jueves, 27 de mayo de 2021

ALPUJARRA GRANADINA. POST COVID

 Mecina Fondales (Granada), jueves 27 de mayo de 2021

Tras un año de pandemia y de restricciones y toques de queda y toques sin más, volvemos a salir de viaje. En este caso, vuelvo a salir de viaje. Y vuelvo a la Alpujarra granadina donde ya estuve hace 5 años, vuelvo al mismo alojamiento donde estuve. Michel, el dueño francés del alojamiento aun se acuerda de mí y me ha hecho emocionarme: “Te fuiste sin pagarme dos tercios”. Pero bueno esto no viene al caso… El hotelito con dos pequeñas habitaciones en plan cueva morisca se llama L’Atelier y se encuentra en Mecina Fondales que es el nombre del pueblo, no el de un árbitro del colegio andaluz de fútbol, Antonio Mecina Fondales. Una vez hechas las presentaciones del pueblo y los alojamientos vamos con el viaje. El viaje son escasamente unos 600 km que se dividen en seis tramos de cien kilómetros. Los primeros 548 km se hacen por autopista pero los últimos 52 se hacen por la carretera que construyeron expresamente para rodar El Señor de los Anillos o un capítulo del Correcaminos y el Coyote. Cuando en mi navegador aparece: 52 km=1 hora y 32 minutos, yo pienso: “ya se me ha cambiado a modo caminata o incluso penitente”. Pero a medida que pasan los kilómetros, las curvas, elfos, enanos y orcos, te das cuenta de que pueden ser 2 horas. Había tramos de carretera un poco más estrechos que el pasillo de mi casa. Ha habido un momento que me he cruzado con otro coche, he metido la mano por la ventanilla y le he cambiado de emisora. Una vez llegado al pueblo he ido directamente al alojamiento de nuestros amigos franceses a hacer el check in (en frances, check in). La verdad es que el tiempo le ha pasado factura a Michel, le faltan dos o tres dientes y tira un aire al cuñao gabacho. Seguidamente he bajado al único restaurante-café-piano-bar que hay en el pueblo La Cueva de la Luna Mora, en donde he pedido una pizza vegana con bacon, ternera, pollo y atún. La camarera  muy amablemente me ha preguntado: “¿Grande o pequeña?” Estoy en la media, en reposo me podrá medir…”La pizza cerdo!!!” Ah, perdón. “Tú grande ¿no?” Claro. “Y de beber?” Un vino. “Un Talento?” Pues cuando me corto las uñas hago el skyline de Nueva York. “Talento es un vino de la tierra, qué si quieres un Talento?” Antes de que pudiera decir nada un argentino de la mesa de al lado con ojillos golosos me aconseja: “Está buenísimo, yo ya llevo 8 copas”. Tráeme un Talento. 3 horas después me como la pizza y me bebo el Talento, que era lo más parecido a Rosalía haciendo escalada por mi garganta. Notaba que me sangraba por dentro. Mañana le pregunto si tiene algún otro talento oculto. Malamente, tra, tra.

 

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