuando por fin nos deshicim… cuando la señora
tuvo que dejarnos nos subimos al coche para rematar la faena viendo la capital.
Fuimos con poco tiempo y el poco tiempo que tuvimos lo pasamos tomando un café
y viendo suvenires. Hicimos una última visita a una escultura de acero que
representa un barco vikingo y que es la más representativa de Reikiavik. Y por
último antes de partir al aeropuerto vimos el Harpa que es un centro de
conciertos y conferencias (eso pone la wiki). El edificio es bonito con sus
cristalitos y tal pero sin muchas alharacas. Después de haber visto todo lo que
habíamos visto por la isla ahora un edificio con cristales, espejos y suelos
encerados pues nos deja como las vacas al tren. Ni fu ni fa.
|
Reikjavik |
Cada vez con menos ánimo nos dirigimos al
aeropuerto y a dejar el coche. Una vez entregadas las llaves, la amable
señorita receptora del coche con una sonrisa de oreja a oreja nos indica que nos
han puesto una multa: “…así que tranquilamente
cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas dentro de un túnel
o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de Islandia, en un
futuro lo veríamos…” Y fue cuando nos tocó verlo. Una maravillosa multa por exceso de
velocidad que por suerte únicamente fueron 30 €. Dejamos 100 por si acaso
volvíamos en un futuro que nos lo fueran descontando.
|
Aeropuerto Keflavik |
Ya sin nuestro
querido Dacia Duster 4x4, le cogimos mucho cariño, fuimos a por la tarjeta de
embarque sin miedo a que nos echaran para atrás por peso, nos habíamos comido y
bebido todo lo que llevamos e incluso unas botas de montaña del 43, así que la
azafata nos dijo que metiéramos más cosas en las maletas porque no llegábamos
al mínimo de peso para facturar. Metimos a un niño que se encontraba perdido
por la terminal. ¿El vuelo? Como el de ida pero multiplicado por 5. Confieso
que nunca he hecho pis en los baños de un avión pero debe haber gente que le
fascine mear a miles de metros de altura. Nosotros éramos cuatro personas y ni
a la ida ni a la vuelta aliviamos nuestras vejigas ni una sola vez. Al
contrario que a la ida, a la vuelta sí que pude apoyar mi cabeza en la
ventanilla y echarme un sueñecito…
Y soñé que iba a
un país plagado de volcanes, cascadas, géiseres, mares, ríos, lagos, hielo,
glaciares, lava, montañas, caminos, praderas, auroras… Descubrí que para lo
pequeños que somos el daño tan grande que podemos hacer a la naturaleza.
Cuidemos esa naturaleza para que los que vienen detrás nuestro mañana puedan
contarnos que un día vieron volcanes, cascadas, géiseres, mares….
El avión aterriza
en Alicante. España. Calor.
My dear friend. Gracias por haber sido tan buen compi de viaje y por este regalazo de post. Yo no lo hubiera contado mejor.Tus exageraciones me han hecho reir mucho. Pero en esencia es EL VIAJE.
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